- La opinión de Kepa Tamames, colaborador habitual de euskalnews.com y Presidente de ATEA (Asociación para un trato Ético con los Animales)
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EXPEDIENTE ROYUELA
El título del presente artículo bien podría serlo también de una serie policíaca para insomnes adictos al género, o mismamente el guión de una novela de ficción. ¿Jugamos a guionistas? Vamos a ello…
La máxima autoridad del Tribunal Superior de Justicia de una Comunidad Autónoma española de gran peso político y económico organiza una trama mafiosa cuya labor consiste en «vaporizar» por encargo a personas concretas, quienes suponen un problema para alguien también concreto, o incluso para corporaciones sociales como cierto partido político; y como el cliente siempre lleva razón, mientras pague, se le da gusto. La técnica del asesinato (usé «vaporizar» como discreto homenaje a la obra orweliana) abarca toda suerte de métodos: desde el clásico tiro en la nuca hecho pasar por ajuste de cuentas hasta el envenenamiento del contenido de una bombona de submarinismo, pasando por el acuchillamiento “fortuito” en refriega callejera o durante un atraco, sin faltar la defenestración luego firmada como “suicidio” por el untado forense. También ―y esto ya es un clásico― la manipulación del sistema de frenado del automóvil, que al poco de su trayecto se sale de la carretera, con letal consecuencia para su ocupante. Convendrán conmigo que todo esto está pero que muy mal, y mucho peor si quien lo alienta y gestiona es un fiscal de alto copete. Pero recordemos que, al fin y al cabo, tratamos de una recreación novelística, donde el límite lo marca la imaginación del autor, y punto.
Mas ricemos el rizo. Algunos de los personajes «vaporizados» son bien conocidos por la sociedad española, y pertenecen ―pertenecían― a tan diversos ámbitos profesionales como el periodismo (Antonio Herrero), el deporte (Jesús Rollán), el ejército (Manuel Gutiérrez Mellado) o la literatura (Terenci Moix). Con nombres y apellidos, el guión, por muy fantasioso que se presente, va mutando hacia algo, como mínimo, turbador. Al menos a mí así me lo parece. ¡Ah! Y un fracasado magnicidio, que oficialmente pasó como «accidente de helicóptero», material impagable para incontables memes, teniendo en cuenta la pareja protagonista (Mariano Rajoy & Esperanza Aguirre). ¡Ah! Y miles de sentencias judiciales amañadas, para favorecer al amigo y empaquetar de paso al incómodo tocanarices. Como ven, a la historia no le falta de nada.
Y añadamos al ya inquietante escenario el hecho de que quien trata de que se investiguen los hechos no es la Policía, o la Fiscalía, o el mismo Gobierno, sino ciertos miembros de una misma familia que, según relatan, perdieron a un hermano/hijo a manos de tan truculenta organización, y que a su vez fueron víctimas de intentos de «vaporización». Su herramienta principal es una ingente cantidad de documentos ―¡docenas de miles!―, en forma de notas manuscritas del fiscal antes mencionado: una a una, de su puño y letra, peritadas, dicho sea de paso, por diferentes profesionales europeos desconocidos entre sí. O eso afirman los Royuela.
Por cierto… olvidé apuntar que el abanico de la trama mafiosa no conoce límites, pues incluye el tráfico de drogas con cierta organización terrorista vasca, o el espionaje interno entre altísimos miembros de la judicatura, que los malos bautizaron como Operación Roble (apellido singularizado de su protagonista, hoy pata sustancial del Ejecutivo).
Imagino que a estas alturas, o saben ustedes de qué va el tema, o la cabeza les estará dando vueltas al más puro estilo tío vivo. Pues no se vayan, porque queda la traca final.
Hablé de «novela de ficción», y acaso pudiera ser en realidad «narrativa histórica contemporánea». Porque, según los Royuela (conocida familia barcelonesa), esas docenas de miles de documentos (notas manuscritas) existen, están en su poder, y las han ido clasificando a lo largo de las últimas décadas, por tratar de gestionar tan voluminoso material de una manera razonable. Están hoy a disposición [telemática] de quien quiera verlas. Si hay algo de cierto en la trama ―no todo, sino sencillamente algo― o se trata de una chaladura del clan que requiere tratamiento psiquiátrico urgente, yo no lo sé. Me limito aquí a trasladar una historia que me dejó impactado desde el principio. Como impactado me deja que, si se trata de la segunda opción, es decir, una suerte de manía persecutoria confabulada digna de frenopático, sin pies ni cabeza, urdida en la negra imaginación de esta gente, la justicia no les haya parado los pies a estas alturas de la película. Porque hablan ellos de muy pasados los mil asesinados. Estaríamos, sí, ante la mayor trama de corrupción jurídico‑político‑policial de la historia de Europa, con un resultado que deja en paños menores a la organización ETA, y en cueros a los GAL.
