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OPINION

La falsa virología y una visión realista desde el terreno – Almudena Zaragoza

Por Almudena Zaragoza. Bióloga Nº Col. 19086M

Pelicula del año 2011. Director Steven Soderbergh, guión Scott Z. Burns.

La muerte del Premio Nobel Luc Montagnier reabrió viejas heridas y nuevos debates, que podéis seguir aquí y aquí.

En este caso escribo este artículo para mi amigo Jesús García Blanca, que ha dedicado gran parte de su vida y carrera profesional a desmontar la «teoría de los gérmenes» que propone que son los microorganismos los causantes de la mayoría de las enfermedades. Propuesta por Louis Pasteur en el siglo XIX y reforzada por Robert Kock y sus famosos postulados que hicieron que recibiese el Premio Nobel en 1905, a día de hoy, es la bandera de dominio más absoluto de la medicina y del gigante de la farmaindustria. Un negocio redondo, que nos obliga a vivir enfermos, medicalizados y con miedo a murciélagos, pangolines, monos y demás «transmisores potenciales de virus y bacterias».

Para completar este relato del terror, se necesita un lenguaje bélico, con el que describir a la naturaleza, «nuestra enemiga zoonótica», y para este fin, Hollywood se encarga de mantener y fomentar el concepto de contagio (virus y bacterias que viajan de un humano a otro, enfermándolo)Al escucharlo nos viene a la mente un mono, zombies, trajes de bioseguridad, enfermedad y muerte ¡Qué grandes guinonistas! Tan grabada está en nuestra mente esta visión de los microorganismos, que el mundo desde el año 2020 al 2022 ha estado parado y vestido con guantes, mascarillas y paneles de separación. El murciélago y el pangolín, con la sombra de un siniestro laboratorio en Wuhan, hicieron todo el trabajo. Deberían darles el Nobel a estos guionistas, con ellos, no necesitamos a la Ciencia, ni al sentido común.

Lo cierto es que la realidad, como se suele decir, supera la ficción y detrás de estas películas de terror hay un sórdido negocio disfrazado esta vez de noble propósito «la prevención de enfermedades» o más concretamente las vacunas. Y como las bacterias están más o menos controladas con los antibióticos y el concepto de microbioma (conjunto de bacterias que pueblan todas las superficies del ser humano, imprescindibles para la vida) está cada vez más extendido en medicina, han dejado de ser el principal objetivo a ser herradicado.

Por este motivo, necesitábamos un nuevo enemigo al que combatir: los virus. No están vivos, son invisibles e invaden nuestras células como parásitos intracelulares obligados (así se definen en los libros de texto de los adolescentes) grabándose a fuego, muy convenientemente, en la mente inmadura de los jóvenes.

Resulta que cuando Pasteur y Jenner experimentaron con sus primeras vacunas contra el virus de la rabia y el de la viruela (ambas fracasos totales que sólo causaron damnificados y muertos), no sabían de la existencia de los virus. Pero sus fracasos y en el caso de Pasteur también fraude, son parte del relato épico de estos falsos salvadores de la Humanidad. Un relato que ni ellos supieron en vida, ya que fue Dmitri Ivanovsky, un biólogo ruso el que describió lo que él denominó «tóxico acelular» más pequeño que las bacterias en 1892. Tampoco él sabía lo que eran los virus, pero afirmó que esta toxina debía ser la causante de lo que hoy se conoce como «el virus del mosaico del tabaco», quedando como el descubridor de los virus. Ahí comenzó la falsa virología.

La falsa virología es una enorme estafa médica y biológica, una maquinaria destinada a culpar a cualquier secuencia génica de ser causante de enfermedades. Parte de un paradigma totalmente erróneo, «la teoría de los gérmenes» y sólo se dedica a intentar confirmarla contínuamente, como no lo consigue, ha ideado una metodología totalmente artificial, fraudulenta, que haga de pilar al lucrativo negocio de las vacunas.

