En varias ocasiones hemos informado de la grave crisis inmobiliaria en China. Dos años después el gobierno ha decidido, finalmente, rescatar a un sector al borde del colapso, que es crucial para la economía del país: aporta una cuarta parte del PIB.
Sin embargo, las ayudas públicas y bancarias tendrán dificultades para compensar la caída de las ventas de viviendas, las quiebras de promotores y el abandono de los edificios en construcción. El gobierno ha anunciado varias medidas para relanzar el sector: un plan de recuperación a través de infraestructuras para apoyar la construcción, la renovación de determinados barrios de las grandes ciudades, el desarrollo de viviendas sociales…
Otras iniciativas van destinadas a rescatar a los promotores, por ejemplo, comprando sus activos o liberando fondos para ayudar a los necesitados de liquidez, gracias a una “lista blanca” de 50 empresas, públicas y privadas, aprobada por el gobierno.
El anuncio de estas medidas ha tranquilizado a un sector angustiado. Los especuladores han tomado aliento. Las inmobiliarias subieron en bolsa un 7,6 por cien el día después del anuncio. La cotización de algunas, como Sunac, se disparó un 27 por cien.
En fin, es un plan de rescate como cualquier otro. El gobierno ha esperado hasta el último momento para evitar movilizar fondos públicos o imprimir dinero a cambio de nada. También es una crisis de superproducción como cualquier otra. Las inmobiliarias seguirán quebrando, habrá pérdidas de empleos y una importante desaceleración de la construcción después de casi 30 años de febril especulación, que ha acompañado a un crecimiento económico nunca visto en la historia del capitalismo.
Finalmente, es un plan de ajuste económico: las empresas tendrán que adaptarse a un nuevo ritmo de crecimiento, mucho más débil en los próximos años que en años anteriores.
Artículo original publicado en mpr21 (reproducido en euskalnews.com)