Escrito por Ana Alcalde

Los actos que nos llevan al cambio: La historia de la maestra que protegió a sus alumnos

Cuento esta historia porque siento que lo merece. Soy madre de dos, el mayor en edad escolar. El curso de 2020-2021 lo pasó en casa. Pero el pasado -por motivos varios- tuvo que ir al colegio. Fue su primer y último año de Educación Infantil así que estuvo exento de llevar mascarilla. Solo se la ponía para entrar y salir del centro y esto ya me disgustaba. He contemplado atónita y con dolor cómo mes tras mes, los niños de Primaria tenían que mantenerlas incluso en el recreo y cómo todos los docentes del colegio de mi hijo y todos los docentes de todos los colegios que conozco se mostraban conformes e impasibles con la atroz medida. Cuando se publicó el estudio de la Universidad Politécnica de Catalunya en el que se demostraba que las mascarillas no solo no protegían sino que podían favorecer el contagio (sumándose a otros estudios y declaraciones de profesionales que advertían de la inutilidad y de lo perjudicial de imponer esta obligación a los niños) pensé: “Alguien dirá o hará algo ahora.” Pero no. También podría haber sido yo ese alguien, pero me he pasado el primer año de colegio de mi hijo callada; me he frenado todas las veces que he querido manifestarme por una sola razón: la de proteger a mi hijo de las represalias de algún adepto a este sinsentido que hemos vivido. Detrás de mí “no acción” hay un claro sentimiento: miedo. Y seguro que en muchos de estos docentes que han callado ha habido lo mismo: miedo a ser juzgados, miedo a ser rechazados, miedo a ser destituidos, miedo a ser suspendidos. Si alguno me está leyendo ahora, que sepa que le comprendo.

Aún así, siempre hay alguien valiente, con visión, sentido ético, amor propio, fuerza o entereza, o un poco (o un mucho) de todo que dice “No” al abuso y al maltrato. Cuando supe de esta historia me emocioné, sentí esperanza por nosotros los humanos. Una maestra y directora de un centro educativo de un pueblo de Jaén, entre el amor y el miedo, eligió el lado del amor y luchó por proteger el bienestar de sus alumnos y el propio. Lo hizo amparada por los padres de estos niños que en el ejercicio de su patria potestad opinaron de modo diferente al criterio -ya sabemos que erróneo y perverso- de la administración. Pero la administración no respetó la libertad de todos ellos y el derecho de todos ellos a la salud. Nada nuevo. 

Esta docente valiente fue acosada, destituida y suspendida de su trabajo.

Hasta el 5 de septiembre puedes leer su historia en https://www.scabelum.com/mamenramos

En esta plataforma se estarán recaudando fondos, también hasta el 5 de septiembre, para hacer frente a los gastos derivados de las acciones legales que ha emprendido para responder al maltrato recibido por parte de la administración.

Por lo pronto, gracias a su heroica actuación y a posteriores negociaciones entre los padres y la inspección, los niños y las familias de este centro educativo estuvieron libres de esta imposición durante el pasado curso escolar. Esto me lleva a confirmar que nuestra realidad la creamos nosotros, que podemos unirnos para aportar y apostar por la sociedad que soñamos al igual que se unieron esta directora y las familias del centro para reivindicar los derechos de estos niños.

Cuento esta historia con el deseo de que a muchos nos haga crecer en valor. Hay esperanza. Seamos esa esperanza con pequeños o grandes gestos. Gracias.

Ana Alcalde