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OPINION

BONDADES DE LA SOCIEDAD OCCIDENTAL FRENTE AL FANATISMO RELIGIOSO – Enrique Santo

  • Escrito por Enrique Santo
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BONDADES DE LA SOCIEDAD OCCIDENTAL FRENTE AL FANATISMO RELIGIOSO

Respuesta a Santos Juliá y al nuevo espíritu afrancesado. En él voy a intentar confrontar de la manera más lógica posible y sin más apasionamiento que el producido por la seguridad de que lo aquí expongo, es fruto únicamente de la razón y no de ocurrencias peregrinas obtenidas sobre la marcha o improvisadamente.

Mis pensamientos y reflexiones giran sobre la idea de que en el mundo actual, no sólo es posible la coexistencia pacífica de fe y razón o fe y ciencia, sino que es más necesaria que nunca dicha convivencia si lo que se quiere es conseguir un mundo razonable, sereno y pacífico en el que tengan cabida todo el complejo abanico de sociedades humanas y formas legítimas de pensar. Frente a esta idea se encuentra cierto pensamiento ilustrado que considera que dichos conceptos son antagónicos, lo que implica que es imposible su entendimiento y es simplemente cuestión de tiempo, el que con una adecuada enseñanza del conocimiento científico y el pensamiento racional, se produzca la inevitable desaparición de ideas tan peregrinas como Dios, vida después de la vida y cosas similares, del mismo modo como desaparecieron los dioses griegos, egipcios o romanos por poner algunos ejemplos.

Quiero antes de nada aclarar que como guía argumental voy a partir de una carta escrita por el historiador Santos Juliá en el diario el país el 01/03/15 titulada ‘Con violencia despiadada’ (http://elpais.com/elpais/2015/02/07/opinion/1423332423_139484.html) y por citas sueltas sacadas de artículos de opinión realizados por el escritor Pérez Reverte. ¿Y por qué de esta manera? Pues por nada y por todo. Por nada, porque ha sido el azar el que ha puesto sus artículos en mis manos y por todo, porque son dos muestras muy representativas del pensamiento racional e ilustrado que existe en nuestra sociedad occidental actual, dos muestras de un pensamiento que no cae en saco roto debido a la reputación que poseen sus autores. Reputación, todo sea dicho, merecidamente obtenida gracias al conocimiento y el saber manifestado en sus innumerables artículos y obras. Es ese prestigio lo que convierte, incluso a su pesar, en guía, tendencia o referencia cualquier opinión o idea salida de sus escritos, apuntes o comunicaciones y por ello también a su pesar, he resuelto tomarlos como referencia a la hora de confrontar las ideas que aquí se exponen.

Después de leer el texto de Santos Juliá, debo decir que me quedó un pequeño regusto amargo, porque sin encontrar que lo que en él se dice sea incorrecto, si sentía que se estaba faltando a la verdad, al exponer los hechos de una manera tal, que sólo muestra una parte del todo, creándose así un velo translúcido que impide observar todo el lienzo en su conjunto. Si esto en sí es preocupante si se produce por un descuido, un error o puro desconocimiento (esta última causa está descartada por venir de quien viene) mucho peor sería si el motivo fuese favorecer una idea preconcebida a partir de unos cimientos cuidadosamente seleccionados. Porque después de leer el artículo parece que el autor (sin mencionarlo mas que de pasada, pero que cualquier lector mínimamente versado lo da por sentado), nos quiere hacer ver que hay dos maneras totalmente opuestas de ver, comprender y dirigir el mundo; una basada en el liderazgo de una clerecía religiosa intolerante, fanática y opresora y otra fundamentada en poder civil de la que se obtiene una sociedad segura, libre y racional.

Cuando el autor critica el fanatismo religioso en general y más concretamente, el cristiano en particular, sabe que está realizando el análisis de una institución que se puede considerar, en el mundo occidental en el que nos desenvolvemos, universal y prácticamente intemporal (ya que existe desde hace más de 2000 años), por lo que, con rascar un poco en la superficie, va a ser sumamente fácil encontrar comportamientos censurables en la misma tanto a nivel individual como colectivo. Es como intentar explicar las meninas a partir de un mal brochazo en una esquina del cuadro. Por ser la Iglesia universal e intemporal, si queremos estudiar su comportamiento de una manera razonable, recta e imparcial, para poder calibrar la magnitud real de sus acciones, no nos queda mas remedio que obtener un punto de referencia con el que fijarlo a una escala relativa y esa referencia no puede ser otra que la comparación con el poder civil de la época a estudiar, porque a pesar de lo que se nos quiere hacer creer, el poder civil siempre ha existido en nuestra sociedad. Sin la aportación de dicha referencia, la argumentación se convierte en una simple enumeración de lugares comunes que no dicen nada mas que lo que el interesado desee que digan.

Escribe Santos Juliá en su artículo que la violencia despiadada provocada por las instituciones religiosas no desaparecerá “hasta que un poder civil, que no construye su legitimidad en la lectura de ningún libro sagrado, es capaz de reducir la religión al ámbito y al espacio que le son propios: la comunidad de creyentes y el templo.” A partir de esta idea propuesta por el señor Juliá de que las sociedades basadas en principios religiosos tienden al fanatismo mientras que las sociedades civiles son la garantía de moderación y justicia me gustaría comenzar el desarrollo de mi análisis que voy a realizar a partir de tres ideas o comparaciones:

1- Cómo son las sociedades basadas en un mundo deísta frente a las sociedades civiles.
2- Cómo es la justicia en las sociedades deístas frente a la justicia civil.
3- Cómo se desarrolla la sociedad deísta frente a la sociedad civil.

1- Cómo son las sociedades basadas en un mundo deísta frente a las sociedades civiles.

Últimamente se están repitiendo con demasiada asiduidad, la reproducción de sobrecogedoras imágenes de muertes por medio de terribles ejecuciones, realizadas ya sea por miembros del Estado Islámico en Siria o Libia, ya por Boko Haram en Nigeria o por turbas de exaltados en Afganistan o Pakistán, que no paran de recordarnos lo bajo que puede llegar a caer la especie humana cuando se deja llevar por sus más bajos instintos. Al analizar lo hechos para intentar comprender el motivo de tamaña inhumanidad, se nos manifiesta de una manera meridianamente clara, que existe un evidente denominador común que revela que todos esos acontecimientos están relacionados; la invocación, por parte de los ejecutores, a una inevitable e inapelable justicia divina que exige para los ajusticiados un implacable pago acorde a los abominables crímenes que han cometido. 

