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OPINION POLITICA

Iñaki Anasagasti atiza con dureza a la “secta” de ELA, “el sindicato búlgaro en Euzkadi”

Iñaki Anasagasti ha vuelto a atizar con dureza al sindicato abertzale ELA, al que acusa de llevar “muchos años dirigido por un grupo de políticos, al parecer frustrados, que pretenden gobernar sin presentarse a las elecciones”. El ex-político jeltzale ha llegado a calificar a la actual dirección del sindicato mayoritario de Euskadi como una “secta” y a sus principales dirigentes como “profetas”.

Pero, para qué vamos a analizar las palabras de Iñaki Anasagasti si podéis leer directamente las mismas en el enlace que os dejamos a continuación, el cual os lleva directamente al artículo publicado en su blog, o también leyendo la reproducción del artículo que os dejamos aquí, en euskalnews.com. De esta manera, no nos podrán acusar de intentar manipular a nuestros lectores. Ahí va:

“EL SINDICATO BÚLGARO EN EUZKADI”, por Iñaki Anasagasti: https://ianasagasti.blogs.com/mi_blog/2020/04/el-sindicato-b%C3%BAlgaro-en-euzkadi.html

A raíz de mi artículo del domingo “La Primavera Roja. Cuanto peor mejor”, un antiguo afiliado a ELA y afiliado al PNV, nacido en Portugalete, pero viviendo en Sestao me ha escrito desde las tripas, este artículo que reproduzco, aunque sin nombre porque así me lo ha pedido. No quiere seguir teniendo más problemas con gentes de este sindicato  donde algunos actúan como en aquella película de la Ley del Silencio.

Estos días hemos visto la dimisión de la dirección policial de Bilbao a cuenta de los hechos de la calle San Francisco. Y vendrán más pues hay gente muy harta. Este escrito de abajo, no es más que una pequeña muestra. Dice así.

El sindicato ELA STV lleva muchos años dirigido por un grupo de políticos, al parecer  frustrados, que pretenden gobernar sin presentarse a las elecciones. Que persiguen  y descalifican con saña al partido mayoritario del país sin conseguir derribarlo. Es su objetivo principal. Consideran que vivimos gobernados por una recua de ultraliberales, insensibles e insolidarios. Una cuadrilla de amigos que son un auténtico desastre, por mucho que los datos digan exactamente lo contrario. Por mucho que nuestra comunidad sea puesta reiteradamente como ejemplo en todo tipo de foros desde estatales a comunitarios en materia de política social, económica e industrial. Por mucho que se alabe la solvencia de su sector público. Pero, ¿Qué importan la razón, los datos, la realidad, si esta cuadrilla de genios vive en el ámbito de la fe y en el calor de la secta?

Porque los dirigentes de este sindicato han transformado lo que originalmente fue una herramienta al servicio de los derechos de los trabajadores en un negociete del que viven y se benefician un grupo de amigotes. Sus sistemas de democracia interna no es que dejen mucho que desear, simplemente no existen. Sus cúpulas directivas se renuevan por un sistema de cooptación en el que el amiguismo y la fidelidad al líder pesan más que la capacidad o los méritos. Toda la actual dirigencia no acumula de hecho otra trayectoria profesional que llevar toda la vida involucrados en “la cosa”, en ese régimen en el que las intrigas, el amiguismo y la opacidad no son la excepción sino la norma y estilo de la casa.

El actual y los anteriores secretarios generales de “la cosa” sin embargo suelen frecuentar los medios de la comunicación hablando de transparencia y democracia, ignorando la realidad y chapoteando en una exageración que, en demasiadas ocasiones, resulta ridícula por su llamativa discrepancia con la realidad. No les importan los datos, las evidencias. Son mucho más de opinión, de dogmas (los que ellos promulgan) y de fe. Predican con la contumacia con la que los curas de antaño defendían a capa y espada la virginidad de una madre cuando la fertilización in vitro era inimaginable. Que importan los datos, si tenemos fe. Y más cuando el sistema interno de gestión de la cosa facilita el reclutamiento de cuantos profetas se necesiten para expandir la verdad, la única verdad, por supuesto. Pero la preconciliar, la trentina, la fetén, la de los que se creen, por supuesto, infalibles.

