El biólogo Fernando López-Mirones cree que ha llegado “la hora de los ingenieros”, a quienes reta a dar un paso al frente
- Escrito por Fernando López-Mirones, biólogo y divulgador científico
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LA HORA DE LOS INGENIEROS
La pelea dialéctica que se acerca va a ser esta vez con los ingenieros. El siguiente ataque de la Agenda 2030 necesita de su colaboración. Si nos parece que los médicos son endogámicos en su mundo, esperen a ver a este otro colectivo corporativo, cuya característica más llamativa es que, como los galenos, también creen que lo saben todo de lo suyo y negarán por defecto todo sin haberlo investigado.
Ningún gremio acepta de entrada que se descubra conspiración alguna dentro del espacio al que han dedicado sus vidas. Niegan, como hicieron los médicos en la plandemia: ¡no puede ser! Tienen disonancia cognitiva, es muy duro descubrir con 40, 60 años que lleva uno toda la vida trabajando en algo y no se ha dado cuenta de que ha sido manipulada su disciplina, y que aquellos a los que consideraba poco serios o excéntricos , tenían razón.
Hace falta tiempo. Pero sobre todo es imprescindible considerarlo antes de responder a degüello. Si yo sé el lado oscuro de las ONG, la conservación, el Medio Ambiente, el cine español y tantas otras cosas, por ejemplo, es precisamente porque estuve dentro muchos años, lo vi todo, y me salí. Pero toda una vida trabajando en un hospital, o en una gran empresa aeronáutica, con el reconocimiento, las amistades y los buenos ratos, no son fáciles de traicionar solo a causa de la verdad. Hay que ser de una pasta especial de la cual hay pocos.
La falacia de autoridad, el creer que por vivir en Madrid uno es experto en el Museo de El Prado, es un obstáculo con el cual nos encontramos siempre. Ejemplos que todos entendemos serían un militar que descubre que su ejército no es limpio, o un religioso al que le dicen que su iglesia es falsa. Cuantos más años lleven dentro, menos lo van a ver. Por tanto los iniciados en cualquier disciplina tienden a defenderla por corporativismo, y lo hacen sin invertir un solo minuto en cuestionarla.
Millones de biólogos siguen creyendo en los virus tal y como nos los enseñaron en la universidad, donde nos engañaron a todos. Volver atrás a revisar eso exige un gran esfuerzo que pocos estamos dispuestos a hacer. Sobre todo si descubrir las verdades incómodas implica un cambio de paradigma en lo que estuvimos haciendo con buena fe toda la vida.
La sociedad está corrupta por esta razón, todos defienden lo que hacen, ciegamente, se niegan a revisarlo, se ofenden, rechazan las nuevas perspectivas y desacreditan toda crítica con un “llevo toda la vida en esto y eso no es verdad”.

Si lleva toda la vida y no se ha dado cuenta es que forma parte del problema. El sistema ha sido diseñado para que muy pocos vean el proceso completo. La mayoría hacen eso porque les ha ido bien con su trabajo, su sueldo y sus ascensos; entonces ¿para qué cuestionar algo que me funcionó siempre y de lo que vivo estupendamente?
Cualquier trabajador de banca hace lo mismo si se le dice que trabaja para el eje del mal “solo soy un empleado”. Nadie quiere verse como colaboracionista necesario de un sistema asesino de almas.
Todos “hacemos nuestro trabajo” y queremos pensar que no es culpa nuestra.
Es un resorte biopsicológico humano de auto defensa, no queremos ver lo que nos inquieta, buscamos justificarlo casi todo, como los soldados en una guerra que necesitan creer que matan por justicia, necesitan un relato en el cual sean los buenos, porque sin él no podrían soportar la realidad. Por ese motivo se crea una camaradería en los ejércitos, y todo un sistema de creencias lleno de simbología. Así se consigue el efecto psicológico de que un soldado mate para defender a sus compañeros y a sí mismo, lo cual es biológicamente óptimo.
Los soldados que volvieron de Vietnam, como nos lo cuentan mil películas de cine, no pudieron soportar la realidad al darse cuenta de que fueron los malos. El síndrome de Vietnam llevó al suicidio, las adicciones y la locura a cientos de miles de ellos.
Lo mismo sufre un médico que descubre ahora lo que son realmente esas vacunas que ha recomendado a toda su familia, amigos y pacientes que ahora están enfermando y muriendo.
Para una buena persona eso es insoportable, por eso hay tantas bajas por depresión entre ellos, no es, como nos dice el relato oficial, por exceso de trabajo. El exceso de trabajo cuando a sido por una causa justa solo genera mayor satisfacción. Es el síndrome de Vietnam llevado al Covid lo que les ocurre. Lo mismo la enfermería, la farmacia y la biología. Una realidad que es tan incómoda que hacen todo lo posible por no verla.
Ahora les toca a los que trabajan en medio ambiente, conservación, aviación, construcción de vehículos de todo tipo, ingeniería de energías, comunicaciones y electrónica. Todos grandes profesionales fascinados por su trabajo que CREEN estar del lado de los buenos y que SE NIEGAN a ver que pueden estar siendo utilizados para objetivos siniestros de control de sus semejantes.
Empezamos la lucha de nuevo, desde cero, en nuevos colectivos. Convencer a un ingeniero sin ser otro es prácticamente imposible, por eso, como a los médicos, los educan desde la universidad en la superioridad moral. Saben que no pueden decirlo pero se consideran a sí mismos por encima del resto de la humanidad solo por haber superado una carrera que el sistema hizo deliberadamente difícil para conseguir ese objetivo. Igual que los médicos.
Cuando un ser humano supera pruebas muy complicadas sale de ese proceso híper empoderado y adiestrado en la obediencia absoluta a lo que cree que es; jamás aceptará que alguien que no haya pasado por lo mismo le diga lo que tiene que hacer, fueron educados la en la soberbia intelectual más absoluta. Por suerte, muchos escaparon a tal aleccionamiento perverso.
En la disidencia de la plandemia me han ayudado muchos ingenieros porque para ellos enfrentarse a los médicos no tenía mayor conflicto; pero ahora cuando toque mirar hacia dentro veremos, porque esto es lo que cuesta.
Con este artículo no intento hacer ninguna crítica personal ni negativa, todo lo contrario; trato de invitarlos a un reto difícil, algo que les gusta, mediante la descripción de un fenómeno psicológico que pueden descubrir en sí mismos.
Criticar a la familia de otro es fácil, pero hacerlo con la propia exige una dosis enorme de humanidad.
Estoy seguro de que muchos lo van a lograr. Un aullido. Fernando López-Mirones, Telegram EL AULLIDO.
Totalmente de acuerdo. Imagino el reto que debe ser, para un biólogo darwinista, asumir que el darwinismo es otro fraude más.