EL PODER DEL AMOR

Hace años, Juanjo tuvo una visión, es decir, vio algo a lo que no le supo encontrar explicación. Se lo contó a su madre, ésta al médico de familia y éste al especialista en salud mental quién, después de escuchar su historia, escribió unas palabras en un papel y ordenó que lo encerraran en un hospital. Allí le hicieron muchas pruebas: Le clavaron agujas en el cráneo, le inyectaron potentes drogas, le observaron desde detrás de un cristal, hasta que, al cabo de unas semanas se cansaron y lo soltaron, sin decirle a él, pero tampoco a sus padres, qué resultó de aquellos experimentos.

Desde entonces, Juanjo está obligado a drogarse cada día pues, lo que sí le dijeron los médicos es que va a estar enfermo “de por vida”. -¿Tener una visión es síntoma de enfermedad?- Se preguntaba Juanjo. ¿Estaba pues loca Teresa de Jesús? ¿Estaba loco Juan de la Cruz? ¿Están locos todos los que creen en las visiones de los niños de Fátima? ¿Están locos todos esos millones de personas que creen en “fenómenos paranormales? ¿Está loco Iker Jiménez y los que ven su programa? ¿Están locos los que creen en virus invisibles?-

El asunto es que Juanjo conoció a una chica, y se enamoró; y como las drogas que está obligado a tomar dificultan la erección, dejó de tomarlas, para quedar bien con la chica. Y quedó bien muchas veces, mientras duró la relación. Cuando la chica se fue, él cayó en la cuenta de que hacía muchas semanas que no se drogaba. -¿Cómo es que no siento el “mono” como otras veces que dejé de tomarlas?- Se extrañó. Porque un enamorado solo piensa en el amor. Había superado el síndrome de abstinencia sin enterarse.

Juanjo comprendió que era un ángel lo que pasó por su vida, por eso no se entristeció, como otros que no comprenden que los ángeles se van como vinieron, cuando terminan su trabajo. De eso hace muchos meses y Juanjo sigue libre de drogas y de alucinaciones (Que son efecto de las drogas, según declara el prospecto). Está contento, pletórico; y querría decirle a todo el mundo que los visionarios suelen ser los seres más sensibles, los que ayudan al resto a comprender, a evolucionar, y que no hay ningún misterio en eso pues hay seres más y menos sensibles como los hay más y menos guapos.

Pero Juanjo tiene que callar. No puede decírselo ni siquiera a su propia madre pues sabe que ella se lo contaría al médico de familia, y éste al especialista, que le encerraría, y le clavaría agujas, y le inyectaría drogas, a la fuerza, que provocan alucinaciones. Juanjo no puede decirle a nadie que, si la humanidad está involucionando últimamente es porque, a los seres sensibles, los tienen drogados, y sufren por ello desorientación, ansiedad, depresión, amnesia, alucinaciones y no sé cuantas cosas más. Lo más curioso es que, tanto su madre, como el médico, tienen colgada una foto de la Virgen de Lourdes.

José Miguel Ruiz Valls