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Desmontando el mito del botellón como acelerador de contagios del Covid-19

DESMONTANDO EL MITO DEL BOTELLÓN COMO ACELERADOR DE CONTAGIOS DEL COVID-19

Otro de los grandes mantras de la Nueva Normalidad es, como todo el mundo sabe, la idea de que grupos descontrolados de jóvenes que celebran botellones y fiestas clandestinas son los principales culpables de que ahora la sociedad entera esté sometida a rebrotes del virus, privación de libertades ciudadanas y complejos de culpabilidad alentados desde el poder público y los poderes de comunicación. Si eres de los que sufren por esto, lamentándote por lo irresponsable que es la gente o preguntándote, Dios mío, qué estamos haciendo mal u otras idioteces infantiles por el estilo, es hora de que dejes de autoflagelarte con penitencias que no deberían ser para ti tí, ni siquiera para la infeliz borregada que mira a Madrid y al Gobierno Vasco en busca de soluciones. Conocer la verdad no te librará de la mascarilla ni del toque de queda. Tampoco te hará más feliz. Pero al menos supondrá un alivio considerable para tu autoestima.

Botellones y fiestas ilegales son el resultado de un sistema educativo que no funciona -ahí sí que la sociedad tendría que asumir cierto grado de culpa, pero no por razones sanitarias-. Los cuerpos de orden público tampoco se han tomado el problema demasiado en serio, que digamos. De haberlo hecho desde el principio, hoy ni siquiera estaríamos hablando del problema. España y Euskadi tampoco serían el hazmerreir del extranjero por la cutrez de sus modalidades de entretenimiento adolescente, al igual que lo son por el atraso de su economía, la politización asfixiante de su vida pública o sus elevados índices de paro juvenil.

En cuanto a la relación entre bebercio nocturno descontrolado y pandemia global del Covid-19, basta un poco de sentido comun para darse cuenta de lo absurdo que resulta siquiera proponerla como hipótesis de trabajo. Según informes de la Ertzaintza y la Policía Municipal, en Bilbao los botellones en Artxanda y otras zonas mal vigiladas atraen aproximadamente a unos 200 o 300 jóvenes todas las semanas. Extrapolando a otras zonas urbanas de España, eso supone menos de un UNO POR MIL de la población total. Los individuos contagiados en manada pueden servir luego como vectores de transmisión en sus círculos familiares respectivos. Pero a partir de ahí, las medidas sanitarias generales -distancias de seguridad, uso de la mascarilla, análisis PCR y serológicos, etc.- dificultan la transmisión del patógeno al resto de la sociedad.

Lo anterior nos lleva a la problemática real en torno a la pandemia del Covid-19: la desastrosa gestión sanitaria llevada a cabo por el Gobierno de España y sus agentes ejecutivos autonómicos. El botellón y las fiestas ilegales no son problemas sanitarios, sino chivos expiatorios difundidos para blanquear responsabilidades del Presidente del Gobierno, del Lehendakari y las respectivas administraciones de Sanidad, obligando a la sociedad a que cargue con ellas. Los botellones y las fiestas ilegales no son un problema sanitario, sino de educación y orden público.

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