- Escrito por Beatriz Talegón
- Publicación original en Diario 16
- Reproducido en #EuskalNews con el permiso de la autora
Desde que las palabras de la ministra de Igualdad, Irene Montero, rebotasen por todos los muros de las redes sociales esta semana, hemos tenido tiempo para analizar y profundizar en las distintas aristas de uno de los más graves problemas que tenemos en este país: la falta de comunicación.
La incapacidad que tenemos para expresar aquello que queremos decir no solamente afecta a nuestros políticos, que en muchos casos, no atinan con la tecla porque no saben lo que realmente pueden decir (que no es lo mismo que lo que quieren decir), sino que podríamos decir que es el «mal nuestro de cada día».
Los errores graves que cometemos cada día en nuestras relaciones personales, laborales, sociales, tienen mucho que ver con los fallos en la comunicación. Unos porque no dicen lo que piensan realmente, y se ven atrapados por esa pretensión de querer quedar siempre bien con todo el mundo; otros porque no entienden de sutileza y dicen las cosas sin medir las consecuencias de la dureza o excesiva claridad; otros porque mienten; otros porque no tienen ni idea de lo que dicen pero les da igual, y mientras el silencio no les asfixie, dirán lo que sean con tal de no callar. El caso es que no se nos da muy bien eso de la comunicación, aunque nos pasemos el día hablando.
¿Por qué pongo tanto énfasis en la comunicación para refererime al asunto de la semana que ha protagonizado Irene Montero? Porque considero, y así lo he dicho desde el primer momento, que estamos ante un caso de una nefasta comunicación política. Porque el mensaje que ella pretendía trasladar (la necesidad de una educación sexual para nuestros hijos, que les prepare y les sirva como herramienta ante posibles abusos) se ha transformado en algo muy difícil de digerir: una especie de permisibilidad con la pederastia, según señalan algunos.
En mi opinión, las palabras de Montero nada tienen que ver con la pederastia. Me parece ir muy lejos, aunque comprendo las razones para quienes se alerten y piensen así. Todo tiene un lado positivo, y celebro ver a tanta gente preocupada por la seguridad de nuestros hijos. No todo iba a ser terrible.
Sin embargo, creo que es importante señalar algunos puntos que me parecen importantes:
En comunicación política te enseñan, si es que alguien lo hace, a que tu mensaje debe estar claro primero en tu cabeza y después en tus palabras y en tus gestos. Debe haber coherencia y sentido en el discurso. En segundo lugar, un profesional de la política, un representante público que habla desde un cargo institucional y representativo, debe tener siempre muy claro que sus discursos pueden hacerse públicos, y especialmente, se pueden presentar de manera parcial. No, eso no es un bulo. Se han presentado las palabras literales de Montero, por mucho que formasen parte de un discurso mucho más largo. El argumento que apunta a que es necesario tragarse la intervención entera para poder comprender los poquitos minutos que se han hecho virales y no malinterpretarlos, es el parche que intenta por todos los medios no reconocer lo que ha sucedido aquí: que se ha metido la pata hasta el fondo en la comunicación. Y ya está.
Lejos de explicar y reconocer que las palabras empleadas no han sido las mejores para trasladar el mensaje que se quería trasladar, automáticamente se ha reaccionado señalando como «de extrema derecha» a todo aquel que ha llamado la atención y criticado el discurso. Y no, no somos todos de extrema derecha, ni fachas, ni nos tragamos bulos porque, fundamentalmente, las palabras de Montero no lo son.
Ahora bien: que la derecha haya aprovechado esta oportunidad para machacar a Montero es evidente. Y teniendo en cuenta el juego de la política que tenemos, que se pasa el día lanzándose bofetadas por cualquier cosa, es lógico. Todos participan de este bochornoso espectáculo y un día le toca a unos y al siguiente, a los otros.
El problema viene cuando, sin tener nada que ver con la derecha, cuando entiendes perfectamente la importancia que tiene la educación sexual, te chirrían palabras, expresiones y puestas en escena y no te sientes en absoluto identificada con ese discurso.
Ese es mi caso. Y no creo que Montero promueva, lo vuelvo a decir, la pederastia ni nada por el estilo. Ahora bien: no comulgo con forzar las palabras como «les niñes», para referirse al plural de «niños y niñas». Como tampoco entiendo tener tal enconsertamiento que finalmente hace de los mensajes algo incomprensible, que termina yéndose a las Antípodas de donde se supone que se quería ir.
Tampoco considero inteligente ni sano que para defender a la Ministra tengan que lanzarse en las redes a los acólitos de la formación morada a atacar, insultar y maltratar a quienes entendemos que las palabras de Montero han sido, cuando menos, desaforuntadas y merecían una rectificación o al menos aclaración. Esa forma de funcionar dice mucho al final de los totalitarios que solamente consideran que la verdad y la justa medida está en sus manos. En mi opinión, deberían algunos pisar el suelo y darse cuenta de que en el plano real, las palabras están cargadas de contenido, y que en lugar de utilizarlas como eslóganes confusos, sería más interesante explicar con claridad y de forma llana lo que realmente se pretende: que nuestros hijos crezcan conociendo los límites, sus derechos, sus libertades y las de los demás.
He hecho una prueba estos días, he preguntado abiertamente a la gente qué pensaba que significa «les niñes» y es sorprendente darse cuenta de que la inmensa mayoría no tiene claro para qué se ha de utilizar el nuevo término empleado por la Ministra continuamente.
Lo dicho: aquí tienen un problema grave con la comunicación. Sus mensajes no llegan, se dejan malinterpretar con excesiva facilidad y generan debates que no tendrían cabida en una sociedad sana. Pasen por algunas portadas de los periódicos de hoy y verán cómo apuntan a la ministra responsabilizándole de abrir la puerta a relaciones consentidas entre adultos y menores. Y de la literalidad de sus palabras, sin duda, puede haber quien quiera llevarlo hasta el extremo. Para evitarlo, es mejor ser siempre consciente de que esto puede suceder y la comunicación ha de ser clara, tranquila, concisa y sin lugar a malinteprpretaciones.
Y si aún así, esto pasara, lo deseable es salir y explicarlo, con humildad, aprovechando la situación generada para que el foco se ponga en lo más importante: la protección y libertad de nuestros hijos, para que vivan una sexualidad sana y sin abusos.
Casi de acuerdo con Beatriz pero es que al día siguiente le pidieron en el pasillo del Congreso aclaración a esas palabras, que la ministra si tuviera un poquito de humildad y luces, lo podría haber hecho fácil, pero no, se dedicó a insultar al periodista y llamarle ultraderecha. Irene, ¿costaba tan poco aclarar y atacar a la pederastia?¿Por qué no lo hiciste? Es que con los socios del Pizza Gate y del globalismo más pedófilo, no es raro ponerse siempre en lo peor.
Yo no creo que haya sido un problema de comunicacion. Cuando cometes un fallo pides disculpas y lo aclaras. No lo ha hecho por lo tanto claramente ha dicho lo que queria decir, todos sabemos de que va la su agenda satanica