EL HONOR PERDIDO – José Miguel Ruiz Valls
Escrito por José Miguel Ruiz Valls
EL HONOR PERDIDO
Los psiquiatras se encargan de tratar, lo que ellos llaman “enfermedades mentales”; pero si preguntas, a alguno de ellos, ¿Qué es la mente? lo más seguro es que no sepa responder. Algún osado dirá, tal vez, que es otro nombre que se le da al cerebro. Dirá que mente y cerebro son la misma cosa, pero entonces ¿Por qué las “Unidades de Salud Mental” no tratan las enfermedades cerebrales? ¿Por qué, con pruebas diagnosticas (Como radiografías, ecografías, tomografías etc.) se pueden evidenciar las lesiones cerebrales y no las enfermedades mentales? ¿Por qué, yendo a distintos psiquiatras, se pueden obtener diagnósticos distintos? ¿Han curado los psiquiatras, alguna vez, alguna enfermedad mental? ¿Cuál? ¿Cuándo?
Un cerebro humano puede dañarse, a causa de un traumatismo (Igual que puede dañarse un cerebro electrónico al recibir un golpe). En tal caso puede que empiece a malfuncionar. Un “ictus” puede ocasionar, igualmente, la parálisis de determinadas partes del cuerpo, al haber resultado dañada, por falta de riego sanguíneo, la zona del cerebro que las controla. En todos estos casos, en los que hay un daño corporal evidente, será un neurocirujano el que trate de repararlo, no un psiquiatra. ¿Por qué no se ocupan los psiquiatras también de reparar daños cerebrales, si cerebro y mente son la misma cosa?
Nadie discute que el cerebro es el órgano que gobierna esa máquina que llamamos cuerpo pero, que la gobierne, no significa que tome decisiones conscientes. El cerebro dispone todo lo necesario, por ejemplo, para que tengamos una buena digestión, y lo hace automáticamente, por norma, pero ¿Qué o quién decide meter en el cuerpo manjares indigestos? ¿Quién decide emborracharse y causar con ello el malfuncionamiento de la mayoría de los órganos del cuerpo, incluyendo el cerebro?
El cerebro regula todas las funciones orgánicas. Desde el nacimiento (En realidad, desde mucho antes, desde el mismo instante de la concepción) se encarga de regular nuestro crecimiento, que no solo consiste en aumentar nuestro volumen y masa corporal sino también en redistribuirla proporcionalmente, es decir, matemáticamente. ¿No es por eso que te sigues viendo “el mismo” habiendo cambiado tanto? El cerebro gestiona el crecimiento del cuerpo y también su declive, y lo hace sin recibir instrucciones, más aún, contrariando las que puedas darle pues ¿Acaso deseas envejecer? ¿Crees que si le ordenas, a tu cerebro, que pare el proceso de envejecimiento, te obedecerá?
Obviamente, “ese” (o “eso”) capaz de posicionarse en contra del cerebro, no puede ser el mismo cerebro; debe de ser “otra cosa”, y a esa otra cosa la llamamos “mente”. Más aún, podemos asegurar que tenemos un solo cerebro pero ¿Tenemos una sola mente? ¿Es la misma mente la que decide hacer régimen y la que decide saltárselo? ¿Es la misma la que decide dejar el vicio y la que decide “montarse un homenaje”? ¿Crees que si le ordenas, a tu mente, que deje de pensar, te obedecerá?
Si le planteas estas cuestiones a un psiquiatra, lo más probable es que no sepa contestar. Ellos trabajan en “Unidades de Salud Mental” pero nadie les enseñó qué cosa es la mente, por eso no pueden, ni curarse a sí mismos pues ¿Acaso no se trastornan también? ¿Acaso no se emborrachan, de vez en cuando, y matan así, un montón de neuronas, de su propio cerebro?
Hace pocos días (12/07/24) el Consejo General del Poder Judicial reveló, en su web, que el Tribunal Supremo ha desestimado la acción interpuesta por la Sociedad Española de Psiquiatría contra dos asociaciones (CCHR y CCDH) por presunta vulneración del derecho al honor. Concretamente, esas asociaciones afirmaron que “los psiquiatras son delincuentes, precursores de genocidios, responsables de la erosión de la educación y la justicia, incitadores a la drogadicción, narcotraficantes, practicantes fraudulentos o gestores de la violencia y del terrorismo, que se producían abusos sexuales por parte de algunos psiquiatras a sus pacientes e incluso que hay un número indeterminado de abortos coactivos en España a manos de psiquiatras“. Pese a tan duras palabras, el Tribunal Supremo decide amparar a las demandadas, por entender que sus afirmaciones “versan sobre una materia de indudable interés general, cual es el debate sobre determinadas prácticas en el campo de la psiquiatría y, en concreto, sobre internamientos involuntarios, uso de drogas psicotrópicas, en especial cuando los pacientes son niños o adolescentes, o tratamientos quirúrgicos o electroconvulsivos“. El Tribunal Supremo entiende también que “Esas opiniones y juicios de valor no están desprovistas de una base fáctica suficiente” (Que es como decir que las demandadas demostraron decir la verdad) “Y respecto del contexto en que se realizan las manifestaciones cuestionadas, pese a que algunas pudieran considerarse excesivas, la conducta de CCDH al realizar estas publicaciones se enmarca en un debate público de gran importancia en la sociedad actual, por lo que acordar la eliminación de tales publicaciones supondría una restricción excesiva de la libertad de expresión que no estaría justificada por una necesidad social imperiosa“.
Sin duda, la sentencia del Supremo marca un antes y un después pues si debatir sobre las fechorías de los psiquiatras era una misión arriesgada, ahora es la propia justicia la que nos anima a hacerlo. Fueron al juzgado, a por su honor, y se equivocaron. Si no saben lo que es la mente, ¿no sería más honorable que trataran de averiguarlo?
José Miguel Ruiz Valls