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OPINION

“Profundamente humano” – Juan Montero

  • La opinión de Juan Montero
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PROFUNDAMENTE HUMANO

Y la gente transpuesta. /

Palabras cordiales /

quedan sin respuesta, /

besos sin dar. /

El mundo entero /

del alma adentro /

siente en viejos jardines /

nacer los nuevos brotes /

de pensamientos ruines. /

Josep Carner
Proximidad de la muerte

En medio de esta gran crisis de valores, algunos de los que han acompañado al ser humano durante milenios pretenden erradicarse. La confianza y la cordialidad, imprescindibles para la salud psicosocial e incluso para la inmunidad colectiva, pretenden ser desterrados.

Frente a la confianza, expresada al estrechar la mano de alguien, aun tratándose de un desconocido, encontramos la extrema desconfianza, rayana en el desprecio de quien, andando por la acera, indica con su gesto de subirse la mascarilla que no se fía de los viandantes, que para él son portadores de la enfermedad y la muerte; que eleva, sobre los valores de la amabilidad y la confianza, una fe de invidente en los informativos de las farmacéuticas y en las majaderías del gobierno ilegítimo.

Estrechar la mano de un mecánico en plena faena o de un menesteroso, compartir las bacterias y virus ajenos, no pensar si la mano que estrechamos está sucia o qué habrá estado haciendo previamente la persona que tenemos enfrente: siempre ha sido así, dependemos de este refuerzo fraterno y amistoso. El miedo, la aprensión, el pánico a lo desconocido o a lo invisible no van a despojarnos de nuestra esencia humana.

No hay cosa mas ridícula y pacata que el gesto de presentar el codo, y es que no hay que confundir la mentecatez con la «resiliencia» ni la prudencia con la necedad. Hasta los afirmacionistas acérrimos parecen haberse dado cuenta de tal dislate.

Las fuerzas globalistas postulan el transhumanismo y, lógicamente, cualquier muestra afectuosa de proximidad, empezando por el apoyo gestual que la expresa, suponen un desafío para su discurso oscurantista y se mueve en la dirección contraria a sus intereses.

Desde que se ha impuesto la impostura plandémica, los apretones de manos y los abrazos han adquirido un realce atemporal que evidencia su potencial transgresor. En este panorama en el que cada cual tiene que encontrar sus propios límites de coraje y amor propio, abrazarse o darse la mano públicamente es arrojar un artefacto explosivo de gran calibre cuya onda expansiva alcanza a todos. Miedo y amor se anulan mutuamente. ¿Tendrán los cuerpos y fuerzas el cuajo de perseguir, no ya a los violentos o a los infractores de las disparatadas normas de ociosos políticos, sino las muestras de familiaridad expresadas mediante besos y abrazos? ¡Por supuesto, suponen uno de los mayores desafíos que pueden encarar!

Con la supresión del apretón de manos, del abrazo, del beso, el futuro de este «islam sanitario», como a veces lo ha motejado un amigo, está garantizado. Cuando una pareja camina cogida de la mano, del talle o del hombro; cuando se dan dos besos o un efusivo abrazo se está tomando partido por un evolucionario retorno a la genuina calidad humana. ¿Por qué la élite exhibe entre sonrisas abrazos y bromas que implican contacto físico? Está muy claro, para cohesionar al grupo propio y servir de modelo de lo que se puede alcanzar al unirse al bando de los que prohíben y castigan la más íntima resistencia de la naturaleza humana.

Nunca olvidaré la escena que presencié en Santoña estas vacaciones. Una abuela caminaba, eludiendo el contacto físico, junto a sus nietos y dirigiéndose a ellos profirió la siguiente frase: «Vosotros sois transmisores».

¡Pues no!

La humanidad merecerá extinguirse si olvidando su inveterada trayectoria de apoyo mutuo sucumbe ante la superstición y el miedo, se entrega al cerril transhumanismo y prescinde de las manifestaciones físicas del amor y la confianza.

Juan Montero

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Juan Montero
2 años

La estrofa original traducida a vuelapluma de “Proximitat de la mort” de Josep Carner dice así: “I la gent es trasposta / Resten mots cordials sense resposta / i besos sense dar: Tothom, ànima endins, / sent en el vell jardí néixer la brosta / dels pensaments roïns”. (N. del T.)

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