No en mi nombre (o breve manual para la resolución de conflictos)
- Escrito por Enrique Santo
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No en mi nombre (o breve manual para la resolución de conflictos)
Empujado por las circunstancias, considero honesto fijar públicamente y por escrito mi postura frente al conflicto israelo palestino para, dejando constancia de ello, impedir que nadie pueda actuar utilizándome como rehén estadístico de sus propósitos, intrigas o maquinaciones.
Así, no acepto que en mi nombre la verdad mude, cual envoltorio desechable convirtiéndose en algo manipulable, relativo; trocando lo blanco, negro; al opresor en oprimido y al oprimido en opresor porque por encima de los muertos, esta es la principal tragedia, ya que sin verdad no es posible solución que acabe con este o cualquier otro conflicto. Quien quiera pervertir los términos, ¡adelante! pero que nadie se engañe frente a estos prestidigitadores de opinión, porque su fuerza se basa en la cantidad y la repetición, nunca en la lógica y la coherencia. Duda siempre de verdades asentadas en frases cortas y pegadizas, porque la realidad no se revela en creativa propaganda.
No es lícito consentir llamar con distinto nombre a la misma cosa (observa como el origen de la perversión se fundamenta en las palabras porque, como en el apartado anterior, quién controla el lenguaje domina el pensamiento, por ello la televisión hace esclavos y la lectura hombres libres). Así, sionistas organizaciones de inefable recuerdo como Irgún Tzvaí Leumí (Organización Militar Nacional) y el Lehi (Luchadores por la Libertad de Israel), con cientos de muertos a sus espaldas, entre ellos el ministro británico en Medio Oriente, Lord Moine o el diplomático sueco Folke Bernadotte mediador de la ONU para el plan de paz en la guerra árabe israelí de 1948, son grupos de liberación nacional, mientras que los consabidos Hamas y compañía son terroristas que deben ser extirpados de la faz de la tierra cueste lo que cueste y caiga quien caiga.
No es admisible que usurpar, expropiar y arrebatar un territorio por la fuerza se normalice por el simple método de los hechos consumados mientras que luchar por revertir el expolio se considere execrable y ominoso, pero como si no tuviesen suficiente, además hay que saquear hasta el mismo origen de los pueblos, borrar su estirpe para transformar la historia, apropiándose de conceptos generales convirtiéndolos en particulares. Tan semitas son los palestinos como los hebreos al ser todos descendientes de Sem (Elam, Asur, Arfacsad, Lud y Aram). Los palestinos son descendientes de Aram padre de los arameos, mientras que los hebreos lo son de Arfacsad, antepasado de Téraj, padre de Abraham. Además en la actualidad, israelí no significa ser hebreo, puesto que se puede ser por adopción y no por sangre. Pero resulta que los antisemitas son los palestinos, como si se odiasen a sí mismos, como si odiasen su origen (De nuevo manipulando conceptos para modificar los significados, pura semántica de laboratorio).
¿Consideraría usted que ya no se puede quitar nada más? Pues efectivamente, aun se puede hacer desaparecer hasta la identidad, y donde había un pueblo sin techo ahora hay una nación de pleno derecho; donde parias, ahora ciudadanos con todas sus garantías de ley y orden ¿y los originarios moradores? Se los transforma en proscritos, en apátridas, en pueblo sin nación y sin estado. Un pueblo que por no poseer, no tiene derecho ni a la defensa porque, a pesar de las resoluciones de Naciones Unidas proclamando la instauración de dos estados. El Israel, baluarte de la democracia y los valores occidentales ante satrapías decimonónicas, desoyendo acuerdos e ignorando el derecho internacional, sistemáticamente niega e impide la ejecución de cualquier iniciativa que fomente la creación de la más remota semilla que pudiera devenir en país. Por eso los palestinos no tienen ‘Gobierno’ sino ‘Autoridad’ encargada de administrar sus menguantes territorios y siempre bajo la tutela y supervisión de ese estado nodriza que no tiene el menor reparo en enarbolar el recuerdo del genocidio nazi como fundamento y baluarte de ‘su verdad’, la cual justifica sus acciones y les exime de cualquier reclamo de Justicia Universal. Y así cualquiera que ose levantar la voz inmediatamente es condenado como terrorista por la parte contratante de la primera parte que es quien hace y deshace separando el bien del mal.
