EN UN MUNDO CIVILIZADO

¿Tenemos, los humanos, el derecho a creer lo que queramos? ¿Somos libres de creer aquello que se nos antoje? Si tomamos, como referencia, las leyes de género, la respuesta debe ser un rotundo “SI” pues ¿No pueden los hombres creer que son mujeres y exigir que se respete tal creencia, igual que pueden, las mujeres, exigir ser tratadas como hombres?

Pero puede que la respuesta haya sido un poco precipitada. ¿Sabemos realmente lo que es un derecho?¿Tenemos claro qué es lo que distingue un derecho de una obligación? Tener derecho es tener opción y tener obligación es no tenerla (la opción). Derecho y obligación son excluyentes. El derecho es, siempre, optativo para el que lo tiene; la obligación, nunca. Por tanto, para que exista el derecho a creer libremente, debe darse la opción de no creer. Cualquiera que no tolerara al incrédulo ¿No estaría obligándolo a ser creyente? ¿No sería un intolerante?

El derecho a la libertad de credo implica, necesariamente, el derecho a no creer. Quién puede creer aquello que quiera puede nada creer, si quiere. ¿Acaso no hay creyentes que decidieron dejar de serlo? Quién quiera creer en viejas creencias, ya normalizadas, es muy libre de hacerlo y quien quiera inventarse una nueva también, pero deben respetar, en todo caso, a los que deciden no-creer, pues creer y no-creer son las dos caras de un mismo derecho, y no pueden separarse, salvo que se quiera confundir y transformar un derecho con una obligación (Es lo que hicieron con la educación).

Un sistema de derecho civilizado es aquel que vela por que se respete la libertad de credo, por ser la mejor garantía para la paz ¿O civilizado es el que busca guerra? Consecuentemente, un sistema de derecho civilizado debe proteger, en todo caso, a los escépticos. Quién quiera sentirse mujer, que lo intente, pero que no pueda obligar a quién no lo quiera intentar. ¿Es justo o no? Una sociedad civilizada debe respetar el derecho de los que no creen en marcianos, de los que no creen en fantasmas, de los que no creen en “seres invisibles”. ¿Puedes imaginar que alguien te obligue a creer en fantasmas? Una sociedad civilizada debe respetar el derecho de los que no creen en pócimas farmacológicas (o en ciertas pócimas farmacológicas), debe respetar a los que no creen en tratamientos médicos (o en ciertos tratamientos médicos); debe respetar la falta de fe en ciertos experimentos, como un derecho fundamental (La fe en la ciencia, no es ciencia, es fe).

Un derecho fundamental es un derecho no fundamentado. Es anterior a los fundamentadores, a los civilizadores, a los arquitectos que diseñaron nuestra sociedad. Es un derecho natural (O divino, si prefieres llamarlo así) que los fundamentadores de nuestro estado de derecho no fundamentaron. Y es que un derecho fundamental no precisa fundamentación, no precisa argumentos, no precisa justificación, no precisa autorización. ¿Por qué tiene uno derecho a vivir? ¡Porque está vivo! ¿Por qué tiene uno derecho a creer o no creer? ¡Porque está vivo! Un derecho fundamental no se puede negar, desconocer, modificar, con ningún argumento, con ningún pretexto, porque un derecho fundamental es, en realidad, un hecho. El hecho es que está uno vivo y tiene, por eso, derecho a respirar, a moverse, a reunirse, a expresarse, sin mayor fundamentación, sin más explicaciones, sin pedir permiso.

El derecho a creer o no creer es uno de esos derechos fundamentales que las autoridades solo pueden respetar pero nunca modificar, porque toda modificación es, por definición, una falta de respeto al original. Es tan importante como los otros derechos fundamentales, pues todos son, en última instancia, manifestaciones del mismo derecho a la vida, del mismo hecho de vivir; es tan importante como la paz pues ¿Cuántas guerras ha habido por no respetar el derecho de cada cual a creer lo que se le antoje? Es por eso que, todo sistema de derecho civilizado vela por que se respete la libertad de credo pero ¿Vivimos acaso en un sistema civilizado?

José Miguel Ruiz Valls