Entonces la pregunta que nos asalta es la siguiente ¿Cuáles pueden ser esos crímenes para merecer tan terrible castigo? La cuestión es que cuando nos enteramos que han sido ajusticiados por cosas tan peregrinas como pensar diferente, ser homosexual o simplemente haber sido sorprendidos ‘in fraganti’ viendo la televisión sentimos que la indignación alcanza las máximas cotas que nuestra humanidad es capaz de soportar. Intentamos buscar las razones por las que alguien es capaz de llegar a realizar tales actos y después de razonar y meditar sobre el tema llegamos a la conclusión que dichas acciones sólo pueden ser posibles, si las personas que las cometen han sido sometidas a un lavado de cerebro previo que los programan con la idea de que son poseedores de una verdad absoluta que es obligatorio imponer, por medio de la fuerza y el terror si es necesario, a todo el que no pertenece a su grupo. Como es evidente, esto sólo puede ocurrir en sociedades clericales donde unos líderes religiosos, poseen en exclusiva, el conocimiento verdadero de una verdad sagrada que difunden sin miramientos. Y realmente dicho razonamiento es correcto pero desgraciadamente incompleto. Si detuviésemos en el hecho religioso la indagación de las causas que desembocan en sucesos tan inhumanos, la verdad quedaría huérfana de respuestas, puesto que la misma alegría que observamos hoy en las masas afganas que jalean a los lapidadores de mujeres, podríamos imaginar en las miles de personas que en festiva algazara se congregaban, en tiempos no tan lejanos, en cierta plaza de París animando y aplaudiendo por cada cabeza que se desgajaba de su cuerpo. La misma sed de venganza y capacidad de crear pánico y terror que nos provocan hoy las incursiones de Boko Haram eran realizadas hace sólo veinte años en el mismo corazón del lugar donde nació la civilizada Europa por tropas Serbias y Croatas en Vukovar, Sbrenica o el Valle de Lasva, por citar algunos ejemplos, y no era precisamente la religión el motor ni el fundamento de tales actos sino todo lo contrario porque en muchos casos era la justificación y el centro de todas las persecuciones. La única diferencia entre unos sucesos y otros es que mientras los primeros los vemos diariamente, con profusión de imágenes y detalles que revuelven nuestros más íntimos instintos en los telediarios de cada día, los otros o son un simple recuerdo histórico que no nos afecta y disculpamos con la excusa de que eran otros tiempos o no nos los cuentan con los pelos y señales que merecieran sucesos de tamaña magnitud, con la consecuencia que al final, en nuestro subconsciente, va asentándose de manera diáfana y cristalina, la idea de que mientras la religión esta íntimamente relacionada con inhumanidad y miseria, el concepto de razón es sinónimo de justicia y bienestar.

Pero ninguna de dichas justificaciones o tratamientos puede ocultar a cualquier persona con un mínimo de integridad intelectual que la verdad no casa con dicho planteamiento. Nos horrorizamos con el terror generalizado impuesto por el Estado Islámico en las zonas que gobierna, lo absolutizamos como la máxima expresión de la inhumanidad y la sinrazón y a renglón seguido deducimos que dichas acciones jamás podrían ser causadas por personas racionales con un mínimo de estudios o educación y por ello concluimos que sólo el cobarde fanatismo de unos líderes religiosos puede ser capaz de crear tales desmanes. Pero una vez más debemos volver grupas sobre nuestras preconcebidas ideas porque ¿Qué más racional puede haber que el estado nazi o el comunismo soviético, cuyos crímenes superan a los de cualquier religión, tanto en cantidad como en calidad? ¿Más crueldad en un degüello del Estado Islámico que en una celda de tortura de la Gestapo? ¿Más intransigencia en un juicio de la Inquisición que en una deportación a un Gulaj soviético o a un Laogai chino? Por mucho que intentemos disimularlo es imposible de justificar. Sólo el comunismo en cien años ha asesinado a más personas que todas las religiones habidas y por haber en la historia de la humanidad. Por mucho que lo intentemos, no nos va a ser posible encontrar en ninguna religión nombres como Auschwitz, Kolimá o Choeung Ek en Camboya, donde en su desquiciado intento por alcanzar la igualitaria utopía comunista, provocaron en sólo cuatro años (del 1975 al 1979, es decir, a la vuelta de la esquina histórica) el genocidio de 2 de 7 sus millones de habitantes. Pero como estos sucesos ya no aparecen en nuestro imaginario colectivo diario parece que o no existen o no nos afectan. Son simples errores trágicos ya superados por nuestra racional civilización debido al continuo avance del conocimiento y el oportuno reconocimiento y eliminación de los fallos cometidos por locos en el pasado. Y frente a esta continua depuración de la sociedad civil con el fin de mejorar y perfeccionar el sistema de convivencia debemos confrontar el inmovilismo clerical instalado en sus mitos ancestrales, de los que es imposible obtener la tolerancia necesaria con el discrepante o el disidente. Por ello, para evitar que se expandan dichas conductas y comportamientos es una necesidad imperante eliminar todo vestigio religioso, por no ser este más que un lastre causante de tensiones y freno hacia el prometedor futuro que nos augura el progreso humano. El origen de la religiosidad no es más que el vacío que se produce ante el miedo a lo desconocido. Ese miedo es lo que empuja a la persona a buscar su seguridad completando con fábulas y mitos su ignorancia ante fenómenos a los que no encuentra explicaciones. Es en esas circunstancias donde se gesta el verdadero caldo de cultivo que propicia la aparición de líderes capaces de estimular hacia caminos tortuosos a esas masas analfabetas necesitadas de seguridad y capaces de aceptar el primer mesías que ofrezca el anhelado paraíso celestial, ya que (y en esto por lo menos son sinceros) no es posible conseguirlo en la tierra. Para evitar que esto suceda es necesario aumentar los niveles de cultura y conocimiento, porque cuando el ser humano alcanza elevadas cotas de sabiduría y sensibilidad destierra por principio la violencia o la venganza de su forma de actuar. Pero, de nuevo la historia se encarga de desmentirnos rápidamente, porque si esos niveles de ignorancia pueden ser válidos en el caso de la revolución soviética de ninguna manera lo es para la Alemania nazi, sociedad tan refinada, culta y avanzada como la que más y sin embargo, no sólo fue capaz de caer en las garras de una inhumana dictadura como no la ha habido jamás en la historia, sino que la abrazó con un fervor y una esperanza que convirtió a sus líderes en semidioses tan venerados como los habidos en cualquier otro periodo de la humanidad. Y la pregunta que nos asalta es la siguiente ¿Cómo es posible que se produjese tamaño desatino histórico? Pues precisamente por la conjunción de los tres requisitos necesarios para la aparición de tales regímenes. Los dos primeros son la desaparición de la noción de Dios de la conciencia humana junto con la aparición de una extrema confianza en el conocimiento y la razón como fuente de progreso. Estas dos condiciones hacen sentirse al hombre como ser supremo y dueño de su propio destino por lo que está exento de rendir cuentas a nadie que no sea a él mismo o como mucho al grupo que representa. Al hacer desaparecer a Dios y sustituirlo por la razón, en cuanto aparezca un momento de crisis que haga dudar a la sociedad de su propio destino, es cuestión de tiempo que emerja un mesías o una utopía humana que prometa, con una confianza y una seguridad sin límites, conducir al pueblo hacia el paraíso en la tierra, para que este le siga con fe ciega. Casualidades de la vida, los tres requisitos se produjeron tanto en la Alemania nazi como en las revoluciones comunistas soviéticas y asiáticas con la diferencia cultural ya mencionada habida entre unos casos y otros. Por todo lo dicho ya podemos sacar una primer conclusión y es que la violencia y la intolerancia no es patrimonio de la religión o de los líderes religiosos, sino mas bien un reflejo de la maldad humana. El problema aparece cuando dicha maldad es fundamento o razón del estado (sea religioso o laico), puesto que este asume que el uso de la crueldad o el terror es algo consustancial al ejercicio del poder.

