Escrito por Counterpropaganda (enlace al final del artículo)
Distrito 7 de Nueva Madrid – Año 2034
La abuela María, de 69 años de edad, había sido convertida en un ser humano ilegal por la Ley de Solidaridad Global. La nueva ley, impuesta a todos los países del mundo por la OMS en 2031, dictaba la eutanasia obligatoria para todas las personas mayores de 67 años.
Los países ya no podían hacer frente al pago de pensiones y era obligación moral de todos los buenos ciudadanos dejar de ser una carga para la sociedad. En principio, el fin de la edad laboral debía coincidir con el fin de la vida.
Además, esto “era beneficioso para el planeta y la lucha contra el cambio climático”.
La verdadera razón de esta medida, mantenida en secreto, era la reducción de la población y la extracción de órganos que se utilizaban para trasplantes destinados a personas con recursos y miembros de la élite política y del aparato del Estado, así como para la experimentación de nuevos fármacos.
Los medios de comunicación oficiales, única fuente de información legalmente autorizada, habían aplaudido esta medida y todos los distritos de la ciudad estaban llenos de carteles que recordaban a cada ciudadano su “deber obligatorio de solidaridad” y de cámaras de reconocimiento facial capaces de detectar la edad biológica de las personas.
La familia de la abuela María no había respetado el decreto y la había escondido en una pequeña habitación secreta que habían construido detrás de un armario. No se le permitía salir de su escondite, sobre todo desde que la vecina del piso 4B había sido nombrada vigilante del edificio.
La abuela tenía que prestar especial atención todos los días a las 8 de la noche, la hora del “aplauso obligatorio en los balcones”, también ordenado en el mundo entero por la OMS para inspirar solidaridad (y reconocer a los que no aplaudieran con suficiente vehemencia, candidatos para los campos de reeducación).
Los negacionistas (cualquiera que se atreviera a negar cualquier Verdad Oficial del Estado y de la OMS) habían sido declarados oficialmente como la principal organización terrorista interna del Estado y Unidades Policiales Especiales Anti Negacionistas habían sido creadas para luchar contra esta terrible amenaza.
Los agentes de policía y todos los funcionarios públicos (a los que se les podía conceder una prórroga de 3 años de vida como reconocimiento por su labor) trabajaban sin descanso y sin piedad para garantizar el cumplimiento de todas las normas. A los ciudadanos de a pie que ayudaran a capturar a un negacionista denunciándolo a las autoridades también se les concedía una prórroga de un mes por cada delincuente que contribuyeran a entregar a la justicia.
La familia de la abuela María llevaba dos años intentando abandonar la ciudad, pero aún no había conseguido encontrar ayuda. Corrían rumores de actividades ilegales clandestinas organizadas por la Resistencia Negacionista, pero nadie sabía si eran ciertos.
Nadie podía salir del distrito de la ciudad asignado y nadie podía comunicarse con medios no autorizados. La Ley Antidesinformación aprobada globalmente en 2030 se aseguraba de ello gracias a un potente cortafuegos que controlaba y bloqueaba toda comunicación digital. Hablar con los vecinos sobre un tema tan delicado era demasiado peligroso, ya que los delatores estaban en cada esquina.
(Esta es una historia ficticia. Cualquier parecido con posibles hechos futuros no es casual.)
