El siguiente relato o testimonio que os vamos a ofrecer no es único, ni mucho menos. Tan sólo se trata de un testimonio más de las numerosas tropelías que hemos sufrido como disidencia durante los últimos dos años y medio, más o menos. En este caso en concreto, hablamos de la disidencia donostiarra. Pero, como decimos, es extrapolable a cualquier otra región, país o continente, puesto que lo que vamos a relatar se ha vivido (y sufrido) en la disidencia vasca, valenciana, canaria, española, francesa, canadiense, australiana, alemana… y de tantos otros pueblos, ciudades, regiones, países o rincones del planeta.

Pero, tal y como hemos mencionado, nuestra historia nació en Donostia. ¿En el Boulevard, es decir, en el punto de encuentro de la disidencia donostiarra desde que comenzó eso a lo que llaman “pandemia”? No, en este caso no. En este caso en concreto, todo comenzó en el histórico Atano III. Vamos a ello. Eso sí, antes de comenzar nos gustaría destacar que en la redacción de euskalnews.com contamos con tres documentos (acta de denuncia, cédula de citación judicial y sentencia absolutoria) que prueban lo que se va a afirmar en la presente noticia. Nuevamente, vamos a ello.

Resulta que hace unos ocho meses, para ser exactos, el día 23 diciembre 2021, en el Atano III se estaba haciendo algo que no es lo habitual, es decir, jugar a pelota, pala o cesta-punta. Lo que se estaba haciendo es lo que se hizo en muchos frontones y polideportivos: inocular eso a lo que llaman “vacunas COVID” como si no hubiera un mañana. En este caso en concreto, se estaba vacunando a los niños, por lo que en la disidencia donostiarra se vieron con la obligación de tomar cartas en el asunto.

Queremos recalcar que cuando nos referimos a disidencia donostiarra no nos referimos a ningún grupo en concreto. Entendemos que todos ellos o prácticamente todos ellos serán miembros o simpatizantes de la plataforma Bizitza, de su colectivo local o, incluso, formarán parte del Mizelio original. Desconocemos también si se trata de un grupo vinculado a los grupos de “asalto a vacunódromos” promovidos por Fernando Vizcaíno Carles, el activista valenciano al frente de ReVelión en la Granja o, por el contrario, si en esta actividad disidente iban por libre. No es relevante. En la presente noticia nos referiremos a ellos como lo hemos hecho hasta ahora, es decir, como “disidencia donostiarra”.

Seguimos. La intención de quienes se reunieron frente al Atano III era “presentar una denuncia”, ya que los allí presentes entendían que se estaba cometiendo un delito al “estar vacunando a los niños sin prescripción medica y sin consentimiento informado”, tal y como denunciamos en numerosas ocasiones durante ese periodo al que el oficialismo denominó como periodo de inoculaciones. Vamos a evitar definir este periodo con una definición que, aunque nos parece mucho más adecuada, puede que, debido a la seriedad sel tema que se trata en la presente noticia, no sea del todo aconsejable. Pero vamos, que la mayoría de nuestros lectores habituales ya sabéis a lo que nos referimos.

Al margen de ver cómo la Ertzaintza, al igual que siempre desde que comenzó eso a lo que llamaban “pandemia”, les ponía piedras en el camino a la hora de ejercer su derecho a manifestarse y protestar contra algo que consideran (y lo es) injusto, ese día vieron como el totalitarismo institucional iba un paso más allá. El mencionado día se presentaron cuatro personas con una videocámara (el valor de la cámara asciende a los 1.200€) que, tal y como hemos mencionado, tenían como objetivo presentar la correspondiente denuncia, para lo cual informaron a la Ertzaintza.

No fueron los únicos que contactaron con las autoridades, ya que el responsable de Osakidetza también se puso en contacto con la Ertzaintza por la presencia de los disidentes en las inmediaciones de la entrada al Atano III. Sin embargo, cabe a destacar que fueron los disidentes donostiarras quienes habían solicitado con antelación la presencia de ertzainas “para se personaran a identificar al responsable del centro y poder presentar la correspondiente denuncia en el Juzgado”.

A pesar de que fueron ellos los primeros que solicitaron la presencia de miembros de las supuestas fuerzas de seguridad, se encontraron con una serie de atropellos a los derechos fundamentales que les dejaron, cuando menos, desnudos en cuanto a libertades se refiere. No sólo vieron como se les trataba “de muy malas maneras” y se les despojaba de ese hoy en día preciado derecho a manifestación, sino que, según denuncian, también les impidieron grabar.

Lo peor de todo es que también les requisaron la cámara. Cámara que, tal y como hemos mencionado, no es una cámara cualquiera. Su valor asciende a unos 1.2000 euros. Pues sí, aunque no os lo lleguéis a creer, esa cámara sigue requisada puesto que un juzgado considera que se trata del “arma del delito”, según denuncian las únicas víctimas de todo este suceso, es decir, los disidentes donostiarras afectados por el totalitarismo policial y judicial que se suma al totalitarismo de una clase política que está a años luz de cualquiera que se precie.

Todo ello a pesar de que la justicia, aunque tarde, les ha dado la razón. Y es que, tal y como hemos mencionado anteriormente, contamos con tres documentos. Entre ellos, una sentencia absolutoria que prueba como han sido absueltos de todos los supuestos delitos de los que eran acusados de manera arbitraria e injustificada. Pues, aún así, todavía no les han devuelto la cámara. Una completa vergüenza que se alarga en el tiempo.

Asimismo, cabe a destacar que, según denuncian los disidentes afectados, en ningún momento tuvieron “la oportunidad de relatar lo sucedido”. ¡Viva la libertad! Para que luego tengamos que escuchar eso de que “solo hacían su trabajo” y “no es su culpa, es de los de arriba”. Pues sí… y no. Las dos cosas. Y es que, tal y como ha demostrado la historia en incontables ocasiones, todos los peores males realizados en este planeta siempre han venido acompañados o se han justificado con un “hacían su trabajo”. Ya, ya…