Sigamos avanzando en el tema a partir de una pequeña cita de Pérez Reverte sacada del artículo de XL Semanal, Una historia de España XXXVI: “La gran masa de españoles, el pueblo llano, seguía siendo inculta, apática, cerril, ajena a las dos élites, o ideologías, que en ese siglo XVIII empezaban a perfilarse, y que pronto marcarían para siempre el futuro de nuestra desgarrada historia: la España conservadora, castiza, apegada de modo radical a la tradición del trono, el altar y las esencias patrias, y la otra: la ilustrada que pretendía abrir las puertas a la razón, la cultura y el progreso.” En ella podemos ver una variación que complementa el contenido del artículo de Santos Juliá y que es típica del pensamiento a favor del laicismo absoluto. En este punto ya no se relaciona religión con terror sino que se da un paso hacia delante modulando el concepto y haciendo responsable a la iglesia y sus ministros (con las siempre honrosas e ilustradas excepciones) de obstaculizar por todos los medios cualquier forma de progreso a lo largo de la historia, oponiéndose por todos los medios a los sectores ilustrados, que buscaban traer la luz y el conocimiento natural como correspondía al lógico curso de la historia. Y aunque la idea es correcta porque se cimienta en hechos reales de nuevo fracasa a la hora de mostrarnos los acontecimientos en su conjunto puesto que está incompleta. La Iglesia Católica, como afirmaba al principio de este artículo, es Universal al estar presente en todo el mundo occidental desde hace aproximadamente 2000 años. No existe institución humana actual que pueda equipararse ni en tiempo ni en espacio al catolicismo, por ello es normal que su influencia sea notable, pero también provoca que si se quiere encontrar puntos negros en su historia no sea difícil hallarlos, debido precisamente a la ingente labor realizada durante todo ese periodo de tiempo. Por ello es importante que al juzgarla se contemple la obra en su conjunto tanto temporal como espacial, porque mientras en un lugar se pudiese considerar su actuación como oscura, en otro, en ese mismo instante, podía estar siendo luz y esperanza. Véase como mientras en España, la Inquisición hacía su agosto, en América, esa misma Iglesia era el único referente moral al que podían acogerse los nativos frente a la despiadada conquista de un pueblo ávido de riquezas. Y como muestra un botón. El inicio del derecho de gentes se produce cuando Francisco de Vitoria, al tener conocimiento en 1536 de las violencias cometidas durante la conquista de Perú, escribe su relección De indis, en la que declara que los indios no son seres inferiores a los que es legítimo esclavizar y explotar sino seres libres, con iguales derechos que los españoles y dueños de sus tierras y bienes. Compárese con la conquista del vecino del norte y como en nombre del progreso humano se exterminaron el 80 ó el 90 por ciento de las civilizaciones autóctonas. Pero en esos casos simplemente con no identificarse con ese poder civil se zanja el asunto y se decide que no hay cuentas de qué responder ya que no había clérigos de por medio.