La primera conclusión que podemos extraer, es que si se desea conseguir Paz en cualquier conflicto, el primer paso es establecer conceptos y significados comunes, construyendo un lenguaje ecuánime, imparcial y justo que garantice tratar a todas las partes por igual. Para ello, desde los tiempos de Parmenides y Aristóteles tenemos herramientas que nos ayudan a avanzar, como son el principio de identidad (el ser no puede nunca no ser o todo objeto es idéntico a sí mismo), o el de no contradicción (una proposición no puede ser verdadera y falsa al mismo tiempo y en el mismo sentido por lo que dos afirmaciones contradictorias no pueden ser ambas verdaderas), por medio de los cuales garantizamos como mínimo la construcción de argumentos válidos y coherentes y la determinación de proposiciones verdaderas. No es que sea la panacea a todos los problemas pero si es un progreso, una evolución hacia el objetivo final. Si no se habla el mismo lenguaje es imposible entenderse y entenderse es el primer paso para aceptar al contrario.
Desde antes de la creación del Estado de Israel la usurpación del territorio palestino estaba insertada en la ideología de esa nueva facción, el sionismo, que se asentaba tanto entre las suyos como entre los palestinos, debido al convencimiento de una superioridad racial y moral sobre el resto de la humanidad y a los cuales nunca les tembló el pulso ni la conciencia a la hora de actuar para conseguir sus objetivos. Por ello no viene mal hacer un pequeño esbozo de cómo fueron esos comienzos cuando, por increíble que ahora parezca, hasta el verano de 1947 no existió violencia palestina, porque estos consideraban ‘que los ataques eran una trampa, destinada a provocar una respuesta que los sionistas enmarcarían como un ataque contra el cual tendrían que “defenderse”.’ Las citas provienen de la intervención el 14 de diciembre de 2017 ante la Cámara de los Lores de Londres de Thomas Suárez, autor del libro ‘Estado de terror’.
El sionismo primigenio se asentaba sobre tres principios que son perfectamente válidos a día de hoy, a saber; el ser una raza elegida por el mismo Dios, lo que les confiere autoridad sobre toda autoridad. El ser las víctimas del conflicto, de cualquier conflicto, lo que les exime de toda responsabilidad y la deshumanización sistemática de los palestinos, lo que les permite mantener sus conciencias tranquilas y vivir en paz consigo mismo. Uno de los principales líderes sionistas, Chaim Weizmann, los calificó como ‘un tipo inferior de ser humano’. Esa deshumanización fue ‘una de las razones que él y otros líderes sionistas esgrimieron para rechazar la democracia en Palestina: si los “árabes” tuvieran el voto, dijo, disminuiría el judío hasta el nivel de un “nativo”.’
Un destacado líder judío berlinés, el Dr. Paul Nathan de la Asociación Nacional Judía Alemana de Ayuda después de un viaje a Palestina ‘quedó tan horrorizado por lo que encontró que publicó un folleto en enero de 1914, en el que describía que los colonos sionistas estaban llevando a cabo una campaña de terror inspirada casi en los modelos de pogromos rusos [contra los colonos que se niegan a adoptar el hebreo].’ Todavía no existía el nazismo.
