- La opinión de Olga Ordóñez
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“LIBERTAD, la más hermosa de las palabras”
He visto con espanto un video del interior de un teatro de Vitoria, en el que unos policías locales sacaban a la fuerza a un espectador por no tener el pasaporte ilegal de marras (como estamos pudiendo ver en otros lugares del mundo, en donde la dictadura más férrea se está instalando con la indiferencia y el beneplácito de muchos).
Que no se olviden aquellos del refrán español, tan castizo y sabio, del acervo popular que dice: “Cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar”; o del texto más intelectual, pero que va en la misma dirección, de Bertolt Brecht: “Primero se llevaron a los judíos…pero como yo no era judío, no me importó/Después se llevaron a los comunistas, pero como yo no era comunista, tampoco me importó/Luego se llevaron a los obreros, pero como yo no era obrero tampoco me importó./Más tarde se llevaron a los intelectuales, pero como yo no era intelectual tampoco me importó./ Después siguieron con los curas, pero como yo no era cura, tampoco me importó./Ahora vienen por mí, pero ya es demasiado tarde”.
Al ver el video, la única reacción de la que he sido capaz es la de gritar alto y claro ¡nazis, nazis, nazis!; y otras interjecciones que no voy a nombrar aquí, pero que todos imaginarán. He rememorado después tantos y tantos terribles hechos, leídos en libros y artículos, o visionados en películas y documentales, relativos a la brutalidad ejercida sobre los ciudadanos indefensos, no habiendo cometido estos delito alguno. Ciudadanos cuya única falta fue el reivindicar pacíficamente sus derechos y los del prójimo, defendiendo algo tan loable y universal como son las libertades fundamentales.
En esas épocas y lugares distintos, la dictadura de diferente signo político o religioso, pero siempre imbuida de un fanatismo sin límites, cayó sobre la población aparentemente de golpe. Digo aparentemente porque en realidad nunca cae de golpe, siempre es el resultado de un trabajo de desgaste, urdido por gentes viles trabajando soterradamente en la obscuridad, sembrando el miedo y la confusión; y cultivando el odio y la ignorancia.
En estas circunstancias siempre sale lo mejor, pero desgraciadamente también lo peor del ser humano.
Volviendo al video, detonante de este artículo, me pregunto: ¿Cómo es posible que la mayoría de la gente permaneciera en sus asientos ante semejante abuso?
Sólo algunas pocas voces de rechazo se alzaron ante estos hechos tan repugnantes.
Ese tipo de reacción popular es la que a los manipuladores y dictadores de siempre y de cualquier ideología les llena de satisfacción, porque no sólo han conseguido sus fines que son siempre el beneficio económico y el poder; sino que han encontrado un filón que podrán explotar a conveniencia, pues ven con qué facilidad se puede manejar a la población mediante la mentira, la coacción y el miedo. Y ¡ojo!, pues la voracidad de estas gentes no tiene límites. Este tipo de personas harán lo más sucio y vil para seguirse alimentando ellos, su entorno del que viven y sus descendientes, a quienes consideran una prolongación de su propia existencia ya que todavía no pueden ser inmortales.
Y qué decir del comportamiento de la policía que se retrata en este video, saltándose a la torera las leyes de una forma tan flagrante (la Ley de Protección de Datos, la de Autonomía del Paciente, la de Libre Circulación, …). Cuando un Estado se salta todas las leyes que defienden al ciudadano y se pasa por el forro la Constitución, sea por la causa que sea, sabemos dónde estamos.
Pero, y esto es muy importante, entre tanta desazón tenemos buenas noticias, pues hay mucha gente que va despertando y que está esgrimiendo ya sus derechos frente a los Estados mafiosos.
Los pueblos del mundo gritan: ¡LIBERTAD!, la más hermosa de las palabras.
