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OPINION

Hermafroditismo verdadero

Escrito por José Miguel Ruiz Valls

HERMAFRODITISMO VERDADERO

En este universo, de infinita variedad, en el que nos movemos, es evidente que no hay dos personas iguales; y ello nos informa de que es, del todo imposible, que se dé una competición en perfecta igualdad de condiciones. Hay mujeres que se ven “excesivamente masculinas” como hombres que se ven “excesivamente femeninos”. La cuestión es ¿Dónde acaba “lo normal” y empieza “lo excesivo”? ¿Dónde trazamos la línea? ¿Con x nanogramos de testosterona soy mujer y con un nanogramo más soy hombre?

En este universo, de infinita variedad, que habitamos, siempre ha habido hermafroditas, si bien, en un porcentaje muy pequeño ¿Y qué es un hermafrodita? Pues un ser humano que nace con características de ambos sexos. Antiguamente eran ocultados por sus propias familias y frecuentemente eran encerrados en conventos de clausura (Lo que contribuyó, sin duda, a la patológica concepción del sexo que tienen muchos “religiosos”). Con el auge de la medicina, se pudo “resolver el problema”, extirpando uno de los sexos y/o compensando el exceso o defecto hormonal. ¿Y qué sexo solían elegir los médicos? Ellos prefieren quitar los caracteres masculinos y dejar los femeninos, porque es más fácil quitar que poner.

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Esa es la causa de que existan boxeadoras como la argelina que vapuleó a la italiana en las recientes Olimpiadas. Ella no es transexual, es sencillamente una mujer con exceso de hormonas masculinas. Fue el hecho de que ganara tan fulminantemente lo que llevó a muchos a considerar que el combate no fue justo pero, en este universo de infinita variedad que habitamos ¿Qué sería un combate justo? Hoy, el hecho de que, en las competiciones, se lucha por un centímetro más o por una centésima menos, ha llevado a no pocos atletas a doparse artificialmente ¿Cómo pueden rasgarse las vestiduras ante un “dopaje natural”?

Los que hicieron las normas del boxeo establecieron diferentes categorías, con el fin de impedir las victorias fulminantes pues ¿Qué interés tendría ver un combate entre un peso pluma y un peso pesado? Así, se distingue entre hombres y mujeres, y se subdivide cada una de esas dos categorías en atención al peso. Con ello se logra cierta igualdad de oportunidades pero nunca una igualdad perfecta pues, obviamente, cada deportista presenta una particular proporción hormonal. Pensemos que las Olimpiadas se inventaron antes que los tratamientos hormonales e incluso antes de que se supiera qué son las hormonas, lo cual nos dice que un caso como el ocurrido en París pudo haber ocurrido en el pasado reciente (No en el remoto pues los griegos que inventaron las olimpiadas, no permitían participar a las personas con vagina).

A la vista de lo sucedido en París, han saltado muchas voces diciendo – Siendo un hombre, ya podía-. Curiosamente, muchas de ellas decían antes que podían tanto o más que los hombres. Pero más curiosa ha sido aún, esa misma reacción, en personas que consideraban hombre al que nace con pene y mujer a la que nace con vagina. ¿En serio están pidiendo que descalifiquen, por hombre, a quién nació mujer? Si las mujeres más altas pueden sentir la tentación de ganarse la vida con el baloncesto ¿Que tiene de extraño que las mujeres más fuertes se dediquen al boxeo?

A los agendistas, magnificar el acontecimiento les parece una gran jugada. Han hecho dudar a muchos de esos que tenían claro que solo hay dos géneros, definidos por los genitales. Si asumen que es la proporción hormonal lo que define al humano como hombre o mujer, y no su sexo ¿Les parecerá bien que alguien cambie de sexo por padecer un “desequilibrio hormonal”? ¿Y dónde acaba el desequilibrio “normal” y empieza el “excesivo”?¿Dónde ponemos la línea?

Pero los agendistas no son conscientes de que, sus campañas de confusión, también generan mucha consciencia; y gracias a ese acontecimiento magnificado por sus medios de comunicación de masas, no somos pocos los que hemos podido comprender que, en un universo de variedad infinita, no puede darse una competición en perfecta igualdad de condiciones, no puede darse una competencia realmente justa, por el simple hecho de que los humanos no nacimos para competir sino para colaborar.

José Miguel Ruiz Valls

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