LA OPINIÓN DEL BERBERECHO – Fernando López-Mirones
- Escrito por Fernando López-Mirones, biólogo y divulgador científico
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LA OPINIÓN DEL BERBERECHO
Inventaron un concepto que ha permeado en la población de forma prodigiosa como algo negativo: la verdad absoluta.Cuando te dicen que quieres tener la “verdad absoluta” es un insulto. Analicemos. Estas aparentemente inocuas expresiones contienen un profundo significado místico.
¿Desde cuándo la verdad máxima es algo a lo que no se debe aspirar?
Simultáneamente, se da una sobrevaloración de eso a lo que llaman opinión; “respeto todas las opiniones” se suele oír ¿todas?
Entonces, si la verdad absoluta no existe y las opiniones son igualmente valiosas vengan de un sabio o de un ignorante ¿a qué tipo de sociedad nos conduce esto?
En efecto, a una que no valora la sabiduría, ni la reflexión, ni el estudio, ni el talento… Si todo lo que requiere esfuerzo no se valora porque al final la opinión de cualquiera vale lo mismo ¿para qué hacerlo? Basta con “opinar” como a uno le dé la gana y uno ya es biólogo, entrenador, economista, político, psiquiatra y sociólogo.
Estas máximas se instalan en los jóvenes determinando su pensamiento. Se consolida la percepción de que las carreras no sirven para nada, ni leer libros, ni escuchar música clásica, ni visitar museos, y mucho menos leer filosofía.
Sin cultura tampoco hay moral, y mucho menos ética. La honestidad es de perdedores. Si tienes un buen carro no importa cómo lo pagaste, lo tienes, eres un triunfador.
Recuerdo bien cuando la llamada farándula o prensa rosa era denostada por airear la vida privada de cantantes, músicos, pintores, escritores, bailarines, naturalistas, toreros, escultores y arquitectos. Eran gente que hacía cosas, eran famosos por sus obras, eran artistas o profesionales antes que personajes populares.
Hoy los nuevos famosos son los hijos, nietos o ex parejas de aquellos, su único mérito. La mayoría no han hecho nada en su vida.
Curioso que mientras mucha gente critica a la realeza por ser hereditaria, a la vez ensalce a esas nuevas dinastías de los Jurado, los Flores, los paquirrines y otros tantos cuyos únicos méritos a menudo son ser hijos, nietos y ex parejas de alguien que hacía algo.
Y se inventaron la palabra influencer, que antes era influyente o influente.
A mis alumnos les muestro que mis influyentes de niño y adolescente eran Félix, Cousteau, Attenborough, De la Quadra Salcedo, David Bowie y Gerard Durrell… casi todos “señores mayores” y tirando a feos que hacían cosas prodigiosas que nos causaban admiración.¡Miren el aspecto que tenía Cousteau! Y los niños adorábamos a ese señor con cara de gárgola, envejecido, porque lo que contaba entonces era su talento, sus obras, sus consejos… y no su físico. Hoy se triunfa más estando bueno que siendo bueno. Los jóvenes siguen a influyentes guapos por fuera, siendo secundaria su cultura y obras.
Por tanto ¿para qué perseguir la verdad si se está bueno?
Cuando la humanidad deja de creer en la verdad y se centra en las opiniones, nuestra civilización degenera haciéndose vulnerable a engaños masivos como el Cuento del Pangolín.
La verdad absoluta existe, y nuestra obligación como seres pensantes es tratar de acercarnos a ella todo lo posible, aunque jamás la alcancemos.
En matemáticas hay dos conceptos similares a la verdad, que son el cero y el infinito. Son casi imposibles de alcanzar, pero tan reales que forman parte de fórmulas matemáticas y cálculos de ingeniería. Decir que el cero no existe, o decir que el infinito no existe, es tan falso como aseverar que la verdad absoluta no existe. Sin verdad absoluta la vida no tiene sentido y retrocedemos a un estado de mamíferos inferiores, incluso de invertebrados. Siendo así, un berberecho y un niño moderno comparten esa misma creencia, y la opinión de ambos es igual de respetable. Un aullido
Leer a este hombre es un placer. Gracias Fernando.