• Escrito por Teresa L. de Munain
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NAVIDAD, INOCENCIA SIN MENTIRAS

Una reflexión para principios de diciembre sobre la cercana Navidad, tiempo de rituales preciosos confundidos con la decadencia de la cultura que confunde los mejores dones de la existencia con mentiras y señuelos para el consumo. La pregunta entre los padres es ¿Hay que fomentar entre los niños la creencia del Olentzero o los reyes magos? ¿Eso es la esencia de la inocencia de los niños? La esencia de los inocentes es su aperturra a la ilusión y la fe en sus mayores, el misterio de la propia vida. No hay que enseñarles a mentir, ni contar cuentos como si fuesen verdad, Los enigmas de esta vida están contados en forma de cuentos llenos de misterios y prodigios , tienen su ser de inspiradores Pero los regalos nos vienen de las manos y el esfuerzo de los demás por agradarnos y fomentar un tiempo de sorpresa y afecto. Nosotros hacemos la navidad y debiéramos fomentar hábitos y rituales para penetrar en esos enigmas de la existencia. La inocencia no es ser tonto o ser susceptible de que te engañen porque no sabes las reglas del juego.

Poner un Belén, un árbol, iluminar caprichosamente la casa, preparar la mesa familiar con abundancia y extraordinarios, es una manera de impregnarse del espíritu del amor familiar, el calor de todas las reconciliaciones necesarias en la convivencia, el amor incondicional, el perdón, el humor creativo, la reconfortante paz del calor del nido son las riquezas que surgen del tiempo dedicado a los demás. Las navidades son para volcarse sobre el Nosotros, detenerse en la rutina y agasajar la alegría y el espíritu de la casa y los lazos fundamentales para los niños, por eso les gusta la Navidad.Son los días de iluminación en la oscuridad del invierno. Se permiten los abrazos, se convoca a los de casa. La costumbre de elaborar un regalo sorpresa, con la tensión que produce el tenerlo guardado hasta el momento de presentarlo es muy bonita, pero decirles a los pequeños que lo trae el Olentzeo es mentir y confudir el sentido de verdadero y falso. No se merecen que les confundamos en pesquisas sin salida, para aclararles al cavo de unos años que era una mentirijilla, cuando ellos se rompen la cabeza pensando cómo entrará el viejo gordo o los otros con camellos por la chimenea cuando en muchas casas ni siquiera hay chimenea.

No confundir los mundos de la vigilia y el sueño, los de la fantasía y el mito del de la realidad, el mito y la filosofía Sabemos cómo los niños se pueden enganchar en obsesiones hasta que descifran los dilemas que se encuentran. ¿No es mejor enseñarle el esfuerzo que cuesta hacer algún regalo que pueden elaborar con sus propias manos para ofrecer por sorpresa a alguien al que quieran decir Te amo?

Cuidar la delicada alma de los niños, preservarlos de falsedades, no es deshacerse del ser espiritual ni de la memoria ni las tradiciones. Esta propuesta no es quitarles la ilusión sino poner cada cosa en su sitio. En el fondo tienen un gran sentido de verdad y no les gusta que les tomen el pelo. La confusión de la inocencia con la estupided se manifiesta en la fiesta del 28 de diciembre, día de los inocentes, que se usa únicamente para hacer bromas a los despistados. Es bonito ese juego del engaño amistoso, pero eso no es la inocencia de los niños.

A los niños les gusta recibir regalos, si les proponemos que los hagan ellos también con sus manos descubrirán lo grande que es dar y tener tiempo de pensar en los otros mientras usas tu creatividad, un dibujo, una talla, un poema, un pastel, un teatro o una canción ..

Los niños son muy capaces de percibir los mejores regalos de la vida, el sentido espiritual de la Navidad y anhelan el tiempo para agasajar y cargarse de las fuerzas que le dan soporte como ser humano, la familia. A mí me encantaba no ir a la escuela para aprobechar la compañía de los de casa jugando, escribiendo cartas a todos los familiares, las reuniones alegres, contemplar la lluvia y la tormenta detrás de los cristales de la casa segura y caliente, cantar juntos, contar cuentos. La vida es de por sí profunda y misteriosa, merece bucear en ella con humildad y los mitos nos hablan de todo ese fondo pero no hace falta decir mentiras, ni dar motivos a nuestros hijos para llamarnos mentirosos en la adolescencia.

Los padres son los reyes, ahora que partieron les pongo la corona de oro y flores de mi corazón y les pido que me acompañen desde su viaje en lo etéreo.