Denuncian que en el Hospital de Basurto se discrimina tanto a los “no vacunados” como a sus acompañantes, a los que se les ofrece un trato inhumano
A continuación compartimos la crónica que ha escrito una joven en relación a una experiencia muy desagradable que ha sufrido en el Hospital de Basurto, la cual se ha visto obligada a aguantar debido a que su hermano, “no vacunado”, se encuentra ingresado en este centro hospitalario bilbaino. Recordamos que esta no es la primera experiencia desagradable ocurrida en el Hospital de Basurto de la que nos hacemos eco. Todo lo que vais a leer a continuación forma parte del escrito de la víctima de este tan inaceptable como inhumano trato. ¡Comenzamos!
Si hay una rama profesional que envidie y venere a partes iguales es la sanitaria. Tal vez por mitificación, o porque no tuve la valentía siquiera de intentarlo. O quizá por un exceso de esta, cuando tome consciencia de mis limites emocionales para ejercer con honestidad y eficacia. Es, probablemente por esa admiración que les profeso, por ese respeto y reconocimiento al esfuerzo y al desempeño, que me atrevo a denunciar su situación. Los miles de factores que convierten una de las áreas profesionales más vocacionales en puro economicismo deshumanizado, imposible de justificar y el estoicismo con el que se soporta esa carga, constituyen para mí un misterio insondable. No se me hace extraño, pues, que los y las profesionales de sanidad, terminen su jornada con un grado de frustración y abatimiento que los lleva a presentar síntomas claros de desequilibrio, léase, falta de sueño, irritabilidad, incapacidad para separar su vida laboral de la privada, depresión… Indigestiones mentales consecuencia directa de tener que tragar continuamente con ordenes incoherentes y contradictorias. De tener que lidiar con objetivos políticos corruptos y mercantilistas, contrarios al juramento hipocrático del deber. Una perversa dinámica que toca todos los sectores de la salud, tanto privados como públicos, pero que en este último caso roza la obscenidad más indecente. Porque, aclarémonos, público no significa gratuito. Y gratuito, no es. El sentido de lo público tiene que ver con derechos universales reconocidos. Y la salud es uno de ellos. Y luego nos podemos enzarzar con nuestras creencias y pareceres, pero lo que es, es.
Y, ¿cómo no? En esta ensalada de mil hierbas llegamos a la crisis del covid. Y nos encontramos con un sistema de salud colapsado por insuficiente, claramente infradotado y en proceso de desmantelamiento. Y de todo ello, hay que decirlo alto y claro, hay un único cómplice con una fuerza capaz de mover las pirámides de Egipto. La población. Todo el bastidor social que costea el entramado, pero que soporta imperturbable el atropello sanitario y social que se está produciendo contra él. Porque no nos engañemos. Cierto es que hay un virus que está haciendo estragos en la ciudadanía. Pero su mayor peligro está tanto en sí mismo, como en la falta de inversión necesaria para enfrentarlo con eficacia. Aprovechando, dicho sea de paso, para abrir el melón del recorte de derechos mas descarado y arbitrario que yo recuerdo. Derecho a elegir, derecho a cuestionar, derecho a protección, derecho a expresar y derecho a mantener nuestra intimidad… Todos ellos y alguno más que seguro se me pasa por alto, están siendo vulnerados. Y como ejemplo gráfico, paso a exponer un suceso que tuvo lugar el pasado 24 de diciembre. Lugar, Hospital de Basurto en Bilbao. Hora, 18.05. Protagonista, yo misma, el vigilante de la entrada y la policía autónoma vasca.
