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OPINION

“El bien común” – Teresita Ávila

  • Escrito por Teresita Ávila
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“El bien común”

Los pechos henchidos de don Abdón producen en Jacinto un complejo sentimiento, mezcla de atracción, confusión y arrobo. En la piscina, don Abdón suele cubrirlos (los pechos) con un sujetador de lunares rojos, pero ahora los exhibe desnudos, turgentes y picudos como dos melones. Y a él (a Jacinto) le obsesiona la negrura de los pezones y confusamente intuye la razón de Darío Esteban cuando proclama: “Don Abdón es el padre más madre de todos los padres”. Y allí, en las abrigadas y acogedoras turgencias pectorales de don Abdón, barrunta (Jacinto) que se esconde la seguridad perdida. Pero, ¿cómo acceder a ella? No puede reflexionar (Jacinto). Se siente identificado con aquellos niños rubios, de ojos azules, que decoran la cúpula y sostienen, como al desgaire (sin interrumpir sus juegos), una cartela dorada de caracteres rojos que caracolea en los extremos y reza: ORDEN ES LIBERTAD”.

Miguel Delibes, Parábola del náufrago.

He querido comenzar este artículo destacando un fragmento del querido y admirado autor vallisoletano Miguel Delibes quien, en 1969, realizó un quiebro espectacular en su trayectoria narrativa con una obra que suscitó reacciones encontradas -adhesión y rechazo- no solo en cuanto al contenido sino también por la novedad de la técnica narrativa que la acompañaba y que, vista a la luz de la actualidad, resulta asombrosamente sugestiva y constituye un elemento significante, en sí misma. Pero no voy a hablar de mi paisano en estas líneas ni de su obra -que conozco al dedillo-, sino del engaño (acerca de esto, Delibes sabía mucho igualmente por su faceta de cazador y amante de las artes de la pesca). De cómo los códigos desconocidos por el común de los mortales se aplican en su contra -en el del común de los mortales- y lo estrellan con violencia -como una pequeña barquichuela contra el acantilado, un día de tempestad- y sin asomo de compasión. Perdernos en disquisiciones que los justifican -a los códigos desconocidos, a los poderes- es concederles una victoria inmerecida. Y la inoperancia, la falta de reacción -del común de los mortales- constituiría pecado grave de omisión, lastre insoportable en la conciencia, mancha indeleble en una memoria colectiva que se condenaría a sí misma al olvido.

Hay frases que se desgastan y se vuelven manidas con prontitud. Sucede con la que he elegido por título del texto. Repetida ad infinitum, sobada, manoseada, escupida por bocas que dejan en nuestros oídos una sensación de blasfemia. Los más osados -que no son pocos- han redoblado sus esfuerzos al convocarnos, urbi et orbi, a ese “bien común” que sin embargo no practican. Los que han dimitido de cualquier acto de bondad, los abanderados de lo mezquino, los amantes de lo ajeno, los que se alegran de las miserias y carencias de los demás, se yerguen, arrogantes, y nos ofenden con su “bien común”. No. Hasta aquí. No sigáis, políticos, no tenséis la cuerda.

¿No es verdad, señores míos, que pudiendo hacer el bien -sustentando la verdad- elegís hacer el Mal? Que en mordidas y en estafas al ciudadano amenaza, y si su vida fracasa, ¿os alzáis con el caudal? Traicionáis con la palabra, saqueáis los patrimonios, y a fe -que el mismo Demonio- os instruye en la afición. Volvéis los vivos en muertos. No respetáis sentimientos. Os estorba el corazón. Desgarráis vientres fecundos convirtiendo en infelices tantos seres que se afligen por tan fatal decisión. Trocáis lo bueno en lo malo. Alimentáis el engaño. Os nutrís con el error: que si es la muerte digna -al hablar de la eutanasia-. Que si el género es fluido. Que el hombre pasó de moda. Todo lo que habláis es trola. Confundís todo sentido. Viniendo de donde viene -que a políticos conviene- no doy paso: lo liquido. Privación y restricciones solo han supuesto tormento. Se han llenado los bolsillos los jefes de jefecillos -sois vosotros, por pazguatos-. Por si no cupiera duda, allá al fondo, en la basura, os echarán cualquier rato. Y metidos en el lodo, hay personajes de todo. Ya nos lo advierte Viganò… Y como la fábula enseña, ni a serpiente ni a raposa se deben prestar oídos.

Finalizo como empecé, con la cita de un libro. En este caso se trata del historiador, sociólogo e intelectual francés Pierre Rosanvallon, que escribió estas más que oportunas palabras en la introducción a su libro, El buen gobierno (2015):

“Si la vida política se organiza en torno de instituciones que definen un tipo de régimen, es, en efecto, acción gubernamental, es decir gestión cotidiana de la cosa pública, instancia de decisión y de mando. Es el lugar de un ejercicio del poder, el que en términos constitucionales se denomina Poder Ejecutivo. La relación inmediata y cotidiana de los ciudadanos se da con él, Al mismo tiempo, el centro de gravedad de la exigencia democrática se ha desplazado de manera imperceptible. Así como durante mucho tiempo esa exigencia había estado ligada sobre todo a la determinación de un vínculo positivo entre los representantes y los representados, ahora es la relación de los gobernantes con los gobernados la que ha pasado al primer plano. Ese desplazamiento no significa una ruptura, ya que la cuestión de la representación sigue imponiéndose con toda evidencia; se habla sin cesar, además de “crisis de representación” (volveremos a esto). Pero ahora está claro que el sentimiento de déficit democrático también se nutre de otra cosa. Para los ciudadanos la falta de democracia significa no ser escuchados, ver que se toman decisiones sin consulta alguna, que los ministros no asumen sus responsabilidades, que los dirigentes mienten con impunidad, que el mundo político vive encerrado en sí mismo y no rinde cuentas suficientes, que el funcionamiento administrativo sigue siendo opaco.”

Teresita Ávila

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John Henry Kurtz
John Henry Kurtz
2 años

Gracias por iluminarnos en la Era de las Tinieblas. Por el citado “bien común”, se diezmó a poblaciones… los Jemeres Rojos en Camboya, Stalin en Rusia, Mao en China, Hitler en Europa. A las hiperélites parece que les sobramos mano de obra y nuestro murmullo de fondo les impide disfrutar de su cómoda soledad. Las palabras, en manos de los trileros de la política, se pervierten: ahora a la dictadura la llaman democracia. Nos entretienen mientras no roban la hacienda y la vida. Se preocupan por tierra, mar y aire de que permanezcamos en la ignorancia. El Homo borreguensis se consolida y supera en número al Homo sapiens. No sé cuándo ni cómo nos libraremos de esta lacra, pero, confío en el instinto de superviviencia del ser humano.

Teresa
Teresa
2 años

De momento percibo una calma tensa. Y posiblemente, los que parecen que tienen las antenas apagadas, cuando se caigan del guindo y les afecte al bolsillo, serán los más furibundos.

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