El límite de precio al petróleo ruso se materializa en un tiro (o unos cuantos) en el pie
El lunes entró en vigor la limitación impuesta por las potencias occidentales al precio del petróleo ruso, que se impondrá aprovechando su control sobre las compañías aseguradoras occidentales, según informa el medio digital mpr21. Rusia ha anunciado que no venderá petróleo a los clientes que se sometan a la imposición. Por su parte, los clientes que están fuera del radio de acción de las presiones occidentales, tendrán que buscar otras aseguradoras, lo que socavará aún más la influencia financiera de Occidente sobre el sector marítimo mundial.
Desde 2010 el petróleo ruso se ha vendido a un precio medio de 75 dólares, muy por encima de los 60 dólares impuesto por la Unión Europea. En 22 años años sólo ha estado una tercera parte del tiempo por debajo de los 60 dólares. Fue en dos momentos diferentes.
La primera fue tras la fuerte caída de los precios del petróleo que tuvo lugar en 2014-2015. Se debió a dos factores que entraron en juego al mismo tiempo. En primer lugar, Estados Unidos aumentó masivamente su producción de petróleo de esquisto y, en segundo lugar, los saudíes incrementaron su producción en un mercado inundado por el nuevo petróleo de esquisto.
Dado que los saudíes apoyan la postura rusa en las reuniones de la OPEP y que el petróleo de esquisto estadounidense ya tiene precio en el mercado, hoy no se dan ninguna de esas dos circunstancias.
La segunda vez que el precio del petróleo ruso cayó por debajo de 60 dólares fue durante el confinamiento.
Si Rusia no vende a los precios impuestos, Europa tendrá que abastecerse en otros países a un precio mucho más elevado. También habrá escasez de petróleo, ya que Bruselas es incapaz de compensar los suministros rusos. Serán tiempos de inflación y escasez.
La historia recordará sin duda la gran crisis energética europea de este año como uno de los fenómenos económicos más extraños jamás registrados. Bruselas está destruyendo la economía para imponer unas sanciones a Rusia que no tienen ningún impacto real sobre la política exterior de Rusia.
Con la llegada del frío invernal, la Comisión Europea haría bien en cambiar de rumbo porque, de lo contrario, las calles le obligarán a hacerlo por las malas.