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OPINION

“CARPE DIEM” (EL FALSO PRESENTE) – José Miguel Ruiz Valls

  • La opinión de José Miguel Ruiz Valls, escritor y colaborador habitual de euskalnews.com
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“CARPE DIEM” (EL FALSO PRESENTE)

Quién cree que, como ser, tiene fecha de caducidad (Es decir, quién cree que no será) también cree que lo mejor que puede hacer es “gozar”, cuanto más mejor, de los “placeres de este mundo”.  Así, enfoca su mente en “consumir lo máximo”, en intentar arruinar al dueño del bufet aunque le cueste una indigestión. Exprimir la vida se convierte, para él, en exprimir el mundo, en exprimir a sus semejantes, con el único fin de pintar unas cuantas cruces en el exterior de la carlinga, antes de “dejar de ser”. ¿Podemos decir que tal actuación es fruto de una decisión libre o está condicionada por el miedo a que se le acabe el tiempo sin haber…? ¿Puede haber libertad con miedo? ¿Cuántas cruces necesitaría para morir satisfecho?

Quien cree que, como ser, tiene fecha de caducidad, cree que es una bestia (No que tiene una bestia sino que lo es). Cree que es descendiente de un mono, que fue descendiente de un pez, que fue descendiente de una ameba que vivió por pura casualidad. Es por eso que se comporta como una bestia. Pero ¿Qué puede ser el descendiente de una casualidad sino otra casualidad? ¿Cómo podría convertirse lo casual en causal? Quién cree, cree pues por casualidad. Cree como podría no creer. ¿Podría pues dejar de creer, igualmente, por casualidad? ¿Podría ser que le abandonaran sus creencias igual que cree que le abandonará la vida? ¿Qué valor tiene una vida que se adquiere y se pierde por nada? ¿Qué valor pueden tener las creencias sino menos que nada?

¿Por qué se pregunta uno si puede ser algo más que una bestia con fecha de caducidad sino porque ve, a su alrededor, los devastadores efectos de la bestialidad? ¿Cómo se podría parar la devastación sin dejar de ser bestias? Si continuamos haciendo el bestia, ya sabemos cuál será el final: Consumir hasta morir, como individuos y consumir hasta morir, como sociedad. No desear esa “doble muerte” es lo que hace que uno se pregunte ¿Podría yo ser algo más que una bestia? Es la pregunta que marca el principio de la verdadera espiritualidad, que no está basada en fantasías sino en pura supervivencia.

La solución está pues en no desear, pero la economía se define a sí misma como “La división de bienes finitos entre deseos infinitos” ¿Con qué fórmula matemática se podría hacer esa operación? Creer que el deseo es infinito es lo que lleva al deseo de consumir infinitamente, y ese deseo de consumir infinitamente lleva a vivir permanentemente insatisfecho, lo que lleva a consumir, más y más, para intentar calmar esa insatisfacción. ¡Y todo por creer en una loca idea que llaman economía! ¿En serio estamos obligados a tener deseos ilimitados? ¿Seguro que los bienes son limitados? ¿Podría ser que una de esas premisas, en las que se basa la economía, fuera falsa? ¿Podrían ser falsas las dos? Para desarrollar una vida plena, en este hábitat que llamamos “mundo”, todo espécimen debe cubrir tres necesidades: Respirar, beber y comer. Desde que el mundo es mundo, ha satisfecho cumplidamente esas necesidades, sin necesidad de que nadie asigne nada (A la naturaleza no le hicieron falta nunca economistas). Pero claro –La cosa no es tan sencilla-  Se queja el economista –Los humanos tenemos otras necesidades- ¿Necesidades no biológicas? ¿Son pues psicológicas?

¿Qué necesidades psicológicas tenemos los humanos? ¿Cómo se originan? ¿Son siempre las mismas, como las biológicas, o son mudables? Y si son mudables ¿Quién las puede mudar? Hay quién siente la necesidad de consumir cola-loca. Hay quién siente la necesidad de consumir cola, sin que le importe la marca. Hay quién no siente necesidad de consumir ninguna cola. ¿Podemos decir que el consumo de cola es una necesidad psicológica real para los seres humanos, habiendo seres humanos que no sienten esa necesidad? ¿Hay algún humano que no necesite respirar?

Inventar necesidades donde no las había. Ese ha sido el juego al que todos hemos jugado. El juego de las bestias que sienten la necesidad de arrasar el mundo (Y todo por creer que dejaremos de ser, que ya no seremos). Un juego que acaba en el mismo momento en que uno se pregunta ¿Puede que sea yo algo más que una bestia? Es la pregunta que inicia la práctica de la verdadera espiritualidad, que no promete ningún paraíso futuro sino que se ocupa del presente.

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Aitzi
Aitzi
2 años

Excelente reflexión nuevamente.

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