Quizás una de las etapas más oscuras de la histroria de la humanidad relacionada con los virus, comenzó tras el descubrimiento del virus del VIH y su presunto aislamiento en 1983. Ya que sentó las bases de una metodología vestida de ciencia, que se transformó en uno de los fraudes científicos que más muertes han causado en la historia gracias al uso de los antirretrovirales, los medicamentos antivida.

En el año 2000 el expresindente americano Bill Clinton anuncia el primer borrador del genoma humano, un trabajo de 13 años que ha revolucionado nuestro mundo y el conocimiento sobre la vida. El bombazo publicado en la revista Nature en 2001 fue épico, nuestro genoma contenía secuencias bacterianas y víricas (aconsejo leer el maravilloso artículo del Dr. Máximo Sandín sobre Las sorpresas del genoma).

La definición de virus debería haber cambiado radicalmente si la ciencia fuese honesta, ya que no tiene ningún sentido que nuestro genoma, nuestra información como seres vivos, sea un tóxico patógeno o un parásito. Pero no sólo nos quedamos ahí, se empieza a secuenciar el viroma humano (virus que están el la piel, mucosas, intestino delgado, grueso, heces, etc.) y se encuentran miles de millones de fragmentos de información. Se estudia el océano, la tierra y cada rincón del planeta y se encuentran cifras estratosféricas de partículas virales (del orden de 10^8 por mililitro de agua). ¿Si son los asesinos que nos cuentan, por qué están por toda la Tierra? Biólogos honestos han propuesto que son un reservorio de información génica para generar vida, editores de genomas, claves en la evolución de los seres vivos, que su función es para que las bacterias tengan la información necesaria para poder hacer los ecosistemas habitables, que son mensajes para la comunicación entre bacterias, que forman parte de los ciclos biogeoquímicos del planeta a modo de materia y energía. Se sabe que participan en la nucleación de las nubes, contribuyen al ciclo del agua, del nitrógeno, del carbono, incluyeron los genes de la fotosíntesis en las bacterias, etc. Esto se aleja mucho de la película de terror propuesta por los guionistas de Hollywood ¿Verdad? (Todas estas referencias podéis revisarlas aquí).

Pero entonces, si se tiene más o menos claro, ¿qué está pasando? Un biólogo oficialista te contestaría que no todos los virus son patógenos, que son sólo unos pocos y te citaría la viruela, la rabia, el SARS, etc. Todos ellos comparten cosas en común, la más importante es que su secuencia génica es idéntica a partes de nuestro genoma y no sólo del nuestro, si no del de los animales también, sobre todo de los mamíferos.

La mal llamada «Ciencia» al servicio de las farmacéuticas ha creado un sistema en el que se elige un fragmento del genoma humano y se crean experimentos artificiales para añadir a otro presunto virus maligno a la lista para combatir. Esta metodología consiste en secuenciar un fragmento de material genético que dicen encontrar en un paciente enfermo, lo multiplican con la técnica PCR haciendo miles de copias con las que poder trabajar, las inyectan en células animales o humanas modificadas, éstas tienen que tener la capacidad de dividirse indefinidamente. Incluyen todo tipo de tóxicos a estos cultivos, ácidos, antibióticos, etc. Y si las células mueren, a lo cuál se llama «efecto citopático», se interpreta que ese fragmento es el causante de la muerte celular. La secuencia «culpada» se almacena en una base de datos y queda para la posteridad, como patógeno malvado. Como en la mayoría de ocasiones secuencias similares se encuentran en animales, añaden la zoonosis incluyendo a la naturaleza, nuestra enemiga, como parte del cuento de terror y entonces los reservorios de virus patógenos son los animales. El chimpancé en el caso del VIH, las vacas o caballos de la viruela, los murciélagos del SARS y una larga lista.

