“¿Qué es pecar?” – José Miguel Ruiz Valls
- La opinión de José Miguel Ruiz Valls, escritor y colaborador habitual de euskalnews.com
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¿QUÉ ES PECAR?
Seguro que, para un humano, no hay nada tan difícil como aprender a mantenerse erguido, a caminar, a correr. Todos los niños fracasan cientos de veces; pero observa que caen y vuelven a levantarse, una y otra vez, inmunes al desánimo, hasta que lo consiguen. ¡Y todos lo consiguen! Eso es porque, no interiorizan tales fracasos. Si cualquiera de esos niños, en cualquiera de esas caídas, hubiera asumido el fracaso como algo que deja huella; si se hubiera visto psicológicamente impactado por el fracaso, nunca habría aprendido a caminar.
Todos los humanos han sabido aprender, siempre, por sí mismos, lo más difícil que puede aprender un humano: A mantenerse erguido, a caminar, a correr. Eso nos dice que sentirse un fracasado-impotente, no tiene que ver con la cantidad de fracasos y tampoco con la importancia de la cuestión en la que se fracasa. Sentirse un fracasado-impotente tiene que ver con cómo nos lo tomamos. ¿Quién decide cómo nos tomamos las cosas? Para el niño, caer y volver a levantarse no es más que un juego, y un juego, cuando se toma como un juego, siempre resulta divertido y nunca tiene efectos psicológicos adversos. La naturaleza, que es sabia, dispuso que los humanos aprendiéramos jugando.
Pero apareció el maestro de escuela, que aprendió del sacerdote ignorante, que pervirtió el concepto “pecar” que, de significar “errar el blanco” pasó a significar “actuar injustamente”. Cuando alguien dispara una flecha y yerra el blanco, sabe que lo que tiene que hacer es coger otra y volver a disparar variando un poco la trayectoria. Ser consciente del error es lo que lleva a superarlo y superarlo es lo que lleva a olvidar el error, y además alegremente. Pero si ese error lo tomamos como una actuación injusta ¿Qué haremos sino castigar a quién lo ha cometido, tratarlo como un delincuente? La escuela enseña que un error deja una huella permanente, una mancha en el expediente académico que permanecerá “de por vida”. En cualquier escuela puedes ver, el día en que se recogen las notas finales, a muchos adolescentes llorando amargamente; alguno de ellos incluso pensando en voz alta -Mis padres me van a matar-. ¿No lo ven los maestros?
Cuando se castiga a un niño, se le obliga a asumir que ha actuado injustamente y eso tiene terribles consecuencias: En primer lugar, el castigado tenderá a interiorizar que no es, ni puede ser, buen arquero; que no vale la pena seguir lanzando flechas, lo que le llevará a no corregirse, a no seguir aprendiendo. ¿Por qué debería seguir intentando ser un buen arquero si ya ha sido castigado por ser malo? En segundo lugar, el que ha sido castigado tendrá miedo a futuros castigos, y tenderá a evitarlos, de la manera que sea, haciendo trampas, mintiendo, fingiendo. Cualquier cosa la verá preferible a ser castigado de nuevo. Hay niños que somatizan enfermedades “para dar pena” y así evitar castigos. Los hay que se autolesionan y algunos llegan incluso al suicidio. ¿Nadie ve eso?
Esa “cultura del sufrimiento”, que también practican muchos que se autodenominan ateos, sin darse cuenta de que proviene de aquellas creencias-irracionales-supersticiosas que llamamos “dogmas”, nos ha convertido, a los humanos, en seres pusilánimes, mezquinos, tramposos, mentirosos, dispuestos a hacer lo que haga falta por evitar un castigo, o por ganar un premio -La otra cara de la moneda-. Es por eso que el sabio Lao-Tze aconsejó, en su famoso Tao Te King, “No premiar para evitar competiciones”, pues tenía claro que competir es lo que impide colaborar.
Para colaborar hay que sentirse unido; para competir hay que sentirse separado, enfrentado. La colaboración implica amor; la competición implica envidia, odio, soledad. Erramos el blanco al creer las supercherías que los maestros tomaron de los sacerdotes. Ser consciente del error, sin hacer de ello un drama, es lo que nos permitirá seguir lanzando flechas hasta conseguir ser excelentes arqueros. Transformar una sociedad de fracasados no puede ser más que un juego divertido. ¿Qué puede perder quién ya se considera perdido? En cualquier caso, más difícil fue aprender a caminar y todos lo conseguimos.