Afirma Pérez Reverte durante una rueda de prensa en Santiago de Compostela antes de recibir el premio San Clemente el 27/01/14: “Si has leído a Virgilio, si has leído a Homero, eso te ayuda”. Y eso es cierto, pero tanto Pérez Reverte como el resto del mundo ilustrado sabe que esas lecturas no serían hoy posibles si no hubiese sido por el titánico esfuerzo de una solitaria Iglesia empeñada en preservar y mantener la mayor cantidad posible del inmenso conocimiento que produjo el mundo antiguo. Una Iglesia que fue el único sostén de dicho conocimiento y su enseñanza frente a una despiadada barbarie generalizada que se enorgullecía de su vileza e ignorancia durante los oscuros años que sucedieron a la caída del Imperio Romano. Tal es así que es del todo imposible el renacimiento cultural y científico occidental sin el soporte cristiano, porque sin el cristianismo (junto con Grecia y Roma) habría sido inalcanzable la civilización occidental tal como la conocemos, la cual no se entendería sin, por ejemplo, los scritoriums medievales, las escuelas monacales o las propias Universidades. Todo esto sólo puede ser creado si existe un verdadero deseo de saber, algo que es propio del ser humano. La Iglesia quiere saber qué es lo que le rodea, quiere verdad y por ello anuncia a Cristo porque lo considera la Verdad primigenia. Pero no sólo quiere saber, también tiene la obligación de propagar ese saber y por ello funda las Universidades en plena Edad Media. ¿Alguien con deseo de impedir el avance del conocimiento se preocuparía de crear tal sistema educativo? Pues sí, responden los críticos, porque es esa precisamente la mejor manera de controlar qué conocimiento se enseña, y efectivamente, la Iglesia va a controlar la transmisión del conocimiento, del mismo modo que los estados modernos actuales controlan los sistemas curriculares educativos para impedir que se impartan nociones ajenas al saber establecido ¿o es que alguien vería normal que se enseñase nigromancia, espiritismo o astrología en la Universidad moderna? Lo que no hizo la Iglesia jamás fue ocultar conocimiento a sabiendas de que era verdadero. Pudo enseñar cosas falsas por ignorancia pero siempre educó, educa y educará en la ciencia que considere cierta y probada en cada momento. Y si las principales instituciones educativas modernas son hijas de las creadas por la Iglesia qué decir de los científicos de hoy en día. Los grandes pioneros de la ciencia moderna como Copérnico, Tycho Brahe, Kepler o Nepier, el creador de los logaritmos, por poner algunos ejemplos, eran cristianos o formaban parte de la Iglesia. Galileo siempre fue católico y su teoría heliocéntrica fue divulgada en todas las Universidades católicas una vez que aparecieron las herramientas matemáticas (logaritmos y cálculo diferencial) que permitieron su demostración. En 1741, ante la prueba óptica, de la rotación de la tierra en torno al Sol, Benedicto XIV hizo conceder al Santo Oficio el Imprimatur a la primera edición de las Obras Completas de Galileo. Por estas y otras muchas razones, considero que es muy osado afirmar que una institución o estado basado en creencias religiosas va a ser un freno para el avance del conocimiento humano. Si de verdad queremos comprender el problema del fanatismo islámico debemos ir sus raíces para de ese modo poder obtener unas conclusiones capaces de encontrar soluciones reales a los problemas. Una persona que ha visto llorar a sus padres a causa del hambre, que el ha llorado por lo mismo, que sufre con sus hijos llorando de hambre y sabe que sus abuelos y sus nietos lloraron y lloraran a causa de dicho mal sólo tiene tres opciones; la resignación, la huida o la lucha. Por fortuna para los ilustrados, razonables y justos europeos, la primera es la postura mayoritaria adoptada por la población que padece tal infamia. Esto determina que toda esa cantidad de humanidad padezca en silencio su destino, viviendo una muerte en vida y confinados en lugares localizados, facilitando ellos mismos su control al mundo ‘civilizado’ que intenta evitar u obstaculizar, en la medida de lo posible, su dispersión hacia la desarrollada Europa en busca de un futuro mejor. La finalidad es prevenir los posibles problemas de inseguridad y desequilibrio social que pudiesen llegar a provocar tales migraciones, algo que no sería aceptable, puesto que disloca el normal proceder de los honestos ciudadanos europeos, que aunque se solidarizan con tan penosas situaciones vistas periódicamente en sus telediarios, no están dispuestos a compartir su merecida calidad de vida, la cual tanto esfuerzo y sacrificios han requerido a lo largo de nuestra azarosa historia. Cuando Europa vivió situaciones similares a la anteriormente descrita, en algún momento aparecieron líderes, caudillos y paladines provenientes de los sectores ilustrados de la sociedad que fueron capaces de transmitir a las masas desfavorecidas esas ideas de libertad, igualdad y fraternidad (aunque por nuestro comportamiento parece que no tengamos muy claro cual es su significado) que tan arraigadas están en nuestra conciencia colectiva. Cada vez que se ha producido la conjunción de líderes revolucionarios con una masa dispuesta a todo la agitación de los pilares de la sociedad ha sido tal que después de que todo se serenase ya nada volvía a ser igual que al inicio de los acontecimientos. ¿Pero qué sucede en el mundo musulmán? Después de siglos de pobreza buscan respuestas y lo único que obtienen a sus dilemas es más pobreza y represión. Al mismo tiempo, comprueban como ese estado no tiene por qué ser eterno ni ilimitado al advertir, a través de la tecnología que les llega a cuentagotas, que existe otra manera de vivir, donde tus hijos no se mueren de hambre y tus aspiraciones pueden ir más allá del qué podré conseguir para hoy. Es en ese estado de desesperación cuando se produce el verdadero caldo de cultivo para la aparición de esos líderes capaces de arrastrar a las masas hacia su liberación. La diferencia con las revoluciones europeas es que un país que no tiene para comer difílcilmente va a tener para educar y menos para crear una mínima capa de ciudadanos ilustrados capaces de visualizar los problemas y guiar al pueblo hacia las soluciones. Por otro lado al no tener el más mínimo tejido empresarial tampoco tienen esa masa obrera o proletaria cualificado para crear un estado de clase o una sensación de pertenecer a un grupo capaz de proteger a sus individuos. Entonces ¿qué les queda? ¿de dónde puede surgir ese guía capacitado en unir a esos individuos desesperados? Pues está claro que de la religión, por eso esta situación no se produce en todos los países pobres sino sólo en aquellos que tiene ese aglutinador capaz de unir a una parte de la población en un objetivo común. Pero si el líder religioso es tan analfabeto y tan desesperado como el prosélito está claro que sus soluciones van a tener muy poco de razonables y lógicas y cuanto más radicales sean, más posibilidad va a tener de ser aceptadas por sus seguidores. Como dice la biblia ‘si un ciego guía a otro ciego lo normal es que ambos caigan en la fosa’. Esta radicalidad provoca en dichos grupos la necesidad de realizar actos de una violencia exascerbada con el fin de crear el mayor miedo posible en el adversario como venganza a todo el mal padecido desde tiempo inmemorial. El problema viene a la hora de identificar al enemigo que con el paso del tiempo se va convirtiendo en una concepto cada vez más y más etéreo hasta identificar en él a todo individuo ajeno al grupo al que se pertenece, de tal modo que son los musulmanes los principales afectados por la actuación de tales grupos radicales, contándose por millones en todo el mundo las víctimas de tales desmanes. Mientras esto sucede, la civilización occidental sigue mirándose el ombligo pensando que esto no es un problema de pobreza o desigualdad sino una reacción provocada por la envidia por nuestro modo de vida o la guerra santa por considerarnos a todos herejes. ¿Alguien se imagina que si los ciudadanos de un país, por muy musulmán que este sea, tienen todos empleo estable y de calidad, hipotecas y coches que pagar, un mes de vacaciones, sanidad, educación gratuita… se iban a dedicar a degollar infieles o a poner bombas a troche y moche? El mundo ilustrado occidental ve con muy buenos ojos poder identificar al enemigo con el fanatismo religioso porque de ese modo al tiempo que se combate a los inconformistas de los países pobres (y si de paso se puede hacer un negocio aquí y otro allá mejor que mejor) se tiene la excusa perfecta para arrinconar en nuestra civilización toda idea religiosa, a lo más profundo e íntimo de la vida personal de aquellos individuos que todavía necesiten de dicha superchería, hasta que llegue el momento final en el que se pueda desterrar por completo la religión de la vida humana. La razón es el único y verdadero motor de la humanidad. Nada mas lejos de la realidad. Si no fuese por el Islam, en este caso concreto que nos ocupa, o por la religión en general, el número de fanáticos desesperados en busca de soluciones violentas se multiplicaría por diez, veinte o treinta porque la religión actúa en las personas como un bálsamo contra el sufrimiento capaz de proveer de una esperanza imposible de comprender por el ateo y el racionalista puro. Como bien decía Napoleón, ese hijo de la ilustración, un cura vale por cuatro policías, porque si en vez de religión las masas exigiesen por su mano justicia y libertad no habría en la tierra lugar donde pudiésemos escondernos los habitantes de este mal llamado mundo civilizado y como prueba de ello sólo tenemos que ver las consecuencias de los triunfos de las revoluciones ateas a lo largo y ancho del planeta durante todo el pasado siglo XX.

