“Tú decides” – José Miguel Ruiz Valls
- La opinión de José Miguel Ruiz Valls, colaborador habitual de euskalnews.com
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TÚ DECIDES
Amar es un verbo y amor, un sustantivo. Los verbos expresan acción y los sustantivos etiquetan objetos (Bien sean materiales o mentales). Amar es pues, una dinámica, mientras que amor es lo que se espera pasivamente. Amar es una emisión que no requiere de ninguna condición externa mientras que amor es una recepción y depende, siempre, de que se den las condiciones apropiadas. Amar nunca pierde su dinamismo: El que ama, siente la necesidad de expresarlo, de vivirlo. Solo el que teme puede frenar tal necesidad y eso es porque, en realidad, es miedo y no amor lo que está sintiendo. Amar expresa poder ilimitado. ¿Quién puede impedirte que ames a quién quieras, cuando quieras? Esperar amor expresa carencia, falta de poder. Confundir verbo y sustantivo da lugar a las siguientes manifestaciones:
“No te amo si no me amas” (O no me muevo hasta que no te muevas). A primera vista parece que, el que así se expresa, está imponiendo una condición a otro pero ¿No es su propio movimiento, su propia vida, la que está condicionada por ese otro? ¿Y si el otro no se mueve? Entonces el que espera, se queda esperando, sin amor, sin amar, como muerto. En realidad, con la expresión “No amo si no me aman” lo que estamos diciendo es “No amo si no veo amor”. Es como decir “Si no recibo no doy” o “Doy cuando recibo”. Es lo que todos conocemos como prostitución (Comercio).
“Amo mientras me aman” es una variante, con una forma más “positiva” aunque significa exactamente lo mismo: No te doy si no me das. Mi amar existe porque veo tu amor y, si no lo veo, dejará de existir. Pero entonces ¿Qué es lo determinante, que me den amor, o que yo lo vea? ¿Podría darse el caso de que me estén dando amor sin que yo lo perciba?
Es fácil darse cuenta de lo ilógicas, de lo incoherentes que son todas estas formas de “amar con condiciones” cuando sustituyo “Amo mientras me aman” por “Amo a los que me aman” ¿Significa eso que estoy dispuesto a “liarme” con todos los que lo deseen? ¿Basta que me amen para que yo les ame o exijo algo más? ¿Me basta ver la mirada de deseo de un mendigo para desearlo yo a él?
Al hacerme tales preguntas, puedo ver que el amor condicional es siempre selectivo, que no es suficiente que me ames para qué yo te ame. Para que yo te ame, debes amarme y, además, debes ser guapo, o rico, o divertido, o todo junto. Para que yo invierta en ti, debo juzgar que eres una buena inversión para mi. ¿Puedo entender entonces que, tal como yo no veo buen negocio en amar al mendigo, otro no vea buen negocio en amarme, a mí?
Si selecciono a quién amar, lo coherente es que acepte que otros me seleccionen. ¿Por qué me enfado, me deprimo, cuando no paso su selección? Si discrimino, por razones de riqueza, de belleza, o por cualquier otra razón que se me ocurra (Ya hay quién admite que nunca elegiría a un no tatuado), he de aceptar que otros me discriminen. Si juzgo que otros no son suficiente para mí, he de asumir que pueda no ser yo suficiente para otros. ¿Estoy dispuesto a asumirlo?
Veo así que el amor condicionado nunca depende de la condición de otro sino de mis propias condiciones, de mis propios juicios. La secuencia completa no es “Amo al que me ama” sino “Lo amo porque es rico (por ejemplo) y quiero que me corresponda para disfrutar su riqueza”. El que yo ame depende de la condición que yo mismo impuse al otro, y es por eso que ignoro lo que pueda sentir el mendigo por mí. ¿Puedo entender que, mi amado millonario, me vea como un mendigo?
Es inevitable juzgarse, a sí mismo, con la misma severidad que juzgamos a los demás, y es por eso que aquel sabio que fue Jesús de Nazareth, aconsejaba “No juzgues y no serás juzgado”. Si deseo amar a un rico (por ejemplo), si he puesto condiciones a mi amor, si le he puesto precio, tal deseo me llevará a vivir la experiencia de ser despreciado por pobre. ¿O no tiene mi rico amado el mismo derecho de amar a alguien más rico? Es cierto que también puede pasar por alto mi pobreza pero eso solo lo hará si sus condiciones son diferentes de las mías. Así se pueden producir, por ejemplo, relaciones “simbióticas” entre ricos feos y pobres guapos que perdurarán mientras perduren las condiciones: El pobre no dudará en cambiar de amante si encuentra a otro más rico y el rico hará lo propio si encuentra otro más guapo. Esto, que en fondo saben ambos, llenará de desconfianza, de inseguridad, de miedo, su relación (De celos) y donde se ve miedo no se puede ver amor.
Pero ¿no puede ocurrir también que el otro, aunque sea más rico, o más guapo, o más listo, me ame, tal como soy, sin imponerme condiciones? Por supuesto que puede ocurrir, como puede ocurrir que amemos a los mendigos que vemos por la calle ¿no? Tuvimos que pasar por la experiencia de los amores condicionados para llegar a plantearnos esa pregunta, para descubrir el amar sin condiciones (El amar de verdad). Tuvimos que pasar por la experiencia de la prostitución, del comercio, de la miseria, del “te doy si me das”, para descubrir que nuestra capacidad de amar no depende de ninguna condición pues ¿No es eso lo que le pedimos al otro, que no nos ponga condiciones? Tuvimos que sufrir el desprecio del otro para comprender el sufrimiento que causamos al despreciar; para descubrir que nuestra capacidad de amar no es otra cosa que la posibilidad de mirarnos en los demás y poder así eliminar nuestras propias incoherencias, poder así acabar con esos conflictos internos que nos producen inseguridad, miedo. ¿Se puede eliminar el miedo del mundo conservando el propio miedo? ¿Se puede lograr la paz mundial conservando nuestros conflictos internos, nuestra guerra interior?
Si queremos que nos amen, sin condiciones, tenemos que estar dispuestos a amar, sin condiciones. O eso, o ya sabemos lo que hay: Dar sin condiciones, eso es amar de verdad, es la abolición del comercio, de la prostitución, es la solución a todos los problemas del mundo, a todos nuestros problemas. Donde no hay condiciones no puede haber faltas, no puede haber juicios ni, por tanto, condenas, y eso es lo único que se requiere, para que se pueda ver amor y no miedo. Ya sé que la mente entiende que es una solución difícil, pero eso no tiene ninguna importancia, pues de igual manera puede entender que siempre es preferible “lo difícil” a “lo imposible”. O sustituimos la sociedad del comercio por la sociedad del Amar, o ya sabemos lo que hay y lo que podemos esperar.