• Escrito por Aitziber Mondéjar
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“ESO YA LO SABÍA YO” o EL ARTE DEL CAMALEÓN.

Tengo un familiar muy inteligente, el más inteligente de la familia. A los que no votamos nos acusa de egoístas e insolidarios, porque él ejerce su voto concienzudamente y con responsabilidad. Dice que es la única manera de cambiar la sociedad, aunque no existan evidencias que lo demuestren.

Hace dos años, en una comida navideña, salió el TEMA y se escenificó el primer encontronazo familiar. Yo ya le había pasado varios vídeos con opiniones de especialistas de la salud, que contradecían la versión oficial de la pandemia. No vio ninguno, no tenía tiempo para esas cosas.

En aquella comida, él, con mucha condescendencia, me explicó que la única persona que nos podía sacar de esta situación de crisis sanitaria era el presidente Sánchez. También me explicó que el señor presidente había vencido, por sus propios méritos y con el apoyo de las bases, a los barones del PSOE, que son unos corruptos de tomo y lomo, pero Sánchez no. Eso lo sabía él de buena tinta, pero no era el único que lo sabía, porque esa hazaña gloriosa de “Súper Sánchez“ también me la había contado mi madre, que tiene 75 años, apenas sale de casa y se pasa el día escuchando la radio. Y también lo sabían mis compañeros de trabajo, todos 10 años más jóvenes que yo, que se informan en los medios de comunicación. ¿Cómo es que todos lo sabían menos yo? Ninguno de ellos es del PSOE. ¿Les invitaron a todos el día de tan glorioso suceso?¿O sólo coincidía que todos los canales de donde absorben tan exclusiva información contaban lo mismo?

Mi primo siguió con infinita paciencia informándome de cosas que yo no sabía y por lo tanto no podía entender lo que estaba sucediendo: que el gobierno de Sánchez no controla lo que se dice en TVE, porque esta cadena sigue en manos de los barones del PSOE, que la única cadena libre en la que uno se puede informar con criterio independiente es La Sexta, que los muertos por la pandemia no eran algo que se pudiese ningunear y que eso era una evidencia que nadie podía refutar…

Mi primo dijo que no sabía quién es Soros, cosa rara para alguien que conoce tan íntimamente a Sánchez. Cuando le pregunté por el señor Otegi y por el silencio de la izquierda abertzale, fue como si le hubiera pisado el callo. El señor Otegi había estado en la cárcel y eso lo convertía en un líder intocable. “¿No será que ha habido intercambio de cromos?, pregunté yo inocentemente”. Entonces se lió parda… Mi primo se levantó indignado de la mesa y salió de casa, porque no soportaba tales acusaciones contra ese hombre, que lo había dado todo por el pueblo…. Y es que no os he contado, pero mi primo tiene varios títulos que se ha puesto a sí mismo: es progresista, es de izquierdas y es abertzale. No hacen falta evidencias que fundamenten esos títulos, nadie te exige pruebas y lo digo por experiencia, porque yo también me he puesto títulos en varios momentos, que se me han ido progresivamente cayendo por el camino. No me sorprendería que mi primo tuviese también los de feminista, ecologista, pacifista y miembro de la Asociación de Amigos de Greta Thunberg (si es que eso existe)… porque a mi primo le gusta mucho ir a la moda, le hace sentir seguro. Eso también le da una cierta habilidad para cambiar de discurso en un “ti-ta”, como se cambia de moda, sin sonrojarse, dependiendo de cómo vaya soplando el viento.

Mi primo volvió a la mesa, estaba indignado: “Pensaba que eras más inteligente”, dijo para retomar el tema. Él conocía ya mucha gente como yo, que pensaba que todo lo que contaba el Gobierno era mentira. También conocía a los otros, los del otro extremo, los que consideraban que el Gobierno todavía no había impuesto suficientes restricciones. Mi primo estaba en el justo término medio, el del Gobierno, el de la Sexta, el de los inteligentes.

Han pasado dos años desde entonces. Mi primo, a pesar de las recomendaciones de Sánchez, “el salvador”, y de Otegui, “el mártir”, no se ha vacunado. Aunque no ha cambiado su discurso, ya no lo defiende con tanta vehemencia. Hace poco estuve con él. Acababa de pasar un gripazo. Fue a hacerse la PCR, porque le convenía para cogerse una baja. Yo también acabo de pasar la gripe, pero yo no he ido a hacerme la PCR. Mi primo me ha vuelto a recordar lo idiota que soy (desde el cariño, claro), porque él ahora, que tiene un PCR positivo, dispone de un QR para entrar en todos los establecimientos que quiera.

Y es que, tampoco os he dicho, pero mi primo, además de ser muy listo, muy solidario y cívicamente responsable, es un gran amante de los bares y de la vida nocturna y si eso se lo quitan, entonces, ¡sí que se va a liar! Espero, por su bien, que cuando se le caduque el QR, pille otra gripe (o COVID, como se dice ahora) y pueda renovarlo, porque si no, se va a tener que vacunar para entrar en los bares y… no sé si está seguro de que eso sea tan bueno…al fin y al cabo, la gripe no ha sido para tanto.

“Bueno primo, gracias por todos tus sabios consejos”, dije a modo de despedida. “Y a ver cuándo Súper Sánchez y Súper Otegi, con la inestimable ayuda del virrey Urkullu y sus “chorrocientos” asesores especializados en no se sabe qué, terminan de resolver este entuerto, porque, pa’ lo listos que sois, os está costando un huevo resolverlo, ¿no?”.

No creo que esta situación vaya a resolverse juzgando quién tenía razón, porque no es una cuestión de razones, ni de inteligencia, es una cuestión de justicia y humanidad. Reconozco que en una batalla tan dura y tan larga, hay que saber ser estrategas, saber cuándo hay que salir a pecho descubierto y cuando es mejor esperar en las trincheras, utilizando la técnica del camaleón si hace falta, sin dejar de construir, pero esperando el momento propicio para salir a asegurarse la victoria. No comparto la perspectiva de mi primo, pero de todo lo que me va a tocar aprender en estos años, creo que también estará el “arte del camaleón”.

Si tuviera que elegir un epitafio para mi primo, sería este: “Eso ya lo sabía yo”.