Porque ¿Quién ha matado más gente ISIS o el Mediterráneo? ¿Al Qaeda o el hambre? ¿Boko Haram o la malaria? ¿Un mundo que consiente, permite y colabora con tales desatinos puede considerarse civilizado? ¿Quién es menos civilizado, el que comete barbaridades por desesperación o el que permite o consiente el hambre y la pobreza extrema pudiendo evitarla simplemente por egoísmo, pereza o codicia? y como nos auto denominamos avanzados, cultos y racionales parece que en nuestra defensa no vamos a poder aducir el desconocimiento o la incapacidad como pretextos válidos para exonerarnos de la culpa. Pero claro, no tenemos problema, porque como siempre, tenemos identificados a los culpables a los que acusar de todos estos males. Los responsables son esas fuerzas fácticas totalitarias lideradas por banqueros, multinacionales y fondos buitre que ejecutan sus acciones por medio de esas marionetas mal llamadas políticos a los que tienen debidamente comprados o sobornados. El ciudadano no es mas que un simple espectador al que le han secuestrado la voz y la fuerza. Yo sólo quiero lo mejor para todos, dice. Son los políticos los que tienen la obligación moral de resolver los problemas de África que para eso se les paga. Pero si estos levantan los aranceles a los productos agrícolas africanos, me rebelo y corto las carreteras en señal de protesta porque eso perjudica nuestra agricultura, si la multinacional X dice que va a trasladar su producción a un país centroafricano me manifiesto porque eso es pone en peligro mi puesto de trabajo, si solicitan los países que buscan desarrollarse, que se les permita comerciar sin trabas ni cortapisas como predice la economía liberal, de la que tanto se presume que es motor de riqueza y bienestar, se deniega la demanda alegando competencia desleal y como esos se pueden poner los ejemplos que se deseen. Por todo ello, si lo que realmente se desea es acabar con el fanatismo religioso o cualquier otro problema similar que pueda surgir en un futuro, lo que se debe hacer es conseguir un mínimo nivel de prosperidad para la humanidad tal que permita a todos los habitantes de este planeta disfrutar de una vida aceptable y digna.

2- Cómo es la justicia en las sociedades deístas frente a la justicia civil.