¿Pero, cómo el sionismo llevaba adelante sus planes? Pues por medio de organizaciones terroristas. Las más famosas, el Irgún, el Lehí y la Haganá que pertenecía a la propia Agencia Judía, las cuales no tenían ningún prejuicio a la hora (compárese con todas las justificaciones morales con las que argumentan sus excesos para reprimir la violencia palestina) de adoctrinar niños y utilizarlos para sus objetivos. Así ‘el 8 de julio de 1938 el Irgun hizo estallar un autobús lleno de aldeanos palestinos’, su autora, ‘una colegiala de doce años. Se solía utilizar a adolescentes, tanto niños como niñas, para colocar bombas en mercados palestinos y llevar a cabo otros ataques terroristas.’ ‘Se bombardeaban constantemente trenes, carreteras, puentes, comunicaciones, instalaciones petroleras y estaciones de la Guardia Costera. Fueron asesinados trabajadores de servicios públicos, reparadores de teléfonos, trabajadores ferroviarios y personal de desactivación de bombas. La policía fue durante mucho tiempo el objetivo favorito y fue asesinada a tiros por docenas’ llegándose en 1948 al extremo de envenenar ‘con tifus el suministro de agua de Acre para acelerar la limpieza étnica de esta ciudad situada en el lado palestino de la Partición.’
‘Los judíos que se opusieron al fascismo emergente y trataron de advertir sobre él fueron asesinados y, de hecho, la mayoría de las víctimas de los asesinatos sionistas (es decir, selectivos y no indiscriminados) fueron judíos.’
‘El ataque terrorista más mortífero de todo el período del Mandato no fue el atentado contra el Hotel King David en 1946, como comúnmente se piensa. Incluso algunos de los bombardeos del Irgun contra mercados palestinos mataron a más personas que el ataque del Rey David. Pero el ataque terrorista más mortífero fue el bombardeo de la Agencia Judía al barco de inmigrantes Patria en 1940, matando a unas 267 personas, de las cuales más de 200 eran judíos que huían de los nazis.’
En 1943, JS Bentwich, el inspector principal de escuelas judías en Palestina, a riesgo de su vida, advirtió a los británicos describiendo ‘el sionismo como un movimiento paralelo al nazismo’. Ese mismo año ‘un informe de la Inteligencia estadounidense en el Medio Oriente’ ‘describió el “sionismo en Palestina” como
un tipo de nacionalismo que en cualquier otro país sería estigmatizado como nazismo retrógrado, y afirmó que el antisemitismo era esencial para ello.’
Ante el cariz violento que estaba tomando la situación, la ONU recomendó la participación ‘por la certeza de que continuaría el terror sionista si no lo hacían, al igual que la desproporcionadamente grande superficie de tierra que se les concedió’ en ‘un intento de retrasar nuevas guerras expansionistas. Sabían que no podían detenerlos pero esperaban retrasarlo. Este apaciguamiento, por supuesto, fracasó: a los pocos meses de la Resolución 181, los ejércitos sionistas ya estaban librando su primera guerra expansionista, confiscando más de la mitad del lado palestino de la Partición.’
‘Finalmente, el 15 de mayo de 1948, Gran Bretaña huyó de la escena de su crimen, por el que los palestinos han estado pagando desde entonces.’
Y así, dando un pequeño salto en el tiempo comprobamos que nada ha cambiado y desde 2008, Israel ha atacado Gaza 323 veces, con un balance de 150.000 entre muertos y heridos, de ellos 33.000 niños pero como en sus inicios, el victimismo sionista es capaz de transformar sus acciones en legítima defensa, convirtiendo los desesperados actos de impotencia de un pueblo sometido, en la verdadera agresión.
Pero esto no son más que fríos números porque como decía ‘el gran padrecito Stalin’ “si matas a un hombre es un asesinato, si matas un millón es pura estadística”. Por ello primero debemos comprender lo que es la desesperación ¿Algún dirigente occidental o seguidor acérrimo del estado israelí ha intentado por un momento, por un día situarse en el lugar de esa gente? Es difícil comprenderlos si no somos capaces de ponernos en su piel aunque sólo sea por un instante, porque cuando has visto a tus padres llorar de impotencia por las humillaciones sufridas, cuando tú también has llorado, has visto a tus hijos llorar y sabes que tus nietos llorarán, puede que en un momento dado, de esa tu miserable vida, aceptes que ya no tienes nada que perder y decidas tomar una ruta que se sale del camino trillado.
