- La opinión de Patxi Lázaro, colaborador de euskalnews.com
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GOLF Y TRÁFICO DE INFLUENCIAS
No hace nada hemos tenido ocasión de asistir a otro episodio triunfal en la antología del moralismo vasco de batzoki: la destitución fulminante de Ibon Etxeberria Olañeta, Director de Régimen Económico, Jurídico y Servicios Generales de la Consejería de Sanidad del Gobierno Vasco, por haber sido sorprendido jugando una partida de golf fuera de los límites del municipio en el que está obligado a residir según las restricciones de movilidad establecidas por el mismo organismo del que Etxeberria forma parte, el infame LABI o comité de expertos de Lehendakaritza en la lucha contra la pandemia del Covid-19. La conclusión oficial es que aquí no pasa nada. Se trata de un hecho aislado, de la falta de sentido comun de un hombre que no era consciente de sus responsabilidades y que, por ello, ha sido excluido de la comunidad de fieles. Por lo tanto, aquí paz y después gloria. Que la grey siga disfrutando de lo votado como hasta la fecha.
Durante los últimos años el golf se ha convertido en un deporte muy popular entre las élites. Las cuantiosas inversiones efectuadas en los campos -con ayudas públicas por supuesto- dan pie a pensar que aquí puede haber algo que va más allá de una moda para vascos de clase media. El campo de golf proporciona un entorno perfecto para el intercambio de información privilegiada entre empresarios, altos cargos de la administración, conseguidores de los partidos políticos, putas de lujo y aventureros de todo tipo.
Cualquier pez gordo que utilice en beneficio informaciones sensibles (por ejemplo: operaciones con valores, planes de edificación, proyectos de ley u oportunidades de empleo de alto nivel) se expone a sanciones penales o a la censura pública. Los fiscales lo tienen fácil para obtener las pruebas, ya que por el contexto resulta evidente la existencia de un delito: si sabías que las acciones de tu empresa iban a caer y abriste cortos contra ellas, sacándote una buena tajada, ¿qué excusa le vas a poner al juez? Para evitar estos riesgos, la información privilegiada se intercambia en el transcurso de una partida de golf. Quien la emplea no es su poseedor, sino un amigo de él, que trabaja en otro ramo y la puede utilizar en beneficio propio sin temor a verse implicado en un conflicto de intereses. Otro día corresponderá chivándose a su amiguete de primicias aprovechables en otros ámbitos. Y de este modo se va formando, entre la gente con dinero e influencias, un mercadillo de oportunidades que contribuye a fortalecer el patrimonio de la élite.
Por consiguiente, no pensemos que episodios como este del golf se limitan a servir de material para que el Lehendakari afirme su autoridad a base de cortar las cabezas de unos cuantos idiotas que aparentemente estaban donde no debían. Valdría la pena que esos jueces y fiscales que tan buen servicio han rendido a nuestra sociedad enmendando el infame decreto sobre la hostelería, se interesaran por los campos de golf de Euskadi para asegurarse de que en ellos las pelotas son lo único que rueda sobre el césped.