El segundo pilar sobre el que se sustenta la crítica a los estados basados en la religión es su concepto de justicia. Se afirma que la justicia religiosa está basada en mitos y razonamientos irracionales que son obtenidos del conocimiento de un libro sagrado que sólo unos elegidos son capaces de interpretar. Al ser una verdad revelada, no existe margen para la discusión ni la disensión, por lo que su aplicación va a ser por definición intolerante, siendo su finalidad la conversión del descarriado y si está no es posible se ejecuta la inevitable condena eliminando al individuo que no se ha dejado salvar. La consecuencia de todo esto es la imposición en los países donde ha gobernado o gobierna un estado confesional de sistemas totalitarios de control donde se exige que unos ciudadanos delaten a otros y una vez detenido al sospechoso se le infrinja todo tipo de tortura hasta que este confiese su culpa y se arrepienta de sus pecados. De nuevo estamos en las mismas, si pensamos en la Inquisición como el paradigma de dicho sistema y se nos ocurre comparar su modus opernadi con los sistemas de justicia contemporáneos a la misma podemos llevarnos la sorpresa de que la Inquisición fue un organismo modélico en comparación con la justicia civil, tanto es así, que las cortes eclesiásticas de la Edad Media tenían una merecida reputación de ser mucho más benignas que sus equivalentes seculares y para muestra un botón; el castigo secular hasta bien entrado en siglo XIX en la mayoría de las cortes europeas para la sodomía y el bestialismo era la muerte, pero en la corte eclesiástica era mucho más probable que se enviase al reo en peregrinaje como castigo. Los registros históricos muestran que las confesiones públicas, cargar cruces, peregrinaciones, prisión y también la ejecución, fueron todas sanciones disponibles para el inquisidor, y que en la mayoría de los casos se comprueba que los asuntos terminaban con reproches leves. Sólo hay que comparar el número de ejecuciones en un caso y otro y ver la diferencia abismal a favor de la justicia eclesiástica. Pero si comparamos las formas de los procesos comprobamos que también son infinitamente más transparentes las cortes eclesiásticas que las seculares tanto es así que cualquier historiador puede hacerse con el interrogatorio y sentencia de cualquier juicio de la Inquisición (excepto los expoliados en cualquier fase de la historia por los hijos de la luz, léase napoleónica, libertaria, revolucionaria…) algo que por desgracia no puede decirse de la justicia secular cuyos juicios directamente eran más amigos del secretismo y la oscuridad que de la transparencia y la exposición pública de los argumentos utilizados. Y si de justicia hablamos debemos admitir que si hay un juicio en la historia del que se han escrito ríos de tinta ese el el juicio a Galileo Galilei, donde a primera vista, parece que queda palmariamente demostrado como en un estado teocrático la ciencia debe someterse y doblegarse a la teología de tal modo, que es esta, en última instancia la que dicta lo que es verdadero y lo que no. El problema aparece cuando se profundiza sin prejuicios en los fundamentos de dicho proceso porque a Galileo lo juzgaron tres de los más grandes científicos de la época y como en todo juicio de lo que se trataba era y es de esclarecer lo que es verdad de lo que es apariencia. En el proceso a Galileo se le solicitaron pruebas científicas que corroborasen sus afirmaciones y el principal argumento que aportó, después de largas y arduas discusiones, para fundamentar su teoría de que la Tierra y los demás planetas giraban alrededor del Sol era que ello se comprobaba por las mareas, las cuales eran provocadas, según él, por la sacudida de las aguas a causa del movimiento de la Tierra. Una postura evidentemente errónea, a la que sus jueces-colegas opusieron otra, la correcta; que el flujo y reflujo del mar se debe a la atracción de la Luna. Galileo afirmaba que los cometas eran ilusiones ópticas, en contra de astrónomos jesuitas del observatorio romano quienes afirmaban que eran objetos celestes reales y también que el Sol se mantenía fijo e inmóvil, cuando éste en realidad se mueve en torno al centro de la Galaxia. Por si esto no fuera suficiente, los jueces, le solicitaron que explicara, en caso de ser cierta su teoría, por qué al disparar una bala de cañón en la dirección del movimiento de la tierra esta alcanzaba la misma distancia que si se disparaba en el sentido contrario o por qué las nubes se movían en cualquier dirección y no en sentido contrario al movimiento de la tierra, tal como veríamos hoy en una locomotora de vapor o en la chimenea de un barco. Hoy se admite que Galileo no tenía respuesta a tales preguntas y que la demostración a su teoría fue aportada por Newton en 1687, al derivar las leyes de Kepler desde la ley universal de la atracción gravitatoria. Por todo ello debemos aceptar que la Iglesia, tantas veces acusada de error al meterse en un terreno tan alejado de su competencia como el de las ciencias naturales, tuvo razón al exigir a Galileo que defendiera sólo como hipótesis el sistema copernicano. De tal modo es así, que el inspirador de la condena a Galileo, el cardenal Belarmino, reconoció que, si la tesis copernicana fuese demostrada, no habría más remedio que cambiar los criterios exegéticos vigentes hasta ese momento. No se condenó a Galileo porque la Iglesia considerara falsa la teoría heliocéntrica y verdadera la de Ptolomeo. La negativa de Roma a Galileo se basó más bien en la creencia de que la concepción copernicana estaba en contradicción con la Sagrada Escritura. Y ahí fue donde se equivocó la Inquisición empecinada en interpretar al pie de la letra los textos bíblicos. Por su parte Galileo, siguiendo a San Agustín y otros teólogos de la antigüedad, solicitaba criterios de interpretación para las sagradas escrituras que cualquier especialista de hoy aprobaría, lo que nos conduce al paradójico resultado de que Galileo se equivocó en el campo de la ciencia y los eclesiásticos en el de la teología. Mientras éstos acertaron en el terreno científico, Galileo lo hizo en la interpretación de los textos sagrados. Por ello no se puede afirmar, como tan gratuitamente se hace, que la labor de la Inquisición en el caso Galileo fue irracional o contraria a la ciencia ya que como demuestran las actas del juicio la seriedad y dignidad del Tribunal que lo juzgó, fue ejemplar y loada. Es, fue y será impensable que un Tribunal serio, pueda admitir hipótesis sin pruebas y eso también vale para el caso Galileo. Respecto a la severidad de la condena y en contra de lo comunmente establecido hay que decir que a Galileo no lo mató la Inquisición, sino que murió de muerte natural, en su casa, a los 78 años de edad. Galileo fue condenado a no enseñar o defender el sistema copernicano e ingresar en prisión, pena que fue conmutada inmediatamente por arresto domiciliario, de modo que nunca llegó a ingresar en la cárcel pero ni fue torturado, vejado ni maltratado como usualmente se acepta por buena parte de la población, debido a esa leyenda negra contra la Iglesia interesadamente difundida por ciertos defensores de la razón. Por ello es lógico afirmar que en el caso Galileo no se produce una oposición ciencia-fe, sino un aparatoso conflicto cultural propio de la época. Y mientras desde el mundo de la ilustración y la razón se difunde sin ningún tipo de cortapisa ni reparo la idea de que el proceso a Galileo es el típico caso de injerencia eclesial en el mundo de la ciencia y se exige airadamente una reparación por tal desatino, los mismos protagonistas callan vergonzosamente la historia del juicio a Antoine Lavoisier padre de la Química moderna. En 1791 Lavoisier, uno de los mayores genios del saber humano, es acusado, en pleno periodo del terror de la Revolución Francesa, por Marat entre otras lindezas de ser aprendiz de químico, charlatán y miembro de la Academia de las Ciencias. En 1792 la Academia y los académicos son acusados del delito de incivismo y en 1793 la Academia es abolida. En noviembre de 1793 y a pesar de la muerte de Marat la Asamblea decreta el arresto de los miembros de la Ferme Genérale entre los que estaba Lavoisier y son conducidos al convento de Port Royal. En mayo del año siguiente (1794), los detenidos son conducidos al Tribunal, cuyo record era que había condenado al 100% de los acusados. El presidente del tribunal, el terrible Coffinhal, expresó: “La República no tiene necesidad de sabios, dejad que la justicia siga su curso” y al día siguiente los prisioneros fueron ejecutados sin ceremonia y sus cuerpos arrojados a una tumba anónima en el cementerio de la Madelaine. Enterado de esto, dicen que Joseph Lagrange expresó: “Bastó un instante para cercenar esa cabeza, y quizás un siglo no baste para producir otra igual”. Como síntesis del reconocimiento de la obra del genial Lavoisier baste decir que sus aportaciones junto con las de Newton fueron señeras en la apertura de los horizontes de la científicos en general y de la Química en particular, al consolidarla Lavoisier como una ciencia con todos sus atributos. A día de hoy ¿Algún estado moderno ha pedido disculpas por semejante barbaridad? ¿Alguien clama por tamaño desatino? Parece que no, ni se espera tal disculpa ni exigencia alguna por parte de sector alguno de la sociedad. Cualquier persona con un mínimo de curiosidad intelectual puede comparar un juicio con el otro y sacar por si mismo sus propias conclusiones sobre quien buscaba la verdad y quien el interés. Pero eso es lo de menos, porque aquí lo importante es como conseguir lo que se desea y el objetivo ya esta señalado, desterrar, al precio que sea, el nombre de Dios de la vida moderna.