Porque cuando el lugar donde vives limita al oeste con un mar que no te permiten disfrutar, al sur con una frontera que no puedes cruzar y al norte y al oeste con el mayor muro fronterizo del planeta tierra, de varios metros de profundidad para evitar túneles, surcado por sensores de todo tipo, cámaras ultrasensibles, nidos de ametralladoras y puestos fronterizos donde los derechos van y vienen según la disponibilidad del cercador, puede que decidas volar por encima de los intereses del totalitario opresor y tomarte una justicia diferente.
Porque cuando todos los servicios fundamentales para la existencia de un asentamiento humano como son la electricidad, el agua, el gas, la energía, el combustible, servicios como Internet y otros dependen de un estado extranjero que no permite la más mínima independencia estructural, puede que sientas la necesidad de dejar de pedir permiso para construir el mundo que deseas.
Porque cuando el trabajo necesario para sobrevivir es saboteado, bloqueando el acceso a las tierras y recursos vitales, destruyendo huertos y pesquerías y obligándote a subsistir trabajando al otro lado del muro que sólo se puede atravesar después de eternas esperas y humillaciones causadas voluntariamente y que puede ser cortado sin previo aviso con fines utilitarios y politicos, puede que consideres buscarte un nuevo modo de ganarte la vida.
Porque cuando tus derechos no existen o son pisoteados, eres humillado tú, tus padres o tus hijos a voluntad del agresor, cuando hoy puede ser el último día de tu vida y son atacados tus recintos sagrados y cada vez que intentas elevar la voz te arrojan armas propias de guerra química destinadas a hacer la vida imposible a la población, como el spray de zorrillo, puede que decidas que sufrir no tiene por qué ser algo inevitable.
Cuando tu frontera, la infraestructura civil y tus propiedades nunca son permanentes y lo poco que posees es sistemáticamente destruido de la manera más brutal e inhumana por medio de bulldocers y excavadoras y donde a medida que avanzan los nuevos asentamientos enfrenta no sólo la pérdida de los hogares sino el desmoronamiento del futuro estado, un estado que debería ser soberano y contiguo, un refugio para la paz, por ello puede que aceptes el proselitismo del primer grupo que adule tus oídos.
Cuando, al azar, entran soldados en tu casa o en cualquier otra, a cualquier hora despertando, desalojando, separando y arrestando aleatoriamente a sus moradores, provocando que el miedo sea un estado perpetuo. Cuando la violencia se utiliza de modo indiscriminado, se detiene sin motivo, se golpea y maltrata sin distinción de sexo o edad con el fin de quebrar la voluntad de un pueblo, sometiéndolo por metodos inimaginables, puede que llegue un dia en el que decidas que ha llegado la hora de la libertad.
¿Cuánto más se puede añadir para reconocer la ignominia sufrida por un pueblo, asestada por otro y permitida y animada por esa sociedad que se autodenomina referente de valores universales? Sé que todo esto es difícil de aceptar y más si eres habitual de la propaganda oficial transmitida por los medios de comunicación subvencionados, pero si lo vivieras siquiera unas horas quizás pensases que tú sí tendrías derecho a luchar por la dignidad.