Las principales pegas de este falso método son por un lado, que nunca se consige aislar la partícula viral presuntamente culpable y lo que se separa es una mezcla de ácidos nucleicos pertenecientes a las células del paciente. Por lo que no se sabe bien si ese fragmento es en realidad el patógeno que se busca. Y después, no se hacen experimentos de control en los cultivos que permitan excluir los tóxicos que se añaden a éstos, como causantes de la muerte celular. Por lo tanto, todos los aislamientos de presuntos virus patógenos son fraudulentos. Además y para colmo, se obvía de forma intencionada que nuestro genoma está compuesto de virus y que es totalmente normal que estén ahí.

Pero estas prácticas fraudulentas, no significan que no existan los virus amigo Jesús, ya que estas secuencias se detectan y se caracterizan e incluso se sabe la función de muchas de ellas. El nombre no les ayuda, porque no define a estas biomoléculas prodigiosas, pero si lo cambiamos, parecerá que hablamos de otra cosa y jamás caerá la «falsa teoría de los gérmenes».

Y nos faltaría por aclarar, para los neofitos, si los virus no son patógenos ¿De qué enferma la gente? Pues habría que remontarnos a Claude Bernard un biólogo y médico francés que en el siglo XIX, en contra de las falacias de Pasteur anunció la «teoría del terreno», la enfermedad sería un esfuerzo del organismo por llegar a un estado de homeostasis (equilibirio, salud), un desequilibrio en las funciones físico químicas del cuerpo y la causa de dichos desequilibrios estaría en el terreno (el medio ambiente).

Virus y bacterias están en el terreno, son parte de la vida, son consecuencia y no causa de las enfermedades como nos explica el Dr. Máximo Sandín, en su último trabajo donde define a los virus e introduce un concepto rompedor y muy coherente, que es la célula la que sintetiza los virus y usa sus componentes ya que sin la compleja maquinaria celular, no se puede sintetizar el material genético y la cápside. Cito textualmente:

«Resulta que, como es lógico, es la célula, la compleja maquinaria celular, la que utiliza los componentes de los virus. Esto puede parecer una herejía para los defensores de la idea de los virus como malvados estrategas, pero ¿se han parado a pensar por qué unas células determinadas tienen en su membrana unas moléculas receptoras para atraer a unos virus determinados, con unas moléculas concretas en su cápsida y que “se anclen” en ellas?

Para comprender los fenómenos biológicos es conveniente ponerlos en un contexto evolutivo, es decir, intentar comprender por qué son así, por qué están ahí. Pero antes, creo conveniente advertir a los científicos que hacen estas interpretaciones de las estrategias, las intenciones y la maldad de los virus, de que puede que se traten de la consecuencia de la concepción de la Naturaleza que nos han inculcado en nuestra formación. Una visión sórdida competitiva y egoísta de dos clérigos anglicanos (Malthus y Darwin) que la inventaron hace más de doscientos años. La realidad es que los virus han estado implicados en la evolución de la vida desde su mismo origen.

Como consecuencia de su papel determinante en la evolución de la vida, los genomas de los seres vivos están constituidos en su mayor parte por virus endógenos, es decir virus, fundamentalmente retrovirus, que han ido insertando sus secuencias genéticas en los cromosomas y sus derivados, los elementos móviles, secuencias repetidas, “elementos dispersos” cortos y largos, intrones… Se ha comprobado que algunos virus endógenos (y también algunos elementos móviles) pueden reconstruir su cápsida y salir de la célula ante algún tipo de estrés ambiental».

Cuando leo que por el hecho de no haberse aislado virus patógenos, los virus no existen, me resulta tan reduccionista y poco acertado, que creo que no hace ningún favor a la Biología y al Nuevo Paradigma que queremos difundir. Los virus existen, se han detectado, caracterizado y secuenciado, no se han aislado como un patógeno porque no lo son. Son parte de la información genética del organismo, no son asesinos, pero están ahí y hay que atrubuirles la función biológica que tienen.

Y sin más, espero que esta aportación ayude a aclarar y enriquecer el debate sobre estas fantásticas biomoléculas que contienen la información de la vida.

Almudena Zaragoza, bióloga

Fuente: Biólogos por la Verdad

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