• Escrito por Aitziber Mondéjar
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ASSBALL para ASSHOLES

Conozco una familia que ha terminado asqueada de las “nuevas restricciones” impuestas en la “nueva educación” de la “nueva normalidad”. Su hijo pequeño tiene la piel de las manos destrozada de tanto hidrogel, pasa el día en las nubes, porque nunca ha tenido buen oído y como no puede verle la cara a la profesora, desconecta según se sienta en la silla. Está siempre triste, no tiene ganas de ir al colegio y si no se vacuna, no le van permitir jugar en el equipo de fútbol, que es lo único que le gustaba hacer. Les han recomendado llevarlo a un psicólogo.

El mayor es guerrero. Ha decidido que no se va a ahogar detrás de una mascarilla y se la baja cada dos por tres. Le han abierto varios expedientes y le han expulsado varias veces. El joven se defiende con argumentos… A sus profesores les gustan los jóvenes obedientes y sumisos. No hacen migas.

Los padres han decidido que esta situación no da más de sí. Acuden a una reunión con el director del centro escolar. “Yo, como padre y como persona puedo tener mi opinión respecto a estas medidas. Pero aquí soy el director del colegio y tengo que asegurarme las subvenciones del gobierno”.

Los padres deciden desescolarizar. La madre, con formación y experiencia como educadora, deja su trabajo para asumir la educación de sus hijos en casa. Meses después, representantes del gobierno les convocan a una reunión. Los padres argumentan los motivos físicos, psicológicos y anímicos que les han llevado a tomar esa decisión. Una escuela es un lugar para socializar y aprender a relacionarse con otros niños. Eso ha desaparecido en la “nueva educación” impuesta. Ahora se promueve el temor al prójimo y el terror a la vida.

Al representante del gobierno no le interesan los motivos: “La ley no permite educar a los niños en el hogar”. “¿Y la ley permite que los principios que rigen la educación de nuestros hijos sean modificados de forma unilateral por el gobierno, sin consensuar nada con otros agentes educativos, imponiendo medidas experimentales que nadie sabe cómo van a afectar a su salud integral a medio y largo plazo?”, pregunta la madre. No hay respuesta a esa pregunta. “Cuando la situación se normalice, sus hijos tendrán que repetir, porque ustedes en sus casas no pueden evaluarles”, sentencia el representante gubernamental con tono amenazante. “Pero cuando regresen podrán evaluarles ustedes y decidir qué nivel tienen”, comenta el padre. “He dicho que tendrán que repetir curso”, responde fuera de sus casillas el funcionario elevando la voz.

Los padres salen de la reunión. No dan crédito a lo que han visto y oído. “¿En manos de quién estamos?”, se preguntan. “Ni siquiera les interesa saber cómo vamos a educarles. Solo les preocupa que no juguemos a su juego”.

“¿Te imaginas que el presidente de la Federación de Fútbol decide que el fútbol se va a jugar con el culo, para evitar lesiones de rodillas? ¿Y que obliga a todos los jugadores a mantener su contrato en esas nuevas condiciones?”

“Seguirían jugando. Vivimos en el mundo del “todo por la pasta”…”

“Pero, por lo menos le cambiarían el nombre, ¿no? ¿Cómo se dice culo en inglés?”

“Ass. Tendrían que llamarlo assball. Assball para assholes”.

“Es un buen título para un artículo”.