Mi hermano se encuentra ingresado en el hospital desde el pasado martes, con un punto de neumonía en su pulmón izquierdo. No inoculado. Merece indicar que un día antes de ingresar, desde el servicio de urgencias del mismo centro le habían enviado a su casa de vuelta, con test positivo, refiriendo 4 días de fiebre y una fatiga manifiesta y tras varios intentos infructuosos de ser atendido por su centro de asistencia primaria. El hombre me ha escrito un mensaje, solicitándome algunos objetos personales de aseo, zapatillas y ropa interior. Mi madre, a sus 84 años ha preparado un paquete con algunas cosas que yo completo, tomo el metro y me dirijo a la entrada trasera del edificio con la encomienda. En la entrada me detiene una persona para pedirme el certificado de vacunación. Según la Ley Orgánica de Protección de datos 3/2018 del 5 de diciembre (la cual conozco bastante bien porque he tenido que certificarme para poder ejercer mi trabajo) una persona que no esté acreditada para el manejo de datos personales, no me puede solicitar ni siquiera identificación, por lo que me niego a entregarle la información requerida. El individuo me dice que tiene ordenes de impedir la entrada a todo aquel que no tenga el documento de marras. Le contesto que lo tenga o no, no se lo voy a enseñar. Y nuevamente me obstruye la entrada. Me parece importante describir brevemente que el
Hospital de Basurto de Bilbao, lo constituyen una serie de naves independientes, separadas entre si por parterres verdes con diversas plantas. Es decir, que para entrar a cualquier pabellón uno accede directamente desde el espacio a cielo abierto. Por supuesto, mi mascarilla FFP2 recién estrenada, iba incrustada en mi rostro. Suspiro de puro hartazgo y le repito mi argumentación, pidiéndole que al menos, me aporte una solución razonable. El empleado, tercamente, vuelve al asunto del certificado. Perpleja, yo le pido el suyo que le faculte para el manejo de datos confidenciales. Me responde que él lo único que tiene, son órdenes. Viendo como el hombre se enquista en su postura, le propongo que llame a alguien para que venga a retirar la bolsa y se la acerque a mi hermano. Una vez más obtengo la negativa por respuesta. En ese punto, violados mis derechos y los de mi hermano de recibir auxilio, decido llamar a la comisaria de la Ertzantza, para pedir una patrulla que levante atestado de este abuso, con la finalidad de interponer la correspondiente denuncia. Bien, pues mi interlocutor, defensor y protector del orden público, no solo se niega a enviarla, sino que me acusa de ser la culpable de haber provocado todo el desaguisado que se está produciendo. Le informo de que voy a presentar una denuncia por desamparo y el sujeto me cuelga el teléfono con un; “si, maja, sí”. Completamente anonadada, inicio mi camino de vuelta, pensando cómo resolver esta absurda situación, a pesar de que a estas alturas me siento tan ultrajada que, confieso, rompo a llorar presa de la impotencia y la incredulidad. Me encamino a la entrada de consultas externas. Allí otra empleada me vuelve a detener. Nuevamente le comunico que mi intención no es entrar a ningún pabellón, y que, por favor, alguien le lleve la dichosa bolsa a mi hermano. Pues que no, que, ante la falta de instrucciones, ella no va a realizar ningún movimiento más allá de pedirme el certificado de la discordia. Con la incredulidad llegando al límite, me dirijo a la entrada principal, pensando en cómo cambiar el discurso de manera que se me permita lograr mi objetivo, valorando incluso la posibilidad de contratar a alguien, tal vez un taxista, que introduzca el bulto y lo haga llegar a destino. Me cierran el paso 2 nuevos agentes de seguridad. Y en este punto creo mejor transcribir la conversación…
- Hola buenas, ¿dónde va?
- Buenas. A ningún sitio. Vengo a dejar aquí este paquete para que lo entreguen en la
entrada del pabellón Revilla. Es para mi hermano, ingresado por covid. - Nosotros no podemos movernos de aquí.
- Bien, pues vayan llamando a alguien que lo recoja y se lo entregue al destinatario.
- ¿Que lleva en la bolsa? (Un golpe de humor me tentó a decir, “ántrax”. No lo hice…)
- Objetos personales, ropa interior. Revísenla si quieren.
