¡MIRA QUÉ FÁCIL! – José Miguel Ruiz Valls
¡MIRA QUÉ FÁCIL!
Culturas antiguas como Mesopotamia, Grecia y Egipto (Por citar las más conocidas) son consideradas politeístas. ¿Por qué? Porque invocaban a dioses varios. En todas ellas tenían un sinfín de dioses “menores” que se ocupaban de temas menores como “la salud, el dinero y el amor”. En nuestros días, muchos cristianos siguen la misma costumbre: Invocan a Santa Rita para que les proteja la vista y a San Pancracio para que les consiga trabajo (Temen dirigirse directamente al “jefe”).
Es el hecho de imaginar esos “dioses menores” o “santos intercesores” lo que permite identificar un culto como politeísta. Los politeístas necesitan creer que existen tales intermediarios porque, de no haberlos, tendrían que tratar directamente con Dios. ¿Y qué podrían decirle sino “¿Qué quieres que haga?”? ¿Quién tendría el valor de decirle eso a Dios y arriesgarse a escuchar la respuesta?
El monoteísta reconoce “un solo dios”. No dioses-padres y dioses-hijos. No diosas-esposas ni diosas-esposas-de-hijos. No dioses de la agricultura, de la magia y comercio, ni santos patronos del ejército o la farmacia… Un solo dios es uno solo (o solo uno). Dos ya serían multitud, y por tanto, politeísmo. El monoteísmo es no-dos, no-dualidad, no separación. Si Dios no es todopoderoso, no puede ser Dios y si tiene todo el poder, no necesita ayudantes. Para un monoteista, Dios es todo pero ¿Quién puede saber lo que es todo mientras rechace algo?
Para poder sentir que uno es Dios, uno tiene que sentirse bien con todos, en armonía, pues todos somos, obviamente, parte de todo. Es por eso que Jesús aconsejaba “amar a los enemigos”. Amar es lo mismo que aceptar, que admitir, que permitir, que no-censurar. Cuando uno acepta todo tal como es, tal como se presenta, tiene eso que podemos llamar “una experiencia de amor”, o de “plenitud” (¿No es la plenitud sentirse todo?) y también podemos llamar “una experiencia de belleza” (¿No es la belleza no-rechazar-nada?). ¿No hay, en cada experiencia de belleza, de plenitud, un sentimiento de conexión directa con la divinidad?
Jesús trató de explicar todo esto a los que pretendían juzgarle: Que él era el padre y también el hijo; que era poder y hecho; potencia y resultado; energía y materia, principio y fin, alfa y omega. Les dijo que ellos eran lo mismo; que también tenían la posibilidad de auto-convencerse, sintiendo esa energía, que ni se crea ni puede ser destruida; pero ellos lo consideraron inadmisible, inaceptable, y lo censuraron. Los politeístas refirieron condenar a Jesús por blasfemo, antes que intentar comprender su “buena nueva”.
Meditar es adquirir consciencia de esa energía, experimentarla. Para ello solo hay que prestar atención a “la facultad de sentir”, lo cual permite retirar la atención de “la facultad de pensar”, al darse cuenta de que “cuanto más se piensa, menos se siente y cuanto más se siente, menos se piensa”. Meditar es sentirse uno mismo, lo más intensamente posible, es dirigir la atención “hacia adentro”, no proyectarse hacia un objeto u otro, que es lo que hacemos al pensar. ¿Por qué cambiar “pensar” por “sentir”? Porque permite acceder a otra dimensión: Pensando, la mente se desplaza al pasado o al futuro, y ese es un desplazamiento lineal, horizontal, bi-dimensional, es decir, un desplazamiento adelante-atrás sobre el mismo plano. Sintiendo, la mente puede desplazarse arriba y abajo, al cielo y al infierno, dependiendo de que se sienta amor o miedo.

Jesús, que era un gran meditador (Como demuestra su “aventura en el desierto”), sabía que sentimientos como culpa, odio, envidia, rencor, generan miedo y dificultan, por tanto. “la ascensión”. Es por eso que recomendaba perdonar, para deshacerse de todas esas puñetas y poder percibir, nítidamente, esa energía divina que nos anima a todos, desde lo más profundo; para poder “explorarla”, y conocerla, y conocerse a sí mismo. Saber, a ciencia cierta, por haberlo experimentado, que uno es energía y que la energía no se crea ni se destruye ¿No es saber que uno es Dios? Siendo increado e indestructible ¿Qué más hace falta para sentirse divino? ¿Crear? ¡Eso es tan fácil como dejar de repetir!
José Miguel Ruiz Valls