Quizá por eso esta secta de dirigentes puros, clarividentes, insobornables, no habla con nadie más que con sí mismos y su propia mismidad. No pueden rebajarse a participar en el Consejo Económico y Social, en las mesas de diálogo creadas para que organizaciones como la que ellos dirigen puedan aportar, debatir y discrepar, pero en las que el principal objetivo es acordar, construir.

¿Construir? Eso es para la plebe, para el más bajo escalón del universo laboral. Ellos están llamados a misiones más altas: iluminar a los pobres tontos que no entendemos su verborrea anticuada, vacía. Perdonarnos la vida por pensar que son unos auténticos vendedores de crece-pelo centrados en la gerencia de su propia corporación y el mantenimiento de sus privilegios. Porque la corporación recibe generosísimas subvenciones del corrupto sistema que critican, se ahorra un pastón en estructura gracias a la ingente nómina de “liberados” que pagamos a escote desde el sector público y que donan graciosamente las empresas. Así se financia una tropa numerosa, privilegiada, que no goza precisamente de la mejor fama en los tajos. Hace mucho tiempo que los que sudan la camiseta les han tomado la matrícula.

No es casualidad, porque esta singular tertulia de profetas suele esfumarse cuando llegan  las duras. Tengo numerosos amigos y amigas y algunos familiares que se baten estos días en primera línea contra la pandemia. Desde el sector sanitario. En aquella trinchera es muy difícil encontrar a ninguno de estos personajes.  Están muy ocupados, lejos de las zonas en las que se concentra la carga viral, redactando notas de prensa sobre el desabastecimiento de mascarillas y querellas para los tribunales. Acciones que se saldan con brindis al sol tales como, constatar que no existen hoy materiales suficientes y ordenar, campanudamente, que cuando los haya se distribuyan entre los que más los necesitan. Una obviedad para la que no hacía falta semejante viaje, salvo que el objetivo final fuese criticar a los de siempre hasta cuando han tenido que saltarse el procedimiento de compras centralizadas para superar el desabastecimiento y resolver la situación. ¡Gran aportación!

Son profetas de esta numerosa troupe los que redactan comunicados como el que criticó una actuación en Bilbao de la Policía Municipal que ha propiciado el enorme logro de que todos los afiliados al sindicato en el cuerpo se hayan dado de baja. Ya han aclarado el motivo del error: “no se debatió el contenido de la nota”, como si ese ejercicio vertical no fuese norma de la casa. Y como si el comunicado no hubiese sido aún más ridículo si mete mano en su texto alguno de los jefazos del cotarro. Con los mismos reflejos que Aznar andan ya en Barrainkua comentando, no es broma, que la tropa “no está madura” para entender la iluminación que amablemente se les ofrece. 

Son en definitiva los que convocan huelgas siempre en  contra sin  siquiera el conocimiento de las plantillas de algunas empresas y organizan los piquetes para imponer su ley. No se les recuerda, en cambio, gestión alguna en positivo para aportar ideas, ofrecer conocimiento, contactos, capacidades logísticas, de organización etc. Para ponerse al servicio de la emergencia. Para arrimar el hombro. Y casi mejor no sea que la caspa, tan amiga a despeñarse cuando quien la produce se mueve un poco,  perjudique el empeño colectivo de salir adelante.

Así es “la cosa”. Un organismo al que los parados le importan una mierda. Lo suyo son los afiliados de cuota y carnet, que son los que pagan. Una secta en la que los elegidos viven como Dios, mientras envían a la ruina a los trabajadores de las empresas que dinamitan con sus temerarias estrategias de revolucionarios de baratillo. ¿Caballito? ¿La recuerdan? Y gobernándolo todo, como rey absoluto, el Papa Búlgaro.  Papa por máximo intérprete, augur infalible y predicador de la nueva, única y verdadera fe. Búlgaro porque ha sido elegido en un conclave mucho más pequeño y menos plural que el famoso conciliábulo vaticano de cardenales. Un festejo como el que acababa con el nombramiento del secretario general del partido comunista búlgaro, aclamado fervorosamente por el 100% de sí mismo. 

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