Periodistas todos: tienen ahí la oportunidad de una investigación de órdago a la grande. Si la historia nace de un trastorno mental de la familia, que se trate a sus miembros como proceda: médica y/o judicialmente. Y si hay visos de realidad en la historia, que cada cual apechugue con su responsabilidad. Pero en tal caso, y dada la extrema gravedad de los hechos, el Estado de Derecho se derrumba como un castillo de naipes. O puede que no, observada y sufrida la apestosa corrupción sistémica instalada hasta el tuétano en los famosos «tres poderes» desde hace casi medio siglo.
Lo dicho: Expediente Royuela.
KEPA TAMAMES
Escritor
-Infarto de miocardio -dijo el perito forense del Instituto de Medicina Legal de Pussan de reciente creación e independiente del de Seúl.
-Pero, …pero si le falta la cabeza -dijo la becaria poniendo los ojos a la occidental.
El perito forense achinó aún más los ojos de coreano cerrao que Dios le había dao, como queriendo examinar a la becaria.
-A ver si te crees tú que sabes más que el ordenador. Éso sería por que le atropellaría un camión después, supongo.
La becaria, como queriendo hacer méritos para que alguien reparara en su inteligente cerebro y no en su arrebatadora belleza insistió con cierto retintín:
-A ver si es que le dio el infarto cuando vio venírsele el camión para encima.
El perito era de plantilla y sabía cómo funcionan las cosas en la adinistración coreana e intentó hacer valer su autoridad de ‘oppa’ vejete.
-Mira, no te compliques.Te he dicho un camión pero lo mismo podóa haber sido un tren. Yo no sé si estaba tirado en el arcén una hora muerto esperando la ambulancia y le pasó un coche por encima , o se cayó sobre una máquina industrial tras haberle dado el infarto ante muchos testigos. Ahí pone infarto de miocardio y está firmado por el director del instituto.
La becaria usó su ‘aegyo’ coreano, que es una vocecita infantil que usan como tu sobrina cuando te llama tito en lugar de tío. Vamos, lo opuesto al marimandoneo (empoderamiento en neolengüés) que usan por aquí cuando se ponen en jarras y echan los pulgares por delante, pero igual de eficaz.
Yo no puedo firmar el infarto con las pruebas que veo…
El perito alzó los hombros como haciendo ver que la cosa nada tenía que ver con él.
-Si quieres puedo llamar al director del Instituto a ver qué dice. Pero ya sabes que nunca está, que anda politiqueando tolsantodia por ahí y lo mismo tarda dos o tres días en ponerse con ésto.
-No podemos esperar, la familia querrá los restos y sin saber qué ha pasado… -insistió ella con su tono ‘aegyo’ que tanto agradaba y a la vez exasperaba al perito forense de plantilla.
Pero el perito era mu pagafantas y ante aquella exigencia velada de chantaje emocional llamó al sargento Kim de la Benetérita coreana que era quien mayormente solucionaba los casos dudosos en aquella morgue.
El sargento Kim era sargento porque quería. Todos los mandos que había tenido, sorprendidos por su eficacia, le habían recomendado para cursos de ascenso pero él siempre los supo eludir. La policía Benetérita coreana es una policía militar y nadie quiere ascender de sargento a teniente ni de capitán a comandante, por aquello de que ser cabeza de ratón es muchas veces mejor que ser cola de dragón.
El sargento Kim era un tipo de treintaymuchos-cuarentaypocos mu bien llevados, alto para el estandard coreano 1’85. De cuerpo bien formado en entrenamiento militar y ademanes gallardos y altaneros sin ser arrogantes. Tenía voz de mando sin alzar la voz, pelazo asiático y maquillaje a la oriental que suavizaba su fiera expresión y a la vez denotaba que era un tipo que se cuidaba y se depilaba.
Cuando llegó el perito se había ido a comer y encontró a la becaria al microscopio mirando muestras junto a dos compañeas que discutían si teñir con anilina o vaya usted a saber qué, para que las bacterias se hicieran visibles.
De un taconazo como correspondía a su impoluto uniforme hecho a medida se hizo visible y saludó con una profunda genuflexión que tomó por sorpresa a las jóvenes que respondieron con una breve inclinación de cabeza.
El sargento Kim, sonriendo pero sin pronunciar palabra, tomó a la becaria con suavidad del codo y se la llevó a parte, junto a un ventanal por donde entraba a raudales la luz del sol para que ella pudiera admirar sus anchas espaldas.
Sus compañeras les veían desde el otro lado del laboratorio.
Entonces el sargento Kim habló despacio y en voz baja junto al oído de la muchacha pero empleando el tono más grave que daban sus cuerdas vocales.
La becaria mojó las bragas.
-Ha sido un suicidio con una motosierra. La familia no quiere que se sepa porque es un señor muy importante e influyente y bla, bla, bla, verborrea convincente.
La becaria nunca supo muy bien qué era lo que el sargento Kim le contó pero acabó firmando lo del infarto sin hacer más preguntas.
NOTA del Notta.- Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
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FREE ZOUHAM o abandonad toda esperanza.
Pues vaya una mierda de edición que ni tiene puntos y parte ni renglones en blanco.
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Ya os vale