En la nueva normalidad
Escrito por José Miguel Ruiz Valls
EN LA NUEVA NORMALIDAD
Este sábado pasado me detuvo la guardia civil. ¿El motivo? El juzgado quería notificarme una multa por haberme negado a usar mascarilla cuando obligar a usar mascarilla era inconstitucional. El caso es que unos policías locales quisieron obligarme, yo me negué y a eso la juez lo llamó “resistencia a la autoridad”. (Sí, aún después de que el Tribunal Constitucional declarara ilegales los estados de alarma).
¿Tanta historia para notificar una multa? Pues paciencia, que no ha hecho más que empezar. Al parecer, lo intentaron por correo y, al ser devuelto por el cartero, me pusieron una requisitoria. El protocolo es el mismo para quién viola a una mujer y para quien se niega a acatar normas ilegales, actuando en legítima defensa.
Lo curioso es que un día antes fui yo a denunciar al presunto acosador de una anciana que conozco y pensé que me llamaban para comunicarme alguna novedad. Fíjate que sorpresa cuando oigo – Está usted detenido-. Y me enseñan las esposas, y me las ponen, y me hacen esperar, casi una hora, a la abogada de oficio. Yo les digo ¡No hace falta! pero ellos dicen que, si te das de baja en el colegio, dejas de ser abogado de verdad. Si, seguro que si le quitaran a usted su número de guardia civil dejaría de saber disparar.
Tres números estuvieron, todo ese rato, rellenando papeles, triturándolos y volviéndolos a rellenar. Me leyeron dos veces mis derechos, a pesar de que uno de ellos dio por hecho que, como abogado, los había escuchado cientos de veces ya. -Mejor vamos a lo seguro, que igual la jueza se mosquea, que ya ha dicho que es un número mágico lo que convierte a tontos, como yo, en abogados de verdad… Cumplamos bien el protocolo, no sea que se le cruzan los cables y nos toque volver a empezar.-
Terminado el papeleo, unos veinte kilómetros, en su coche, a toda velocidad, hasta un lugar en el que me hicieron fotos, me tomaron huellas, y me preguntaron si tenía tatuajes. ¡No por Dios! (Me pregunto qué harán con los que se hayan tatuado el culo pero, al mismo tiempo, no lo quiero ni pensar). Una vez reseñado, cuarenta kilómetros en sentido contrario, hasta la sede judicial. Allí, la abogada esperando, el funcionario esperando. -Firme usted el recibo y ya se puede marchar-. Entonces los números me quitaron las esposas, me devolvieron la cartera, y juntos nos fuimos todos a disfrutar de un merecido fin de semana primaveral.
Al final, nada importante, es algo que le puede pasar a cualquiera en esta “nueva normalidad”. -Espero no volver a verle– se despidió el guardia que demostró mayor humanidad. Fíjate que fue un gran cumplido (A Maki, por contra, le decían -Espero verte pronto-, cuando salía del penal). Tuvo que suceder, todo lo que cuento, para poder comprender que esas no son buenas maneras de notificar. Tal vez ahora, gracias a esto, para beneficio de todos y también del “medio ambiente”, alguien lo pueda mejorar.
José Miguel Ruiz Valls