- No es necesario, pase usted. Lo único, necesitamos el certificado covid, por favor.
- Miren, no voy a mostrarles nada. Bastante, si tengo que entrar y llevarlo yo hasta allá…
- ¿En la entrada?
- Eso me han dicho…
- Bien, tranquila, pase lo deja y se va…
Les doy las gracias, les saludo y paso la barrera. Suspiro aliviada y por fin mi mente comienza a descansar y a soltar tensión. Me parece inaudito todo el episodio. Alcanzo el pabellón en cuestión, dejo el encargo en manos de una enfermera y salgo por la puerta de entrada trasera, donde me encuentro con mi “amigo” del principio, enmarañado en la insigne tarea de fiscalizar a todo aquel que tuviera intención de acceder al área. Le saludo, reconozco que con una sonrisa mezcla de satisfacción y arrogancia, mientras le suelto, enfadada, que ni siquiera ellos, los empleados, tienen criterios de actuación homogéneos y que tome nota de que, la tarea que está realizando, constituye un delito, además de colaborar con un sistema que busca la desigualdad y el enfrentamiento. Dejo una pregunta sin responder en el aire… ¿Qué hubiera pasado si le hubiera dicho que venía a vacunarme? ¿Tampoco hubiera podido pasar sin certificado…?
Esta es la situación que tenemos… Después de 2 años de crisis nos encontramos con el agravamiento de un sistema que ya contaba con los servicios sanitarios desbordados por falta de personal, con el sistema de gestión pública desabastecida en general, nutriéndose de contratos de interinidad, con una disminución progresiva de salarios que no pueden alimentar las cotizaciones necesarias para garantizar que el sistema de bienestar siga funcionando, con el empuje sistemático a la individualización y el desarme de la asistencia presencial, con directrices incoherentes y contradictorias, con informes y opiniones insostenibles, con la desigualdad social escalando cotas, con la discriminación solapada a los que piensan distinto, con la hipócrita generosidad del sacrificio por el bien común, con el arrinconamiento del debate creativo y participativo…
¡Harta de que se señale al que no quiere formar parte de la inercia general!
Quiero denunciar y evidenciar el circo que ha generado este trance, donde el papel de la población es a la vez de payaso y de equilibrista.
No, no niego el virus, reniego de él y reniego de los que lo están utilizando en su propio beneficio. Reniego del adormecimiento social, reniego del obscurantismo, reniego de la desidia, reniego de la falta de dignidad, reniego de la prepotencia y reniego del embrutecimiento y de la falta de criterio, de compasión y de conciencia social.
Por Dios, contrata un abogado y denuncia a todas las partes a nivel individual y colectivo. La proxima vez grabalos y les pides que se identifiquen.
Eres una Valiente!!!Sí..se han encargado en el “Santo Hospital Civil”de poner casetas para perros…paletos y paletas..eso sí..que solo saben obedecer a la voz de su amo que para eso los ha contratado. Sin lugar a dudas todos y todas hijos e hijas de puta lo acabarán pagando. Les han adoctrinado.muy bien a todos y todas qué por su escaso cerebro dan la talla… para la que han sido contratados .Conozco el tema de Basurto y de cómo abundan las y los comepollas. Pobres animalitos como el resto de mamporreros y mamporreras del Desgobierno. Es un secuestro. Gracias por tu Valiente Testimonio.Un abrazo y que salga cuánto antes tú Hermano.
Con todo mi respeto a los verdaderos animales que tanta alegría nos dan.
Comparto la indignación de esta persona y de todas aquellas que se les ha vetado el poder acompañar a sus familiares hospitalizados por el hecho de no estar vacunados. Creo que la población va dándose cuenta de lo absurdas y contradictorias que están siendo las medidas que se toman. Los que cuentan con el pasaporte covid lo único que acreditan es que están vacunados, No que no pueden tener el virus y trasmitirlo igual.
