Escrito por Fernando Vizcaíno Carles (ReVelión en la Granja)
PANDEMIA DE FALSOS POSITIVOS PCR 2.0. (CONFLICTOS DE INTERESES E INESPECIFICIDAD)
(enlace artículo PANDEMIA DE FALSOS POSITIVOS PCR 1.0.)
En mis artículos anteriores dejé perfectamente documentado que la nada alarmante cifra oficial de 6.8 millones de fallecidos por causa de la COVID-19 había sido engrosada fraudulentamente en, al menos, un 97% del total referido en base al umbral de ciclos al que se estuvieron realizando los test PCR para diagnosticar la enfermedad. Esto último se debe a que: 1) tanto los CDC, como el ministerio de sanidad español, así como los principales especialistas europeos y mundiales en la materia, reconocen que los positivos obtenidos a partir de test PCR realizados a un umbral de ciclos superior al de los 30-35 deben ser considerados como falsos positivos; y a que, 2), el umbral empleado al realizar estos test fue de entre 40 y 45 ciclos.
No obstante, el engaño al que la población mundial ha sido sometido en relación al uso de los test PCR como prueba de diagnóstico de la COVID-19, ni mucho menos se limita al umbral de ciclos al que estas pruebas fueron realizadas. El engaño es mucho mayor.
El 23 de enero del 2020, la revista científica “Eurosurveillance” publicó un estudio para justificar la detección del Sars-Cov2 y el diagnóstico de la enfermedad de la COVID-19 mediante el empleo de los test PCR.
Posteriormente se exigiría la retirada oficial de este estudio en base a 1) los conflictos de intereses graves de sus autores y, 2), a la detección de hasta 10 errores científicos graves en este estudio. Sin embargo, este estudio no solo no fue retirado, sino que se usó para legitimar, tal y como acaba de decirse en el párrafo anterior, el uso de los test PCR para la detección del Sars-Cov2 y el diagnóstico de la COVID-19.
Mostraré en primer lugar en que consistieron los referidos conflictos de intereses de sus autores:
En primer lugar, nos encontramos con que dos de entre los autores de este estudio, Olfert Landt y Marco Kaiser, trabajan para la empresa TIB Molbiol.
Además, uno de ellos, Olfert Landt, resulta que es nada más y nada menos que el propio fundador de TIB Molbiol.
El grave conflicto de intereses que supone la implicación de estos dos autores del estudio con TIB Molbil, radica en el hecho de que esta empresa fue una de las primeras en sacar al mercado los test PCR y que, solo durante el transcurso del año 2020, vendieron más de 60 millones de unidades. Por lo que podríamos estar hablando de no menos de 200 millones de dólares de facturación para TIB Molbiol durante el primer año de la presunta pandemia del Coronavirus, por mediación de la venta de un producto cuya validez fue legitimada a través de un estudio realizado -entre otros autores- por el propio fundador y por uno de los empleados de dicha empresa.
En segundo lugar, se da el caso de que el virólogo alemán Christian Drosten, quizá el más conocido de entre los autores del estudio, es uno de los editores asociados de la propia revista que publico el estudio: “Eurosuveillance”
Tampoco quiero dejar de mencionar la tremenda casualidad que supone que fuese precisamente por estas fechas cuando la Universidad Charité de Berlín, en la que trabaja Christian Drosten, recibiese donaciones por un valor de más de 300 mil dólares por parte de la Fundación Bill & Melinda Gates. Sobre todo teniendo en cuenta que esta última sería una de las más beneficiadas a la hora de vender las “vacunas” que más adelante habrían de sacarse al mercado para, supuestamente, evitar el contagio y la transmisión de la enfermedad diagnosticada por las PCR.
Respecto a los 12 errores científicos graves que fueron detectados en el estudio publicado por la revista “Eurosurveillance”:
El 27 de noviembre del 2020 fue publicado un informe de revisión por pares del estudio publicado por “Eurosurveillance” firmado por un gran número de renombrados científicos, que revelaba 10 fallas científicas importantes a nivel molecular y metodológico: consecuencia de los resultados falsos positivos.
En base a estas fallas científicas, el informe suscribe que, ni la prueba que fue presentada ni el manuscrito en sí, cumplían con los requisitos para una publicación científica aceptable. Además, también mencionaba los conflictos de intereses graves –anteriormente especificados- de sus autores.
El primer y principal problema de entre los muchos otros encontrados en este informe, fue el de que en el momento en que el estudio fue realizado, los autores no disponían de material de control del Sars-Cov2 infeccioso (“vivo”) o inactivado, ni del ARN genómico aislado del virus. Añadiendo que hasta la fecha (27 de noviembre del 2020), los autores del estudio continuaban sin haber realizado ninguna validación basada en virus Sars-Cov-2 aislados o ARN de longitud completa de los mismos.
¿Qué significa esto en lenguaje coloquial?
Imaginad que se comete un atraco y que lo único que se sabe de su perpetrador, es que se trata de un hombre que usaba pantalones y camisa largos, pasamontañas, gafas de sol y guantes. Por tanto se desconoce el color de su piel, ojos, cabello y demás rasgos faciales. Lo que ocurriría en este caso, es que la policía no tendría cómo diferenciar a este hombre del resto de hombres y, consecuentemente, nunca podría llegar a especificar cuál de todos habría cometido el atraco.
Esto es exactamente lo que ocurre con los PCR. Si nadie aportó la muestra del virus específico que debía detectar, sus positivos nunca podrían ser considerados específicos a ese mismo virus; que, en este caso, sería el virus Sars-Cov2.
Esto significa que, aun en el caso de los PCR hubiesen estado realizándose a un umbral de ciclos aceptable, ni siquiera así se hubiese podido especificar que sus resultados positivos fuesen positivos a Sars-Cov2. Es decir que los test PCR, por mucho que las Fact-Checkers como “Maldita” o “Newtral” –financiadas por la fundación Bill & Mlinda Gates– traten de desmentirlo insistentemente, son pruebas inespecíficas a la hora de detectar el Sars-Cov2 y, como mínimo, proporcionarían un 97% de falsos positivos.
Mucha gente, obnubilada tanto por el miedo como por las afirmaciones acientíficas difundidas mancomunadamente por políticos y medios de comunicación oficiales, se preguntaban que cómo era posible que hubiesen personas que negasen la existencia del virus.
La respuesta es muy simple: porque no existía prueba o evidencia científica del mismo. Como queda patente en este informe científico revisado por pares, al menos hasta finales de noviembre del 2020 no existía la evidencia científica de la existencia del Sars-Cov2. Y, que a mí me conste, a comienzos del 2023, continúa sin existir. Lo único que sí existe, y que ya fue perfectamente documentado en mi artículo anterior –y también en este-, son casi 7 millones de personas fallecidas por las causas conocidas de toda la vida, contabilizadas fraudulentamente como COVID-19 en base a falsos positivos PCR.
Para concluir con la aportación de pruebas que demuestran que los test PCR son, efectivamente, pruebas inespecíficas a la hora de detectar el Sars-Cov2 y diagnosticar la enfermedad COVID-19, os dejo aquí el enlace a otro estudio científico publicado por la revista científica “The Lancet”, el cual aporta esta misma evidencia. En la imagen que veréis a continuación, puede leerse el resumen de dicho estudio.
Fernando Vizcaíno Carles
Hola, la doctora Bailey, una vez más, nos brinda mucha luz en medio de las tinieblas en este nuevo vídeo:
https://odysee.com/@cuentagio:5/5-Spectacular-Fails-From-Germ-Theory:64