Por todo ello y como creo en la guerra justa, acepto el derecho del pueblo palestino a luchar por su independencia y entiendo que el marco de su ataque estará limitado por sus posibilidades. Por ello no puedo caer en la banalidad de la criminalización sistemática de sus métodos, limitados por el poder israelí y su propaganda. Los ataques; el actual, los pasados y los por venir, no son más que desesperados golpes, y ya sean por medio de Hamas o de cualquier otro modo o dirección, son semilla de nuevos paladines que jurarán sobre la memoria de amigos y familiares vengar tanto dolor sufrido e inmolarse, sembrando la región de cadáveres y derramando toda su ira sobre su abyecto enemigo en una rueda sin fin, porque desde el sofá viendo la guerra por televisión es muy facil condenar a Hamás como despreciables asesinos, pero es una cuestión moral mucho mas complicada. La mayoria de los militantes que irrumpieron desde Gaza nacieron y llevan toda su vida en un campo de concentración. Por no hablar que cada vez se indaga un poco en el origen de estas organizaciones (Hamas, talibanes, al Qaeda, grupos armados en Siria…) en la mayoría de los casos aparece una mano occidental.
Pero toda guerra por muy justa que sea tiene límites y líneas que no se deben traspasar. Lo regula el derecho internacional al estipular qué se puede o no hacer, corriéndose el riesgo, si se atraviesan ciertas fronteras, de transmutar las humillaciones en condena. Así, no está permitida la violencia gratuita, la violación de mujeres o el asesinato de inocentes. No está permitido el bombardeo indiscriminado, la población civil debe ser respetada y no puede usarse como rehén de la situación y como estas muchas otras normas de obligado cumplimiento por cualquiera de los bandos implicados en conflicto armado.
Del mismo modo que creo en la guerra justa también creo en el derecho a la autodefensa. Israel es una realidad que no tiene vuelta atrás, no es posible volver a los inicios del siglo XX y aspirar a tiempos pasados que no volverán, por ello ignorar a Israel o negar su derecho a la existencia es como negar la luz del sol. Israel tiene tanto derecho a defenderse como Palestina a luchar pero como en el caso anterior respetando las normas y el derecho. Y dentro del derecho a la autodefensa de Israel y reconociendo la dificultad de defenderse en zonas tan densamente pobladas advertir que eso no le da carta blanca porque nunca la respuesta puede ser desproporcionada tal como estipula el derecho internacional, el cual es muy claro respecto a los civiles y sobre todo cuando la mitad de los asesinados son niños.
Por eso no entiendo que en nombre de la libertad se masacre todo periodista disidente que no relate la versión oficial así como a sus familias mientras sus ‘compañeros’ en Occidente blanquean y ocultan esos asesinatos.
No comprendo que democracia sea salvoconducto para revivir asedios medievales, bombardear civiles en franca huída u hospitales donde los recién nacidos hacen cola para morir recién nacer porque las incubadoras no funcionan por falta de energía, ni que el estado de derecho se utilice como excusa para la utilización de armas prohibidas en todos los convenios internacionales, ni que al paso de los bombardeos sólo quede suelo yermo y tierra baldía para permitir la construcción del nuevo oasis del atacante.
Porque pareciese que el espíritu israelí asemejase más a las leyes del antiguo testamento: “¡Arrasad, arrasad hasta los cimientos!” que al moderno derecho internacional. Así, la mayor prisión al aíre libre del planeta se está convirtiendo en fosa común con el fin, si no de exterminar la población, algo imposible, si infundirles tal miedo que deseen abandonar su tierra para unirse a los más de cinco millones de compatriotas exiliados y poder Israel apropiarse del resto de su añorada tierra prometida.
Por otro lado cuando se lucha en un conflicto se deben fijar objetivos estratégicos realistas porque al hacer balance, se puede tener ilusión de victoria por pensar haber exterminado al enemigo cuando en realidad se tienen más adversarios que cuando todo comenzó, porque la escala de los crímenes cometidos contra el pueblo palestino es tan grande que no resulta sorprendente suponer que por cada militante abatido de Hamas aparezcan dos, tres, cuatro… nuevos defensores ansiosos de una nueva oportunidad en un futuro no muy lejano. Cuando esos potenciales guerreros constatan que quien tiene la capacidad para detener el conflicto no siente la necesidad de imponer igualdad, equilibrio y justicia. Cuando comprueban cómo nunca se señala a Israel por matar a 7.000 palestinos e herir a 17.000 existiendo un solo culpable, Hamás, sienten como se excita su sangre y se multiplican sus deseos de luchar. ¿Dónde está el equilibrio? se dicen. Si eres justo, no culparás sólo a una de las partes. Y si volvemos a la pregunta de quién lo inició, todos sabemos quién lo inició. Son 80 años de ocupación israelí y asesinato de palestinos con impunidad. Cuando acorralas a la gente lo normal es que reaccione, lo contrario es estar muerto en vida.
