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La última gilipollez europea: Adaptar la producción industrial a las inclemencias meteorológicas

Alemania está demostrando que renuncia plena y deliberadamente a su papel de “locomotora” económica de Europa, para adoptar un papel subordinado. Primero renunció a la energía nuclear y luego al gas ruso, lo que ha comprometido seriamente su industria. Las empresas se ven obligadas a instalarse en otros países. No hay energía suficiente y la que se importa tiene precios por las nubes, según informa mpr21.

Las energías alternativas no lo son. En julio el Ministerio de Economía y Clima propuso a las empresas adaptar su producción a la fuerza del viento y a la duración del sol, para aliviar las redes eléctricas, puestas a prueba por la intermitencia de las energías llamadas “renovables”.

El Ministerio lo llama “señales locales”: si se inyecta poca energía eólica y solar en un momento dado en una región determinada, quien reduzca su producción será recompensado y castigado en caso contrario, a través de variaciones locales en los precios de la energía, que -según se supone- reflejan “la escasez o excedente de electricidad” en el lugar en cuestión.

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Cuando una zona está congestionada, el precio es más alto hasta que la situación se calma, y viceversa. El plan es “aliviar la red”, que estaría muy bien servida cuando sopla el viento y brilla el sol, pero con poca potencia cuando no se cumplen las condiciones meteorológicas.

Si se aplicara tal medida, la producción industrial se parecería bastante a la agraria: para poner las máquinas en marcha habría que esperar a que el clima fuera propicio.

Los capitalistas han puesto su grito en el cielo. “En ningún otro país industrializado las empresas se enfrentan a un suministro de energía fluctuante e impredecible”, escribe el consejo económico de la Unión Demócrata Cristiana en una carta enviada hace unos días a Robert Habeck, el ministro de Economía y Clima.

El proyecto es “completamente loco”, afirmó indignado el lunes el presidente de la asociación de medianas empresas BVMW, Christoph Ahlhaus, afirmando que “las máquinas necesitan electricidad fiable y asequible las 24 horas del día, los 365 días del año”.

Con la eliminación de la energía nuclear el año pasado y el descenso en el suministro del gas debido a las sanciones contra Rusia, Alemania tiene cada vez menos electricidad controlable, es decir, de la que su producción no depende del clima. Esto promete empeorar, mientras que los ambientalistas se felicitan por alcanzar el 80 por cien de energía renovable en el suministro eléctrico de aquí a 2030 y eliminar progresivamente el carbón de aquí a 2038.

Dado que la electricidad se almacena mal, Alemania va a tener que adaptar constantemente el consumo a la producción, y por tanto al sol y especialmente al viento.

Sin embargo, en el país, la instalación de aerogeneradores está muy desequilibrada geográficamente: más del 80 por cien de la producción surge del norte, porque allí los vientos son mayores, mientras que encontramos muchas industrias de uso intensivo de energía en el sur. El abandono de la energía nuclear agrava esa asimetría, ya que la mitad sur pudo contar durante mucho tiempo con numerosos reactores atómicos para generar electricidad.

Alemania está muy retrasada en la inversión en las redes de transmisión de electricidad que atraviesan su territorio. No puede enviar toda la electricidad producida en el norte al sur de forma instantánea y sin intermediarios. Eso crea un problema que los operadores de redes llaman los “flujos de bucle”.

Como las redes alemanas no están dimensionadas para transportar la producción desde el norte hasta el consumo en el sur, una parte de ella debe pasar por países vecinos, como Francia, Países Bajos, Luxemburgo, Bélgica, Austria o incluso Polonia, antes de regresar a Alemania. Es un fenómeno físico inevitable: la electricidad pasa sin que los intercambios comerciales lo planifiquen.

Los flujos en bucle generan costos adicionales para los operadores de las redes eléctricas de los países afectados, ya que tienen mucho menos “espacio” para sus propios flujos transfronterizos. De esa manera limitan la capacidad de exportación e importación. Las capacidades de intercambio no son infinitas: los cables están dimensionados para transportar una cantidad limitada de electricidad y cada vez más se encuentran saturados.

El descabellado plan de las “señales locales” supondrá aumentar el consumo de las empresas del norte y limitar el del sur. El gobierno no tiene otra opción, ya que una norma de la Comisión Europea le exige limitar los flujos en bucle y el 70 por cien de las redes transfronterizas deben utilizarse para flujos comerciales entre países.

Una posible solución sería invertir en el desarrollo de redes eléctricas de calidad, lo cual requeriría una cantidad tan grande de dinero que ni siquiera Alemania sería capaz de desembolsar.

Sin embargo, no hay que perder la esperanza de que Alemania siga siendo la locomotora económica de Europa y arrastre a Europa en su estrepitoso hundimiento.

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