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¡Increíble! Liu Sivaya sale en defensa del Alcalde de Madrid a pesar de que llamase “bastardos” a sus compatriotas

Escrito por Liu Sivaya (vía Telegram)

En defensa de Almeida o la nada política

Llevo un tiempo dándole vueltas. El pasar un mes en Donbás, dos en España y volver a repetir da para mucho, incluidas, claro está, las reflexiones.

Hay algo que Donbás dejó en mí, espero de corazón que para siempre: la pasión por la autenticidad de las cosas. De repente, cuando un misil puede sorprenderte en cualquier esquina, te das cuenta de cuántas imbecilidades hemos estado vistiendo de derechos humanos. Y entonces valoras la autenticidad de aquellos políticos que aún te ofrecen de forma absolutamente genuina lo más valioso que tienen: su experiencia y, sobre todo, su sincera opinión. ¡Los hay que tienen opinión! Flipas. En Europa más bien pocos. Pero en el mundo aún quedan.

Hace unas semanas vi una entrevista de Lavrov. El periodista (uno bien occidental) trataba de darle las vueltas que humanamente podía: “Es que de sus palabras parece que los rusos sois tan buenos… Unos ositos de peluche…” Y entonces Lavrov dijo una frase que se me quedó grabada: “No, los rusos no tratamos de parecer mejores, lo que no hacemos es ocultar ni falsear nuestra esencia. Somos lo que somos: que cada uno decida si le gusta o no”.

Volviendo a la tan sonada entrevista de Almeida… ¿Crees que esto podía pasarle a un político como Lavrov? ¿Que se quedaría ahí sonriendo mientras le decían que había que deportar a gente para participar en las hostilidades? ¿Que llamaría “bastardos” a una Nación entera por agradar a un politicucho de medio pelo por muy popular que fuera éste en el momento? Me lo imagino apagando la pantalla al décimo segundo. “¿Es usted imbécil o qué diablos le pasa?” sería probablemente lo más suave que pudiera decir. ¿Acaso os pensáis que Almeida no lo pensó?

Seamos sinceros. Un tipo tan sobradamente inteligente como José Luis estoy convencida de que desde el primer momento pensó y volvió a pensar que estaba hablando con un declarado imbécil de tres pares…de imbéciles. “Lo que hay que aguantar”, muy probablemente pensaría una y otra vez. Pero aún a pesar del sentido común…lo aguantó.

He aquí el drama de nuestra época: no tenemos políticos que se atrevan. Así en general. A nada. Prefieren escuchar gilipolleces, quedándose callados cual pasmarotes a levantarse, arriesgarse y soltar la frase que deberían repetir mucho más para ser realmente representativos del pueblo al que gobiernan: “¿Es usted subnormal o qué diablos le pasa?”

Tanto vosotros como yo sabéis que como pueblo aplaudiríamos hasta rabiar. Y es que ahora, en plena época de se supone que liberación tenemos a los políticos más encadenados de la historia. Tienen miedo hasta de su sombra porque cualquier cosa que hagan o digan puede terminar ofendiendo a unos 20 colectivos por lo menos.

¿Generación de cristal? Qué va. Nos llamamos así porque aún no hemos apagado suficientes televisiones. ¿Por qué os creéis que están empeñados en convencernos de que en nuestro mundo de verdad importan los bancos de colorines? ¿Habéis paseado por la ciudad media española? ¿Están tan llenas de sollozos y purpurina como los platós de las televisiones? Sabemos que no.

Lo que pasa es que enseñar purpurina es mucho más llamativo que mostrar tractores. Esconden a la gente promedio para que parezca que lo que estamos viviendo a día de hoy es el colorido despertar de la sociedad más extraordinaria jamás conocida. Y la sociedad, queridos míos, sigue siendo la misma: la española. Y el 95% de la misma quiere exactamente lo que querían sus abuelos. Y son exactamente (y a mucha honra) lo que sus abuelos eran. Solo que nos lo esconden porque de ahí, de las cosas sencillas y auténticas se sacan demasiado pocas subvenciones para lo que a nadie le importa en realidad. Y así no se puede. Porque así, colorín colorado, el cuento de unos pocos se ha acabado…

La sociedad española es una de las más tolerantes y abiertas que he conocido más. Lo cual como española que me siento me llena de orgullo todos los días que paso en esta maravillosa tierra.

Sí es una sociedad abierta, pero no es la sociedad abierta a tonterías sin sentido ni razonamiento que las televisiones se empeñan en pintarnos de arcoíris.

Y es que en todo caso la apertura debería ser siempre hacia la libertad. Que cada uno haga lo que quiera mientras no moleste a los demás. Y que cada uno sea libre de no mostrarse partidario de la acción X u opinión Y. ¿No sería maravilloso?

Pues bien. ¿Era Almeida realmente libre de llamar imbécil al que se suponía que era el alcalde de Kiev por el mero hecho de que así lo opinara (él y todo el que escuchara la entrevista)? ¿Son los políticos, activistas, actores, etc. de hoy en día libres de mostrarse quienes son y de decir lo que opinan sin recibir por ello el castigo social más ejemplar jamás visto?

Y es que para unos, ¿veis?, es cuestión de parecer los mejores. Para otros, sin embargo, es cuestión de tomarse la libertad de mostrarse exactamente como son.

Y aquí, en plena Europa en pleno siglo XXI le llamamos progresismo al acomplejamiento generalizado de los primeros y tiranía a la libertad genuina de los segundos. Pero, a vosotros mismos, confesaos: si tuvierais que elegir, ¿a cuál de las dos actitudes definiríais como Libertad?

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