A la vista esta y las cifras elevadas lo dejan claro. Ahora mismo son los vacunados los que más riesgo de trasmitir el virus tienen . Ahora bien,antes de volvernos locos,de saturar el sistema de atención primaria ,de agotar a profesionales con patologías banales como está siendo el omicrom, porque no despertamos y acudimos al médico SOLO cuando estemos enfermos realmente?
Por solidaridad, ya que nuestros gobiernos no saben si van o vienen, no tienen criterios claros y se mueven en medidas absurdas, actuemos con sensatez y sentido común y no por miedo a represalias .
Seamos humanos y actuemos como tales , apoyando a quien lo necesite.
Trabajo en el Hospital de Basurto y lo que siento ante este atropello no se puede expresar con palabras. Siento verguenza de los segurratas que controlan la entrada, analfabetos funcionales a los que algún día darán la patada en el trasero y a los que deseo que no duerman tranquilos en lo que les quede de vida., asi como de la dirección de ese hospital. He sido testigo de como se ha prohibido la entrada a familiares cuando yo accedía al hospital por la entrada del aparcamiento, en la que se han habilitado dos filas al más puro estilo del Apartheid. Ese hospital también es mio, porqué se financia también con mis impuestos. Rezo para que el TSJPV no autorice su prorroga.
Ánimo a todos! Seguimos adelante por nuestros derechos y por los de ellos que se creen diferentes por inocularse algo experimental!
Desgraciadamente nos estamos encontrando con la hipocresía y la infamia de muchas personas que se creen con la potestad o autoridad para degradar o no atender a las personas que en su derecho han decidido no inocularse.
A muchos se les olvida que han ido solos y voluntariamente a inocularse y que eso no los hace mejores que nadie.
Se ha perdido el respeto y se ha perdido la humanidad.
Esto mismo pasó en la Segunda Guerra Mundial con el pueblo judio y cuando una nación es capaz de justificar la discriminacion sea por el motivo que sea, cualquier cosa puede suceder y como ejemplo tenemos el holocausto o la persecución que sufrieron los negros solo por tener un color de piel diferente.
Ánimo a todos y feliz Año!
Me parece terrible la experiencia y la de tantas otras personas que están sufriendo situaciones semejantes. No sé cómo no se les cae la cara de vergüenza a los médicos y demás personal sanitario. Si ellos se opusieran a todo lo que está sucediendo, este circo cruel se acabaría .
Busque ayuda legal. Su familiar les necesita, como todo enfermo hospitalizado. Hay varias asociaciones de abogados que están en ello.
Un abrazo y mucho ánimo.
Hay que aplaudir más en los balcones…
Trabajo en Osakidetza. Siento un bochorno y una tristeza muy grandes por los comportamientos de much@s compañer@s. Se supone que nuestra labor como sanitari@s es cuidar y velar por la salud y el bienestar de toda la población, sin emitir juicios. Yo he decidido no vacunarme pero confieso que la presión en el entorno laboral es tremenda y la sensación de soledad más aún. Pero bueno, vuestros testimonios son para mí el mejor bálsamo y estaré eternamente en deuda por ello. Eskerrik asko a Jon Ander por su lucha. Mila esker. Seguiremos resisitiendo porque resistir es vencer. Animo a tod@s y urte berri on!
Animo
Que comisaria es? para poder enviar cartas de queja por hacer caso omiso a la llamada de una ciudadana incumpliendo sus obligaciones.
Estoy muy de acuerdo,se está discriminando, acosando y dañando a la gente que no pasamos por el aro de sus absurdas normas, saltándose los más elementales derechos humanos.
Los que no nos hemos vacunado no somos apestados y nos maltratan así.
Mi solidaridad con esta mujer tan valiente e inteligente que se opuso a los que negaron atención a su hermano.
Y se que mucha más gente lo está sufriendo,fuerza y valor a todos!
Habría que tirarles a todos por los balcones