Escrito por Frasco Martin
‘Nacer (pensar, sentir o desear) en un cuerpo equivocado’. ¿Qué ideas subyacen tras esta afirmación cada vez más popular –y popularizada–?:
Al parecer, y según se desprende, el cuerpo se puede equivocar, la mente –o lo que sea que ‘nazca’ en el cuerpo– no. La mente parecería ser una potencia ‘exterior’ o independiente del cuerpo, no un producto, consecuencia o desarrollo dependiente de él –o inversamente, si entendemos la dimensión física como manifestación de la sutil-psíquica y esta, a su vez, de la Espiritual, desde una perspectiva Tradicional–. Una suerte de seudoencarnacionismo que definiría la identidad y en la que el cuerpo sería el ajeno vehículo de la misma. ¿Identidad dada o formada? No se nace autoconsciente, es algo que surge progresivamente, consolidándose la consciencia individual en torno a los 3-9 años, por regla general. Así pues, las condiciones biológico-genéticas transmitidas, según esta perspectiva, no tendrían peso en tal identidad. Tampoco la educación e influencias ambientales, que se supone podrían condicionar el ‘verdadero’ yo del individuo. O sea que, un niño-adolescente, sin influencias externas –si tal cosa fuera posible– en el proceso de evolución de su consciencia y facultades cognitivas, emocionales, sentimentales y sensoriales, tendría la capacidad-madurez ‘independiente’ de ‘reconocer’ su identidad –género incluido, ¿pero no era un ‘constructo’? ¿Se descubre o se construye?– a través de un cuerpo que no le ‘corresponde’. El sentimiento sería criterio de verdad. Esta idegología consideraría el sentir una función independiente del pensar, o la situaría por encima del reino de las ideas –el de las Ideas Platónicas ni se plantea–. Siento-deseo luego existo.
Pero es evidente que tales sentimientos son pensamientos con su correspondiente carga emocional, y este sentimentalismo esconde la inconsciencia de los pensamientos que lo determinan y cómo han sido implantados. La idegología de género pretende liberar al ser humano de los condicionantes biológicos y educativos a base de imponer los suyos. Si la naturaleza se equivoca al darles un cuerpo que no les corresponde, también podrían plantearse que les da unos sentimientos que no les corresponden. Ya puestos, una existencia que no les corresponde. El relativismo que empapa esta idegología es su semilla… y el nihilismo su fruto.
El cuerpo se convierte en algo maleable, recortable, operable, modificable, transformable… un asunto que ha sido progresivamente potenciado por la imaginería mediática y la fantasía alimentada en infranet a través de photoshops, ‘avatares’, filtros e Ignorancias Artificiales. El cuerpo deja de ser la concreción, actualización y posibilidad de expresión, imagen física de la interioridad, soporte de la personalidad, campo de acción para la verdadera trascendencia-consciencia y se convierte en una careta prescindible. El rechazo del cuerpo y la despersonalización esquizoide van de la mano. ¿Que no te gusta o encuentras dificultades en la aceptación de lo que a través de la naturaleza se te ha concedido? No pasa nada. Nada de comprender, aceptar o superar. Nada de descubrir, integrar y trascender –en su profundo sentido–. Lo más fácil es negar, rechazar y alterar hormonal-quirúrgicamente… o añadir transhumanos artilugios. Tendrás el apoyo de la burbuja infranáutica y los promotores de la ideogología de género… porque ‘tú’ lo sientes-deseas.
Y este asunto no tiene freno id-ego-lógico. No hay benditos límites para lo que se desee sentir-identificar. El deconstructivismo desintegrador y su subjetivismo sentimental no tienen Principio ni Fin salvo la indefinida fuga en la indeterminación descendente y la insatisfacción creciente. ¿Qué sucederá cuando las transformaciones no cumplan las expectativas degeneradas? ¿Más fantasías o más depresiones?
La ‘pandemia’, la guerra, el fiasco climático, interesados conflictos culturales, étnicos, raciales o seudoreligiosos –y otros en ciernes, como el montaje alien–… forman parte de esta idegología infrahumana… a su manera, hayan sido creados o aprovechados. La batidora mediática ha hecho papilla el discernimiento del personal, entre contradicciones subliminales y temores inducidos, creando disonancias cognitivas que facilitan indefensiones aprendidas y acríticas sumisiones. La confusión y desesperación permitirán que los que –aparentemente– manejan el cotarro presenten sus ‘soluciones’ –disoluciones, más bien– y sean idolátricamente adorados como salvadores.
Sin embargo, si somos capaces de sortear trampas y distracciones, elevando objetivos e intenciones, llegaremos un día a descubrir que, más allá de las apariencias y pretensiones de los que creen manipular los hilos de este mundo… «En cuanto a la diversidad de las cosas, tejidas en las “setenta mil cortinas de luz y de tiniebla” de que está hecho el velo universal de la ignorancia, no es una dualidad real: “refracta” ilusoriamente la Claridad infinita de las posibilidades indistintas del Uno. Aquel cuya mirada está velada por las “cortinas” de la ignorancia se ve existir en modo separado y múltiple; pero aquel que ya no está obnubilado por el espejismo cósmico y mira con el “ojo del corazón” ve en todas partes su «no-yo», su divino “Sí mismo”, sin modo y en todos los modos: se conoce como el Uno sin segundo, sin formar, sin fin, aunque toma las apariencias formales y limitadas del mundo» (Leo Schaya).
Centro MENADEL
Psicología Clínica y Tradicional
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