3- Cómo se desarrolla la sociedad deísta frente a la sociedad civil.

El tercer argumento en el que se sustenta la acusación contra los estados basados en la religión es la gran cuestión de la barbarie creada por dichos estados. Pero mientras en Europa convivieron los poderes civiles y religiosos el número de guerras provocadas por los primeros no desmereció en nada (aunque parezca increíble) a las provocadas por el poder religioso. A no ser que las conquistas del Imperio Romano, las de los bárbaros, las guerras de los reinos hispanos, las de Carlomagno, las incursiones Vikingas… las denominemos también como guerras religiosas. Porque una cosa es que los dirigentes se consideren creyentes y se sometan a un poder religioso y otra es considerar que toda conducta realizada por el poder civil deba atribuirse a un indicación de la jerarquía eclesiástica. ¿El poder absoluto nació con la religión o existe independientemente de esta? ¿El derecho de pernada medieval y lo que esto significa de sometimiento es consecuencia de una imposición religiosa o es consecuencia de la brutalidad humana? En todo caso si fuese cierto que el poder religioso fomenta la intolerancia y con ello la confrontación que lleva a la guerra, deberíamos comprobar una disminución de las mismas una vez que los pueblos se liberaron de su yugo, pero otra vez comprobamos que es todo lo contrario. El número de guerras y de muertos no hace más que aumentar con el paso del tiempo sin que se pueda ahora decirse que el culpable sea la religión. El número es ilimitado pero por mencionar algunas posteriores a la Revolución Francesa tenemos a las guerras napoleónicas, la misma Revolución, la primera y segunda guerra mundial, las Revoluciones Comunistas… En fin que cada uno se sirva a su gusto. Lo que sí es importante reseñar es que los cinco países que mayor exterminio, cuantitativamente hablando, han provocado en la historia de la humanidad son la Alemanía nazi, y las comunistas URSS, China, Vietnam y Camboya. Sólo ellos en cien años han asesinado a más gente que todas las religiones juntas desde que el hombre existe como tal. Y en todos ellos tenemos el denominador común de que no había sitio para Dios. La humanidad y la razón se bastaban por si solas para conducir al hombre hacia la libertad. Creo que no es necesario mencionar que cualitativamente también alcanzaron el glorioso honor de llevar la muerte, la tortura y la deshumanización hasta cotas inimaginables hasta ese momento, tanto es así que las actuales barbaridades de los radicales islámicos no son mas que un juego de niños comparado con lo realizado por los maestros del horror. Se puede caer en la tentación de pensar de que controlados los totalitarismos, la razón ya no tiene obstáculos para salvar al hombre y por lo tanto se está en condiciones de subir un nuevo peldaño de nuestra escalera al cielo del paraíso ilustrado. Escribe Pérez Reverte en su artículo de XL Semanal titulado: los ojos de víktor korchnói: “Para quienes, pese a ser jugadores mediocres como yo, hace tiempo sustituimos a Dios por el ajedrez (encontrando en este más lógica y consuelo que en una plegaria, un altar o un confesionario), ver a esos ajedrecistas en acción, inclinados sobre sus tableros, es como asistir a misa en una iglesia tranquila: algo que serena mucho el espíritu”. Bingo, ya se ha conseguido la cuadratura del círculo racional al igualar la espiritualidad con la relajación, el sosiego o el reposo, desvirtuando de ese modo la naturaleza del sentir religioso al vaciarlo de contenido, minando su fundamento y eliminando su razón de ser. Ahora ya todo vale porque el valor de las cosas, sentimientos o necesidades será el que oficialmente se les atribuya. Pero si la razón es la guía y la ciencia su bastón ¿Dónde ponemos el límite? Porque si el conocimiento no tiene límites implica que deberemos siempre aceptar sus avances como legítimos y sus consecuencias como naturales. En ese caso la ciencia se colocaría por encima del hombre pasando este a estar sometido a sus conclusiones hasta el límite de poder llegar el hombre a dejar de ser hombre en nombre de la suprema razón. Puede parecer ciencia ficción pero no lo es. Ya es posible modificar el color de los ojos de un feto por medio de modificaciones cromosómicas, pero resulta que unos padres quieren lo mejor para su hijo que está por nacer (lo que es del todo loable) y desean no sólo que tenga ciertos rasgos físicos, sino también mejorar su cociente intelectual. Este niño va a nacer (aparentemente) con unas ventajas que no va a poseer el hijo del vecino, el cual ve como puede peligrar el futuro del suyo si todo el mundo hiciese lo mismo, y aunque no está de acuerdo, no le queda más remedio que solicitar dichas mejoras para su bebé con el fin de evitar que este quede atrás en el futuro mundo competitivo que se le avecina. Por otro lado los avances en computación permiten insertar en el cuerpo humano microchips que mejoren el ritmo cardiaco a voluntad, que informen de las carencias minerales o que contengan toda la información de la enciclopedia británica por poner algunos ejemplos. De ese modo el hombre se va perfeccionando de tal manera que es capaz de realizar hazañas impensables para cualquier otro humano no modificado. Poco a poco el nivel va subiendo de tal manera que se pueden llegar a implantar miembros u órganos biónicos capaces de aumentar las capacidades físicas a estados que nada tienen que ver con el ser humano actual. El deseo de mejora y perfeccionamiento llega hasta tal punto que cada vez que se detecta