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OPINION

La muerte nos está mirando a los ojos

  • Foro de Davos: El deshielo de la montaña
  • Escrito por Enrique Subercaseaux

La muerte nos está mirando a los ojos

Existe un divorcio creciente entre lo que deciden las elites globalistas y el normal transcurrir de las sociedades.

Se deciden guerras, se deciden pandemias y se deciden “correcciones económicas” sin apego a realidades objetivas ni lógicas sociales.

Es decir, se juega con factores psicológicos y con realidades que habitan solo la imaginación, y los deseos, de un grupo, más grande o más pequeño, de iluminados que actúa a golpe de ocurrencia y buscando velar por sus propios intereses.

Tomemos la crisis Rusia-Ucrania, por ejemplo.  Ambos lados tienen sus razones. Ellas no siempre son suficientemente claras y nítidas para sus propios nacionales. Y mucho menos lo son para un mundo que cada vez está más involucrado en las consecuencias de una guerra impensada.  Actores de fuera del circulo estimulan la crisis, siguiendo al pie de la letra el adagio oriental: “cada crisis presenta una oportunidad”.

Claro, oportunidad para unos pocos: para aquellos que están informados del desarrollo planificado de la misma, cuya traza es zigzagueante y depara sorpresas constantes.

Las oportunidades para unos son desgracias para la mayoría. Muerte que aun no se contabiliza. Vidas destrozadas, proyectos sobre los más variados temas que se han visto truncados. Y, junto a la muerte, marchan como alegres compañeros de ruta, el hambre, la peste y las epidemias.

Todo esto como si estuviésemos en el siglo IX o X. Como si nada hubiésemos aprendido de las ideas, modalidades y tradiciones que han tapizado todos estos siglos de saber, de búsqueda y de encuentros. Como si el hombre, mientras más sabe, más ignorare.

Es posible. Hay un deterioro, en los últimos años de la educación. Se prefiere perseguir ideas utópicas antes que frenarse con el corsé ajustado de lo que otros han descubierto, vía investigación y constancia, sobre los mas variados temas de la inquietud social.

Es, en toda regla, una rebelión contra la lógica que es comúnmente aceptada y que ha podido regular, con mayor o menor suerte, las relaciones y convivencia entre países y sociedades por muchos años.

Hoy, estamos en la antesala de un conflicto que tendrá (ya las tiene) ramificaciones globales. No hay respuestas y las preguntas son cada vez más atronadoras.

Luego, la pandemia. Nos ha visitado, y sigue en nuestra sala, una enfermedad que aun desconocemos. Ignoramos sus bordes, como exactamente muta y cual es su ciclo vital. Como si se tratara de una “peste” de la edad media.

Han desfilado tantas invenciones y tantos avances en la medicina. Tanta tecnología involucrada. La pregunta es: ¿el saber para el bien, o para el mal?

Un silencio ensordecedor mientras se alza una nueva ola de contagios, que nadie esperaba.

Mientras, familias se disipan, no pueden despedirse, se separan a la fuerza. Los fármacos, nuevos y antiguos, parecen no actuar de acuerdo a las prescripciones y se alzan los interrogantes que nadie se atreve a formular.

La guerra y la pandemia, dos alegres compañeros de marcha. De lucha.

¿Lucha contra qué?¿Marcha hacia dónde? Las voluntades y la resolución de una sociedad crecientemente anestesiada por el temor de disuelven en un pantano de indiferencia. Son temas ya conocidos y se generaliza un hastió.

Luego, como si lo anterior fuera poco, la inflación en los precios de los alimentos mas básicos. Siempre, con una variedad de razones. Como si fuese cosa simple, y sin consecuencias prácticas, lo que acontece.  Incluso se habla de cambios de dieta por distintas circunstancias y recomendaciones.

Se busca desandar lo que se había avanzado en este ámbito. Se busca destruir una zona de confort, y de gustos, que se han ido adquiriendo a lo largo de décadas y centurias.

Es una rebelión de las elites en contra de la historia y la tradición. Como que pensaran (buscando explicar lo absurdo) que el devenir del tiempo debe ser regulado por los nuevos jefes (del mal).

Al final, es una ecuación del poder por el poder. Con un sistema democrático en deterioro, que avanza inexorablemente hacia una neotirania, de la mano con las nuevas tecnologías, la nueva elite se cree triunfadora en su batalla por la supremacía.

Y, por último, el dinero. Como circula, cuanto vale el mismo, el valor antiguo y el valor nuevo.  Como si esto pudiese regularse en abstracto. Aquí se corre el riesgo de una rebelión mayor.

Hemos olvidado la esencia de la libertad. Hemos reducido la libertad a la posesión, y el libre uso, del dinero.

Renunciando a las otras posibilidades de la libertad, nos hemos arrinconado en nuestro propio cadalso. Aun, eso sí, hay escapatoria.

Debemos rebobinar la historia reciente y volver a lo mas básico. El instinto de supervivencia lo dicta así.

Recuperar la libertad, que marcha de la mano con la verdad es una tarea urgente. Ya hay varios en esta tarea, y la lógica de la acción y el mensaje son rotundos.

Descubriremos que la política y la autoridad que emanan de la voluntad egoísta de unos pocos puede ser confrontada y cambiada. Que la muerte no es inevitable y que volver a lo básico y a nuestro origen activan una memoria social que ha sabido absorber centurias del saber.

Después de todo, la vida, la muerte y la resurrección existen desde antes que cada uno de nosotros tuviese realidad y conciencia.

Enrique Subercaseaux

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