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OPINION REPORTAJES

“Las guerras postmodernas” – Koldo Salazar

Hace un tiempo hablamos de las guerras identitarias o guerras de línea de fractura que, como bien preconizó Samuel P. Huntington, estallaban en regiones limítrofes entre diferentes estructuras civilizatorias, esto se debe a la diferencia estructural de estos sistemas civilizatorios y la contraposición de ideas, arquetipos y bases colectivas de pensamiento, sensibilidad y tradición.

Estas guerras han sido constantes, sobre todo desde la Edad Media y ha denotado conflictos civilizatorios: guerras entre cristianos y musulmanes o musulmanes e hindúes pero, también, conflictos intercivilizatorios como las guerras entre chiitas y sunitas o entre católicos y protestantes.

En todo caso estas luchas, guerras y conflictos se dan hoy en día también entre estos elementos: la guerra en Siria, por ejemplo, tiene ese componente entre la civilización islámica y la vuelta a los principios rectores de esta civilización con los intentos restauradores de Al Qaeda o Daesh frente al moderno socialismo baazista árabe nacionalista que relega a la religión y sus principios rectores a una posición secundaria e íntima o, al menos, meramente social y cultural.

Guerras como las habidas en los balcanes entre católicos croatas contra serbios ortodoxos o bosníacos musulmanes, en el Cáucaso entre armenios y azeríes en Nagorno-Karabaj etc…

Hoy en día, sin embargo, estas guerras no se están dando sino que se está dando la Guerra Postmoderna. Este conflicto se basa en la existencia de un sistema general democrático de corte europeo occidental cuya base, muy relativizada y relegada a un plano secundario, es el cristianismo y donde el sistema imperante a nivel socioeconómico es el capitalismo liberal a grandes rasgos.

El sistema democrático es la representación de la mayoría y el respeto a la minoría, a la oposición política o a diferentes elementos que, por alguna razón, no forma parte de la corriente de pensamiento mayoritaria. Esto es visto por estos colectivos como una forma de dominio por lo que el primer paso es identificar al grupo ideológico o sexual en el conglomerado de la masa democrática mayoritaria; una vez identificados a estos se les debe agrupar en un colectivo que debe verse a si mismo como minoritario y desconectado del fluyo histórico del que forma parte su sociedad (democrática etc…)
Esta autopercepción les lleva a adoptar una posición de víctima histórica y a buscar antecedentes en el flujo histórico (las persecuciones a homosexuales en la Edad Media, en la situación histórica de la mujer en Europa durante el pasado o la esclavitud de negros y el tráfico desde África a América).

Esta sería la base histórica que se pretende replicar en el modelo actual; al ocurrir aquello hace unos años o siglos en el pasado hoy seguimos siendo victimizados y formamos parte de un colectivo estigmatizado etc…, esto genera una visión psicológica trágica de la situación y separa al sujeto de la red social en la que está involucrado viéndolo como algo ajeno y amenazante cuando, curiosamente, estamos en el sistema más tolerante de la historia de la humanidad ya que este sistema, al ser democrático y defender los derechos básicos de todas las personas, permite estos movimientos.

En otros sistemas del pasado, o del presente, no tienen tanta suerte; véase Arabia Saudí, Nigeria o Pakistán. Toda esta ideología, intracivilizatoria, ha generado el establecimiento de estos colectivos aislados que, en algunos casos, están en pugna entre ellos: véase las guerras ideológicas entre feministas y transexuales o entre homosexuales y feministas etc…

Estos grupos, a los que se les podría denominar como ínsulas, tienen protección de elementos del sistema política ya que ve en ellos auténticos bastiones de votos inexpugnables por el contrario. En España todos sabemos que las ínsulas de grupos homosexuales, transexuales etc…tienen un voto mayoritario de izquierdas (PSOE, PODEMOS), en Estados Unidos votarán al partido demócrata.

Esto genera la convivencia bilateral: estos bastiones con visión de víctimas y rechazo al sistema occidental se apoya en los partidos políticos que obtienen votos seguros de estos colectivos logrando un lobby y, al mismo tiempo, acceso a presupuestos y subvenciones a sus grupos.

Esto ha obligado que la izquierda, de las cenizas de la URSS y de la defensa del movimiento obrero, con el establecimiento de las nuevas generaciones y el contemporáneo relativismo, sin contar con el papel del trotskismo progresista ha hecho mutar a los partidos de izquierda obrera socialista en partidos de izquierda progresista olvidando al obrero que, huérfano, se ha agarrado a opciones de derecha o, como mínimo, de centro como el partido Republicano en Estados Unidos o VOX en España.
Sin embargo el rechazo histórico de la izquierda a la cultura occidental, el proceso materialista hegeliano (aunque preconizado por Fichte de la tesis-antítesis y síntesis) se desarrolla de la siguiente manera: Occidente como civilización – socialismo obrero URSS…reconvertido en progresismo insultar de colectivos (abandonando al obrero) – sociedad abierta preconizada por Karl Popper y alimentada por el gran capital de George Soros.

Este nivel de tensión ha generado protestas y campañas; la más dura de todas el moderno avance iconoclasta, la revisión de la historia y el cambio de los paradigmas sociales mediante sistemas dictatoriales como la presión social. Estos grupos insulares a través del conglomerado político (sistema político-judicial-medios de comunicación) pueden sancionar cualquier opinión discordante frente a esta realidad mediante el insulto político y la calumnia (acusación de fascismo a toda persona que no siga estas ideas, la redacción de leyes contra el odio o la mala prensa).

Los autores, famosos o artistas deben practicar la autocensura para no fallar y ser sancionados, tal vez no judicialmente, pero sí financieramente con el boicot; no sólo social sino corporativo librerías o distribuidoras que no distribuyan trabajos, libros, películas o música del autor que se ha atrevido a disentir.

La revisión y el establecimiento de estos puntales al discurso progresista y victimista son abiertamente dictatoriales y no creamos, de forma ingenua, que no existe nada detrás del proceso de damnatio memoriae…la lucha no es por la defensa de su identidad autopercibida, totalmente subjetiva ergo por naturaleza errónea. Su lucha es contra la objetividad, la realidad y la naturaleza, es una lucha contra la civilización.

Este conflicto, muy grave, se debe a la expansión de esta ideología que, como un cáncer tornado en metástasis amenaza al cuerpo desde dentro. Esta es una lucha intracivilizatoria, vienen cambios duros, o lo van a intentar, suenan tambores de guerra. (Foto: Wikimedia Commons)

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