un feto, no ya con defectos, sino con la incapacidad de ser mejorado hasta unos niveles aceptables se decide interrumpir su crecimiento provocando de ese modo una selección natural que ríete tú de la raza aria hitleriana o el hombre nuevo comunista. Pero la cosa no acaba aquí puesto que al nacer ya se tiene todo el mapa cromosómico del individuo de modo que en vez de ponerle al recién nacido una etiqueta identificativa se le inserta un michochip con toda su información genética o sanitaria, la cual es actualizada con cualquier cambio producido a lo largo de su vida. Y ya que estamos, los padres, en su derecho sobre el menor, deciden que en el mismo se incluya un localizador GPS para tener siempre controlado al menor. De ahí a que esa información la tenga un superordenador sólo hay un paso y que el acceso al mismo por motivos de seguridad lo tengan las fuerzas de seguridad de el estado o lo que es lo mismo la autoridad central es un juego de niños. Se puede añadir a esta visión todos los adelantos que uno desee, no hay límite, sólo se necesita que una persona comience el juego, que este se convierta en moda o tendencia y ya tenemos el avance asegurado. Es probable que este paisaje a algunos les parezca un disparate o una barbaridad pero por cada persona que lo repudia existe otra que desearía participar sin ningún reparo ni cortapisa en el mismo, por lo tanto ¿Dónde se pone el límite? y más importante ¿Quién lo decide? La única verdad, es que sin Dios no hay fronteras, la especie humana tal como es sólo es posible preservarla con la existencia de unas fuertes reglas morales que sólo son posibles si se acepta la premisa de la existencia de Dios. Por ello quedan advertidos todos los afrancesado y los defensores de la laicidad absoluta, por si en un futuro se produjesen acontecimientos como los antes expuestos, no sea que al igual que Ortega y Gasset, a los siete meses de proclamada la Segunda República Española, les invada la necesidad de exclamar aquello de ¡No era eso! ¡No era eso! Por otro lado, proclama el mundo ilustrado su superioridad pensando que la razón lo puede todo pero ¿Qué es la razón sin el corazón? Un mundo construido por gente como Einstein, Peter Atkins, Freud o Nietzsche sería perfecto en su concepción pero inhumano y falto de alma en su realización. No hay mas que ver como en nuestra sociedad los avances técnicos van de la mano con la soledad y el individualismo. Cada vez somos más ricos materialmente pero conforme aumenta la riqueza aumenta proporcionalmente nuestra pobreza humana, con la particularidad de que dichos valores son diametralmente opuestos a los de los países pobres donde la hospitalidad y el respeto a los mayores, por poner algunos ejemplos, son parte de sus señas de identidad y normas sagradas a cumplir por cualquiera de sus miembros, y de eso puede dar fe cualquier persona mínimamente viajada. Por ello el conocimiento de Einstein no es nada sin la humanidad de Gandhi, San Francisco o Luther King, la sabiduría de todos los filósofos terrenales queda vacía si no se completa con el humanismo de Tomas Moro o Erasmo de Roterdam y todo el avance social obtenido a lo largo de los siglos quedaría vacío sin la ciencia de San Agustín o Santo Tomás. Ciencia y fe son las dos caras de una misma moneda, no es posible el avance equilibrado de una sociedad si le falta una de sus dos caras, pero si por cualquier motivo tuviese en un momento dado que elegir, prefiero mil veces la humanidad vivida en las chabolas recorridas por la madre Teresa de Calcuta al conocimiento vacío de todos los palacios universitarios. Comenta San Juan en su evangelio que después de su última cena, Jesucristo les dio a discípulos un mandamiento nuevo, que se amasen los unos a los otros como Él los había amado y que esa sería la señal inequívoca de su fidelidad. Seguidamente se ciñó una toalla y se puso a lavarles los pies indicándoles que Él era el Señor pero que se ponía a servirles como si fuese el siervo y les exhortó a que ellos hiciesen lo mismo con el mundo porque de ese modo se les reconocería como discípulos suyos. No existe Revolución, Ilustración o conocimiento humano capaz de superar dicha doctrina. Otra cosa es que los que creemos en ella seamos capaces de estar a la altura de su enseñanza.

Y si alguien ha conseguido llegar hasta este punto (cosa que dudo mucho) decirle que la redacción de este artículo no habría sido posible sin al apoyo incondicional de todo el equipo de es.clasificados.st hacia mi trabajo intelectual, el cual debo manifestar, ha sido realizado sin injerencia alguna por su parte y respetando en todo momento mis fragilidades, perezas e inconsistencias que son muchas y variadas. Por todo ello, lo dicho, muchas gracias señores de clasificados.st

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Dr.fin
Dr.fin
1 año

Tiene razón el autor del texto al dudar sobre el número de lectores que habrán llegado al final…

Un análisis profundo sobre una cuestión importante no necesita citar a otros, parece que en este caso el inmenso Ego de los mencionados hubiera empujado al autor a medirse a ellos…

Ni siquiera lo merecen, pero ha quedado claro en este texto y recuerdo otro de este autor… que el Ser Humano es Alma e Intelecto, estas dos circunstancias, por mucho que el Intelecto se esfuerce si el Alma no dirige… más de lo mismo, ruido, bla bla bla…

Enhorabuena pues por haber ganado el duelo y ojalá el autor deje de medirse y escriba para ayudarnos a ver con la claridad que ve él…

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