• La opinión de José Miguel Ruiz Valls, escritor y colaborador habitual de euskalnews.com
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¿QUÉ ES EL SATANISMO?

Satán no es ningún cabrón, no es ningún animal, no es nada que tenga ánima. De hecho, no es un ser sino una ausencia, un no-ser. Si Satán se apareciera, como en las películas, los propios satanistas dejarían de serlo inmediatamente, pues tal aparición les daría noticia de que “hay algo más” que aquello que se puede pesar y medir.

Pero creer en Satán es precisamente el efecto de creer que no hay creador. El satanismo surge de la absurda creencia de que todo existe por casualidad, de que no hay inteligencia alguna que convierta el estiércol en flores, y las flores en frutos, y los frutos en semillas, y las semillas en árboles. Esa loca idea está llevando, a muchos satanistas, a creer que pueden fabricar “el hombre perfecto”, cuando no han podido siquiera fabricar una flor.

Considerar que algo es fruto de la casualidad es considerar que no tiene dueño. No es extraño que les guste creer eso a aquellos que tienen intención de adueñarse de todo. Los satanistas son personas codiciosas, que nunca encuentran satisfacción en las cosas que logran poseer ¿O no es la codicia infinita? Son personas insatisfechas, y por tanto infelices, que por eso mismo, reparten infelicidad pues ¿Quién podría repartir de lo que no tiene?

Creer en Satán es desechar toda posibilidad de trascendencia, de que podamos ser algo más de lo que los satanistas han logrado pesar y medir. Así, el satanismo implica la muerte de la misma ciencia. ¿No queda ya nada por averiguar? ¿No puede haber algo menos denso que eso que llamamos materia? ¿No se pueden descubrir otras formas más precisas de pesar y medir? El ojo humano apenas puede percibir una pequeña parte del espectro luminoso, el oído humano apenas puede percibir una pequeña parte de los sonidos que se producen. ¿Y somos tan vanidosos que creemos que lo sabemos todo? ¿Qué hay en ese 95% de la existencia que los científicos llaman “Energía oscura”? Creer en Satán es creer que ya se ha visto todo cuando apenas se ha visto nada. ¡Una auténtica locura!

Satán surge pues de la negación de un creador, a causa del interés que tiene el negador en apropiarse de la creación. Supongamos que entro en un campo que sé que no es mío y me apodero de todos los frutos que allí hay. ¿Cómo sé que no tiene dueño? ¡Porque nadie ha venido a impedírmelo! Así, para el satanista, la prueba de la inexistencia de Dios es la falta de castigo. El satanista piensa –Con lo “malo” que soy, si hubiera Dios, seguro estaría yo en el infierno- No se da cuenta de que el infierno es ese estado de insatisfacción, de infelicidad, en el que vive. ¡Como no sabe medirlo ni pesarlo! Es obvio que, quién cree que no existe nada más que lo que aprendió a pesar y medir, no puede prestar atención a nada que no sea material, no puede obtener ningún conocimiento espiritual. ¿O se puede prestar atención a aquello en lo que no se cree? Es por eso que tanto da llamarlos satanistas o materialistas.

El materialista niega ser creación divina, afirma ser fruto de la casualidad; y para demostrar que no hay Dios, lo fabrica él. -¿Por qué no viene el Dios verdadero a sustituir a mi Dios falso- Piensa -¡Porque no existe!- Con ello no hace sino tentar a ese Dios que cree que no existe. ¡Le pincha para a ver si grita! (Un plan de lo más diabólico)… ¿Y de qué material lo haría? De oro, naturalmente: Material raro e incorruptible (Inoxidable), que puede durar “una eternidad” (La carne de Dios, lo llamaron los primeros satanistas). Para más inri, el materialista otorga a su Dios-Oro el poder de convertirse en cualquier cosa, de transformarse en cualquier otro material, mediante la alquimia del comercio. Para él no hay más que materia y toda la materia puede cambiarse por oro. ¡Su Oro-Dios es TODO!

Tal es la esencia de todo satanismo, se vista con sotana o con bata blanca. Esa es la creencia que lleva al satanista a perder todo respeto por sus semejantes y a perderse el respeto a sí mismo, pues si TODO lo considera fruto de la casualidad, ¿Puede él considerarse fuera de TODO, al margen de TODO, distinto de TODO? Esa pérdida de respeto por la humanidad le puede llevar a matar y también a matarse pues ¿Qué importancia puede tener que maltrate, que destruya todo aquello que se ha formado por casualidad, aquello que ha surgido de la no-inteligencia? Porque, si se le atribuyera alguna inteligencia a la casualidad ¿No se estaría reconociendo con ello que “hay algo más”? ¿No sería reconocer que hay un creador aunque no podamos reconocer su forma, aunque no podemos formarnos una imagen? ¿Puede tener forma el infinito? ¿Puede dibujarse lo que no tiene límites?

Nuestros antepasados sabían perfectamente que todo satanismo surge de la locura de pretender captar el infinito en una imagen. Es por eso que grabaron en piedra una advertencia para futuras generaciones: “No formes imágenes de mí”, que es como decir, “No me imagines”, porque cualquier cosa que pueda imaginar la mente, tiene bordes, y Dios no los tiene. El caso es que la piedra puede preservar las palabras pero no su significado, que puede cambiar mucho con el tiempo. Con el tiempo aquella sabiduría se perdió y fue sustituida por el culto a ídolos dorados.