Desde los confinamientos el mercado mundial viene dando signos de fragmentación, e incluso en Europa la cohesión entre los 27 miembros de la Unión Europea deja mucho que desear, tanto en el sector financiero como en el industrial, tal y como adelantan nuestros compañeros de mpr21.
La Comisión Europea intenta encontrar una respuesta unificada para preparar al continente para un invierno sin gas ruso peero, como venimos anunciando, algunos Estados miembros se niegan a ayudar a los más afectados por la interrupción del suministro de gas ruso y otros, como Hungría, prefieren recurrir a Rusia antes que ceder ante Bruselas.
Algunos países, como Alemania, están muy expuestos a la caída de los suministros de Moscú y llaman a la solidaridad, mientras otros se niegan a ello. “A diferencia de otros, España no ha vivido por encima de sus posibilidades en materia de energía”, dijo Teresa Ribera, ministra de Transición Energética, en referencia a la forma en que Berlín, en particular, hizo pagar a varios países del sur por haber “vivido por encima de sus posibilidades” en 2008.
Junto con Grecia y Portugal, Madrid rechaza el llamamiento a la reducción del consumo energético de la Comisión Europea para ayudar a los países más afectados por la crisis. “No podemos hacer un sacrificio desproporcionado sobre el que ni siquiera se nos ha pedido opinión”, dijo Teresa Ribera.
En una entrevista concedida al diario Público, el Secretario de Estado de Medio Ambiente y Energía de Portugal, Joao Galamba, afirmó que el gobierno “no aceptará” una propuesta que calificó de “insostenible” y “desproporcionada”.
La exposición al gas ruso de España y Portugal es muy baja. Han invertido mucho en energías renovables en los últimos años y tienen una gran capacidad de almacenamiento y regasificación de gas licuado transportado por barco. Su situación es diferente a la del norte de Europa. “Seremos solidarios, pero la solidaridad también significa que no haremos pagar a los portugueses para compensar el retraso de otros cuando podrían, como nosotros, haber invertido en renovables”, dijo hace unos días el primer ministro portugués, Antonio Costa.
Según Bruselas el ahorro energético permitiría ahorrar unos 45.000 millones de metros cúbicos de gas, una cantidad equivalente a la que faltaría si Rusia cortara completamente el flujo y en caso de un invierno especialmente frío. En estas condiciones, “las medidas unilaterales no conducen a nada efectivo y corren el riesgo de afectar a toda la seguridad energética del mercado único”, advirtió Frans Timmermans, responsable medioambiental de la Comisión Europea.
“Todos los Estados miembros sufrirán las consecuencias de una perturbación del mercado único. Por eso es importante que todos los Estados miembros contribuyan ahora al ahorro y al almacenamiento y estén dispuestos a compartir el gas con otros vecinos en caso de interrupción. La solidaridad energética es un principio fundamental de nuestro tratado”, añadió Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea.
En caso de escasez grave en las próximas semanas o meses, la Comisión Europea hará obligatoria la reducción del 15 por cien, una medida que sería rechazada por una mayoría cualificada de Estados miembros.
Las sanciones económicas han tenido un efecto contraproducente en Hungría, que se ha acercado a Rusia tanto como se ha alejado de Bruselas. Hungría importa el 80 por cien de su gas de Rusia y se beneficia de precios favorables.
Es una gran paradoja, muy difícil de justificar: mientras Bruselas teme que Rusia corte el grifo, el ministro húngaro de Asuntos Exteriores, Peter Szijjarto, ha viajado a Moscú para discutir nuevas entregas de gas.
Bruselas hace llamamientos a la unidad europea porque tal unidad se empieza a desmoronar. Sin embargo, siempre ha tenido y sigue teniendo otra opción: abrir el grifo del Nord Stream 2, cuya apertura lleva paralizada desde antes de la Guerra de Ucrania.