“La libertad primero” – Juan Montero
- La opinión de Juan Montero
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La única cosa que es imprescindible que sepas es la ubicación de la biblioteca.
Albert EINSTEIN
Quiérase o no la vida que llevábamos hace diecenueve meses ha quedado notablemente modificada.
Ignoro si la cita es auténtica o apócrifa pero me identifico plenamente con ella. Siempre que he llegado a un lugar para pasar una temporada he localizado sus bibliotecas y las he usado como fuente de esparcimiento. Bueno, ahora, con la disposición de chiqueros para humanos, fluidos colocados en las paredes y derecho de admisión según el grado de sumisión a las normas ineficaces que han sido declaradas nulas, la cosa se ha vuelto harto complicada.
En mi caso, se me ha privado de repente de mis principales ocupaciones y entretenimientos, y respecto a que vuelva a disfrutar de ellos soy pesimista. Como carezco de tele, visitaba a diario la biblioteca para sacar películas y series de calidad, iba al cine una o dos veces por semana y practicaba taichí en grupo con la misma frecuencia.
El último día que realicé estas tres actividades fue el jueves 12 de marzo de 2020. A partir de ahí, el escurridizo Sánchez determinó que la mejor forma de lidiar con el SARS-COV2 era suprimir de un plumazo todos los derechos y libertades del Título I de la Constitución española. Volver a mantener los hábitos cotidianos fue y sigue siendo completamente imposible.
Otros dos entretenimientos a los que solía dedicarme han quedado muy reducidos. El primero es el de hacer películas. Todo mi equipo de montaje quedó en el apartamento donde vivía, fuera de mi alcance durante seis meses. Solo ahora lo estoy volviendo a usar. Además, rodar tomas de apoyo por la calle se ha vuelto bastante complicado. Los embozados deambulan como almas en pena y a la que te descuidas se han colado en el encuadre.
Una última ocupación ha quedado también muy limitada: mi afición a pilotar aviones ligeros es incompatible con la reducción de oxígeno que implica la imposición de mascarilla. Así lo determinan todos los manuales de aprendizaje y, como a veces se me obliga a portarla, he volado el mínimo requerido para no perder mi licencia de piloto. Estando a los mandos, la seguridad es lo primero o, digamos, lo segundo, después del propio placer de surcar los aires. Dicho esto quiero aclarar que no puedo o no debo quejarme. La Libertad es ineludible y a veces viene bien un cambio para paladearla y aparcar temporalmente las ocupaciones que se han hecho rutinarias. En todo este tiempo me he dedicado a luchar encarnizadamente por ella y nuevas ocupaciones han llegado para sustituir las anteriores: la acción directa, la emisión de podcasts, la escritura de artículos de opinión para Euskalnews, la jardinería, la albañilería del adobe y la soldadura eléctrica.
He debido abandonar también mi profesión como docente de arte, ya que era muy grande el daño físico y moral causado por bozales y protocolos liberticidas sacados de la manga, no sin antes manifestar mi más enérgica protesta, repulsa y condena ante el claustro de profesores y aconsejar a todos mis alumnos usar la lógica y el método científico antes de decidir si prestarse o no a experimentos promovidos por farmacéuticas.No sé si algún día podré dedicarme de nuevo a todo lo que hacía antes. Ahora los políticos admiten sin ambajes que el totalitarismo «ha llegado para quedarse» y que la democracia es cosa del pasado. Tampoco sé cómo esta persecución de la naturalidad y del quedo fluir de los acontecimientos humanos le ha condicionado a usted, que lee estas líneas, pero me gustaría descubrirlo a través de la sección de comentarios habillitada a tal fin. A mi última obra, antes de abandonar mi trabajo como profesor de escultura le incorporé la leyenda: LA LIBERTAD PRIMERO. Sea una determinación seguida por la acción y una irrenunciable declaración de intenciones.