Por ello, la segunda conclusión a extraer para poder resolver el conflicto es que ambos bandos deben cambiar el enfoque. En los años 80 hubo una película, juegos de guerra, donde un joven informático, al conectar con el ordenador encargado del sistema de defensa nuclear estadounidense desencadena una situación que está a punto de provocar la tercera guerra mundial. Todo se resuelve cuando el ordenador simulando escenarios donde encontrar un vencedor se da cuenta de que una vez comenzado el conflicto no hay ganador posible.
Pues algo similar sucede en esta guerra sin fin al comprobar que ninguno de los dos bandos puede ganar a no ser que destruya totalmente al otro, lo cual no parece posible. Si se desea conseguir la paz hay que cambiar la visión del problema porque la actual conduce a un callejón sin salida, a un mundo sin Paz.
Por ello, la segunda conclusión debería ser cambiar el enfrentamiento por colaboración y el odio, si no por amor, algo impensable en este estadio del conflicto, sí por comprensión, por respeto.
El problema es que el odio predomina, no ya sobre el amor, algo ahora mismo impensable en esa sagrada tierra, sino sobre la razón y cada vez que asoma un atisbo de solución es destruida de raíz, como en los acuerdos de Camp David donde por primera vez se asentaron unas verdaderas bases para el entendimiento pero fueron taladas de raíz con el asesinato de Isaac Rabin porque los partidarios de que todo permanezca igual son muy fuertes en ambos bandos. Pero si todavía queda algún idealista, visionario o utópico con amplitud de miras debe seguir insistiendo en el único camino que alguna vez ha dado una verdadera esperanza de Paz.
Y para ello es necesario que las fuerzas vivas israelíes se sobrepongan sobre el radicalismo sionista y las palestinas sobre el de Hamas y compañía, algo impensable sin un verdadero apoyo exterior hacia el cambio, hacia el camino de la paz que sabemos posible porque ya sucedió una vez. Pero con un occidente gobernado por los actuales y ciegos dirigentes más amantes de la guerra que del entendimiento y de espurios beneficios que de la confraternización no es posible la Paz. Por lo que el primer movimiento debe gestarse en la sociedad creando ese caldo de cultivo que lo impregne todo y cual mancha de aceite vaya expandiéndose desde la base hacia el poder haciendo inevitable un nuevo modo de construir el futuro.
Mientras cada individuo miopemente apoye un bando u otro nunca seremos capaces de ver la solución global que es mucho más grande que la victoria de una de las partes, por ello ánimo a todos los ciudadanos de bien a buscar la verdadera justicia que debe ir rodeada del perdón, porque sin justicia no es posible la paz pero sin perdón nunca existirá la reconciliación.
Porque como dice el salmo; allí donde el “Amor y Verdad se han dado cita, Justicia y Paz se abrazan;
la Verdad brotará de la tierra, y de los cielos se asomará la Justicia.”
Por ello si buscamos la Verdad y el Amor todo lo demás se dará por añadidura. ¡Que así sea!
Enrique Santo
Me quedo con la posición de un grupo ultra-ortodoxo judío, cuya denominación no recuerdo, que sale públicamente con banderas palestinas y reclaman un sólo Estado, el palestino, donde judíos, árabes y cristianos, en igualdad de derechos y obligaciones, conformen y sean parte de pleno derecho de dicho Estado.