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El Colegio de Médicos de Nueva Zelanda amenaza con despedir a quienes difundan opiniones críticas sobre las vacunas o el virus chino

Seguimos con más totalitarismo covidiano convertido en censura y linchamiento oficial. Resulta que el Colegio de Médicos de Nueva Zelanda ha amenazado con despedir a los afiliados que difundan opiniones críticas sobre la pandemia o sobre las vacunas, según adelanta mpr21 citando como fuente medios del mencionado país, información de la cual también nos hacemos eco aquí, en vuestro digital favorito, es decir, euskalnews.com.

Para justificar su papel inquisidor, el presidente del Colegio de Médicos, el doctor Curtis Walker, que aparece en la foto, ha recurrido a la parafernalia de tópicos a los que acuden los ineptos en estos casos: las opiniones críticas son “teorías de la conspiración”, asegura (1). El depositario de la verdad científica es el Colegio de Médicos, y nadie más. “Se está cuestionando la gravedad del Covid, se está cuestionando la seguridad de la vacunación, se está cuestionando si todo el asunto es una teoría de la conspiración”.

Las farmacéuticas han movilizado a la burocracia médica, a la que se han acostumbrado a corromper desde hace muchos años. El mes pasado docenas de profesionales de la salud, incluidos médicos de cabecera, firmaron una carta abierta en la que se oponían a la vacuna de Pfizer y hay que acallar a este tipo de pronunciamientos. Para Walker y los suyos, se trata de “un reducido número de médicos” y el gobierno ha abierto una web donde se puede denunciar la “información errónea” (2), lo que cumple con uno de los objetivos de esta pesadilla de pandemia: convertir a las personas en soplones de otras personas, en denunciantes de otras opiniones o simplemente en policías aficionados.

El Colegio se aferra al pretexto de que este año han recibido 13 quejas del público sobre el personal médico, como si otros años no hubiera ocurrido nada parecido. Lo cierto es que varias de las quejas se refieren al mismo médico. Como en cualquier akelarre, la burocracia ya ha abierto un sumario, busca pruebas e interrogará a los testigos. Walker añade que un “organismo independiente” está investigando para decidir si se debían presentar cargos ante el Tribunal Disciplinario de Profesionales de la Salud.

Walker se pasa de rosca y asegura que “hay una montaña de pruebas sobre la eficacia y seguridad de la vacuna Covid”. Los críticos deben estar muy ciegos para no verlas. Luego sigue con sus exageraciones: “Ya hemos visto la alternativa de poblaciones no vacunadas en las que han muerto millones”. Es difícil saber a qué se refiere este nuevo Torquemada porque en Nueva Zelanda las cifras oficiales sólo atribuyen 2.720 muertos al coronavirus a fecha de hoy, después de más de un año de “pandemia”.

Sin embargo, el bocazas de Walker dice algo sensato, de sentido común: antiguamente los médicos eran miembros especialmente respetados de la sociedad y sus opiniones sobre la salud tenían un peso sustancial. En efecto, los médicos siempre han sido como los hechiceros o los sacerdotes de las tribus primitivas y ahora pierden credibilidad a pasos agigantados. En todos los países del mundo la pandemia ha dejado muy tocado su prestigio científico y profesional. Pero deberían meditar un poco sobre los motivos de ello, sobre todo en países como Nueva Zelanda en los que no ha existido ninguna pandemia y en donde, a pesar de ello, se han adoptado medidas más draconianas sin que casi nadie alce la voz.

Cuando una doctrina necesita recurrir a la censura y a la represión es porque sus adeptos no confían en ella. ¿A qué tienen miedo?, ¿qué es lo que tratan de silenciar? Pero el Colegio de Médicos no es el único Gran Inquisidor. La presidenta del Royal College of General Practitioners, la doctora Samantha Murton, dice que aunque la población puede optar por no vacunarse, hay graves consecuencias si el virus traspasa las fronteras. Como Nueva Zelanda es una isla, hay que suponer que el coronavirus sabe nadar.

“Si las personas vulnerables reciben información errónea, pueden optar por hacer algo realmente perjudicial para su salud”, dice esta otra inepta de Murton. Pero es justamente al revés: para poder optar hay que recibir información (buena, mala, cierta y errónea) de fuentes diferentes porque en caso contrario se impide el ejercicio de un derecho. Sin información, no hay opción.

(1) https://www.rnz.co.nz/news/covid-19/445179/doctors-spreading-misinformation-about-covid-19-may-lose-their-job-medical-council
(2) https://www.cert.govt.nz/individuals/common-threats/covid-19-vaccine-scams/report-covid-19-vaccine-scams-or-misinformation

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No es necesario irse a las antípodas para ver casos inaceptables de este nuevo tipo de dictadura, en Baleares han despedido al director de la Oficina Balear de la Infancia y la Adolescencia (OBIA), Serafín Carballo, por decidir no pincharse esta vacuna experimental.

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