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OPINION

Para qué sirve un intelectual – Alejandro Fernández Aldasoro

  • La opinión de Alejandro Fernández Aldasoro
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Para qué sirve un intelectual

Cuando en septiembre de 2020 unos hombres vestidos de astronautas detuvieron a una surfista en la playa de Gros (una mujer asintomática pero involucrada en la dichosa enfermedad por esos famosos test que ya han sido descartados en EEUU por inespecíficos) y se la llevaron entre los aplausos de la gente, algunos ya vimos la presencia del fascismo. Porque el fascismo no son unos frikis levantando la mano y llevando banderas ridículas, sino vecinos delatando a vecinos y jaleando la intervención arbitraria de la autoridad como si ellos también formaran parte de algo importante.

Por aquel entonces ya empezaron a llegar vídeos distópicos en los que se anticipaban las siguientes etapas por la que pasaría la sociedad si nadie lo remediaba: unas semanas de confinamiento, luego unos meses, unas semanas de limitaciones en la libertad de circulación y reunión, luego unos meses, un pinchazo, luego dos, luego tres, un pase para el ocio nocturno, un pase para cobrar la pensión, un despido del trabajo por falta de responsabilidad, una pérdida de la custodia de los hijos por no hacer lo que más les conviene, etc. Es verdad que algunos de esos pasos ya se estaban dando, pero la mayoría de los pronósticos parecían una marcianada.

Pero se fueron cumpliendo.

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Hemos visto adoptarse, una tras otra, medidas absurdas, inútiles y liberticidas al mismo tiempo que han quedado desveladas las verdaderas caras de muchas cosas en las que más o menos creíamos. Hemos podido ver con toda claridad el contexto que hay detrás del dominio sanitario, informativo y económico, y de paso también la realidad de cada uno de nosotros. No ha sido agradable, y muchos hemos experimentado una pérdida de pie, una especie de exilio de la vida cierta, un duelo por todas las cosas que ya nunca serán igual.

En mitad de este manicomio, se ha echado en falta a médicos que nos dieran consejos sobre cómo aumentar la salud en vez de dictar medidas únicamente para luchar contra la enfermedad, pero también se ha echado en falta a todos esos intelectuales que nos venían asesorando sobre temas diversos a través de charlas, micrófonos, posts, cátedras y artículos de prensa. Esa lista de listillos es personal, cada cual tiene la suya, pero todos tenemos en mente un grupo de notables: referentes de la izquierda, periodistas de renombre, líderes de opinión, tuiteros, conductores de programas de radio y televisión, escritores, filósofos, poetas de la libertad, artistas plásticos y cansautores varios.

Todos estos que hablaban con esdrújulas y con alguna cita en latín o lemas rockeros sobre el amor y la verdad, sobre la belleza y la autodeterminación, todos estos que habíamos constituido en faros que abastecían de luz los rincones de la realidad y en imprescindibles pepitos grillos del mundo contemporáneo, ¿dónde han estado cuando el gobierno compró los medios de comunicación y se instauró la mentira y la censura institucionalizada, cuando se prohibió el debate científico, cuando se eliminaron los derechos fundamentales y se sustituyeron por el bien común, que es la coartada de todos los totalitarismos, cuando la coacción y la segregación contra los que no querían vacunarse alcanzaron unos niveles demenciales? No los hemos leído ni escuchado. Una de dos: o no han visto por ninguna parte la gravedad de lo que ha sucedido o lo han visto y han callado por la razón que sea, por miedo irracional, por desinterés, por conveniencia, o tal vez por esa subvención de la cultura según la cual demasiados intelectuales tienen un carguito en alguna parte, un despacho, un puesto de bibliotecario, una beca, una tertulia o una columna chula en un periódico patrocinado por la autoridad. Que no sé qué es peor: si no ver o si ver y callar.

Algunos han seguido con sus cosas como si nada, pero otros se han reído de nosotros por ejercer la independencia de juicio sobre la que ellos glosaban antes sus peroratas. Nos han llamado peligro público, nos han acusado de sobreactuación infantil y de banalizar el nazismo porque no hemos podido entrar a los bares durante un mes. Pues vale. Puede que sea una cuestión de grado. Si no es nazismo el que se bromee en la tele sobre la posibilidad de ponernos una pegatina de no inoculado y pasarnos por un lanzallamas o el que mis hijos se queden fuera de un cumpleaños porque son unos niños tóxicos matabuelas, tampoco debería llamarse intelectual a quien a no se ha enterado o no se ha querido enterar de que la amenaza no era hacia la salud sino hacia la libertad.

Ya me dirás para qué los necesitamos entonces. Para qué sirven los intelectuales si no es para detectar la llegada del mal y avisar de ello a la gente corriente. Para alertarnos y alentarnos. No lo han hecho. Cuando más los hemos necesitado, no han estado a la altura.

Y va a costar un poco volver a tomarlos en serio.

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Karlo
Karlo
2 años

Intelectuales que usan el cerebro como Haber, Tener, Poseer. Sabiduría, academicismos, en vez de Vivir y Ser Sabios.
El Tener en contre del SER.
El Capital en vez de la Ser Humanidad, y Ser Ecosistema, Gaia!

Karlo
Karlo
2 años
Respuesta a  Karlo

Akatsak barkau…

Bambam
Bambam
2 años

Buen artículo.
Elegante. Sin citar a nadie. No hace falta porque todos conocemos bien a estos “Intelectuales” (y “artistas” y “periodistas”) vendidos y comprados al peso.
Vergüenza de género humano con el que tenemos que convivir tapandonos la nariz.
Sigue escribiendo.

EnekoAhíVaLaHostiaPues
EnekoAhíVaLaHostiaPues
2 años

Genial artículo.

Dr.fin
Dr.fin
2 años

Brillante… y tienes Razón, aflora la Realidad, quizá nunca lo fueron.

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