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Profesión sanitaria: necesidad de autocrítica

Escrito por Jon Ander Etxebarria, ex Decano del Colegio de Biólogos de Euskadi

Profesión sanitaria: necesidad de autocrítica

Las profesiones sanitarias de la medicina principalmente, y la biología, tienen que hacer una clara autocrítica, e independizarse en el ejercicio de su profesión de los protocolos de las multinacionales farmacéuticas, y de las directrices políticas de la administración.

Este escrito va dirigido a la profesión sanitaria, principalmente a las profesiones de medicina y biología, aunque como todo en la vida, siempre existen excepciones, que como se suele decir cumplen la regla.

La profesión sanitaria, en especial la médica, era una profesión con alta estima dentro de la sociedad; quizá una componente de esa alta estima sea el propio egoísmo humano del miedo a la enfermedad y a la muerte.

La realidad de esta profesión médica es que lleva años (ya antes de la pandemia) que ha ido perdiendo esa esencia que le diferenciaba profesionalmente como era la atención al paciente, escucharle, palpando las sintomatologías, etc, es decir, lo que era propio para diagnosticar una enfermedad. De ahí pasó a abrazar el mundo médico de los protocolos dictados por las multinacionales farmacéuticas, hipotecándose a ellas, y perdiendo con ello, de forma paulatina, la aplicación de sus conocimientos de la medicina, entrando en el mundo de lo que todos conocemos como los conflictos de interés.

Ambas profesiones la de la medicina y a de la biología han pecado durante esta pandemia, en el caso de la biología por omisión, y, en el caso de la medicina por acción.

Con la pandemia, al elenco profesional de la medicina, en mi opinión, de forma equivocada, se les aplaudió en los balcones, empoderándoles de tal manera que desde la visión de la sociedad, todo lo que hicieron fue lo correcto, cuando la realidad es que no fue así, ya que, en primer lugar, nos hablaron de una enfermedad vírica diagnosticada mediante una técnica, la PCR, que no servía, ni sirve, para diagnosticar enfermedad alguna, si el resultado no se verifica mediante cultivo, y, por supuesto, siempre que se tenga sintomatología alguna.

Así, pues, hay que decir que los profesionales de la medicina no teniendo conocimiento de la técnica de PCR, utilizaron esta técnica como el primer elemento de endiosamiento, al no haber reconocido que no son conocedores de esta técnica, y que, por lo tanto, deberían haber realizado el diagnostico de la enfermedad como siempre se había realizado en épocas anteriores, antes de que se introdujesen en el mundo mercantilista de las farmacéuticas, siendo su pecado por acción y, en el caso de la biología por omisión, por no haber explicado claramente a la sociedad que la técnica de PCR no sirve para diagnosticar una enfermedad.

Siguiendo con ese endiosamiento, este elenco profesional de la medicina, realizó unos tratamientos que no tienen nada qué ver con los tratamientos normales para controlar enfermedades respiratorias de tipo vírico; tratamientos equivocados que, implícitamente, algunos de los profesionales lo han reconocido, nuevamente incurriendo en un pecado de acción.

Uno de los mayores despropósitos de esta profesión médica, fue la no realización de autopsias debido al poder contagioso y letal del virus, dándonos a entender que tampoco tenían conocimiento de lo que son los virus, ya que lo primero que tenían que saber, es que un virus para poder permanecer activo, necesita de la célula viva, y los fallecidos al hacerlo, tienen todas sus células muertas. Luego el virus, en ningún momento podría continuar activo y, por lo tanto, en ningún momento podría ser contagioso y letal, no teniendo sentido aplicar una legislación como si hubiese fallecido por radiación, en cuyo caso sí se justificaría no hacer autopsias porque un tejido muerto puede continuar emitiendo radiación, dándose la circunstancia, nuevamente, de un pecado de acción, y, siendo, en el caso de la biología, nuevamente un pecado de omisión, por no haber trasmitido a la sociedad, que los virus no pueden continuar activos en células muertas.

Esta profesión médica, como he dicho empoderada por la propia sociedad, volvió a demostrar su propia falta de conocimiento científico, al decirnos que la única solución son las vacunas, cuando para elaborar una vacuna se necesitaba tiempo, cosa que como estamos viendo actualmente se está reconociendo de forma implícita, que no fue así, al decirnos que las vacunas han generado efectos adversos y, lo que es más grave, fallecimientos, incurriendo en un pecado de acción muy grave. La profesión de la biología en este tema, vuelve a pecar de omisión, por no exponer claramente que se necesitan bastantes más estudios para ver si ésta es efectiva o no, y, cuales pueden ser sus efectos adversos, como se ha visto, que se han dado, de forma clara, en la población vacunada.

Tanto la profesión médica con actuación activa y la de la biología con actuación pasiva, defendieron totalmente la vacunación, sin tener conocimiento real de lo que son las vacunas, en una de las profesiones, y, no pronunciándose de forma clara, en otra de las profesiones, eso sí, poniéndose al servicio de la estrategia política de la administración sanitaria, del todo distópica y esperpéntica.

En todo este proceso, como ocurre actualmente, la profesión de la medicina, en ningún caso firmaron, ni firman, con nombre, apellidos y nº de colegiado receta alguna para prescribir que el paciente tenía que recibir la correspondiente dosis. ¿Si ellos creían en la bondad de las vacunas, por qué no las prescribieron?, ¿han estado nuevamente plegados, al poder político?, igualmente ¿se han dado conflictos de interés con las farmacéuticas?, ¿se han dado en la profesión de la biología, conflictos de interés por su propia actividad económica?. Nuevamente se dan los pecados de acción y de omisión en las respectivas profesiones.

Una vez procedido con las correspondientes inoculaciones, estos profesionales, tanto médicos como biólogos, no han sido capaces de ver, o bien no han querido ver y estudiar lo que estaba ocurriendo con las mismas, cuando se pudo constatar de forma clara, que a más inoculaciones, más casos positivos y más fallecidos por/con covid. De la misma forma que se vió, que según se avanzaba con las inoculaciones, se estaban dando muchos más casos de ictus, trombos, miocarditis, pericarditis, aceleraciones metastásicas, etc.

Ante una vacuna que las mismas farmacéuticas reconocieron que era experimental, estos profesionales sanitarios (y en base a que en ciencia cualquier experimento tiene fecha de caducidad) tendrían que haber alzado la voz paralizando las inoculaciones, para tomar una decisión, una vez estudiados todos los datos, no solo los oficiales, que están claros, sino también todos los que ellos pudieran tener por mera comparativa de estos efectos adversos y fallecidos ya comentados, antes de las inoculaciones y con posterioridad a las mismas. A fin de cuentas cuando se pone en el mercado un medicamento para sanar una enfermedad, si este medicamento no es efectivo para hacerlo, lo que procede es el retirarlo y dejarlo fuera de circulación.

El problema de estas profesiones, en el caso de la medicina viene desde bastante antes de la pandemia, al haber caído en la demagogia establecida por los políticos de todo el espectro ideológico, queriéndonos vender que lo primero es el bien común y que vacunándose se está protegiendo a los demás. Este eslogan demagógico es de tal cinismo que llegó a establecer un pasaporte de corte nazi, como fue el pasaporte covid, diciendo que los no vacunados podían contagiar, cuando la realidad es que, de contagiar, los que podrían hacerlo, en su caso, eran los vacunados. Otro eslogan del falso bien común, es decir que se debía vacunar a los menores para proteger a mayores, incluso con todas las inoculaciones recibidas, de la misma manera, que ahora se utiliza el mismo razonamiento acientífico con la vacunación de la gripe a los menores.

El problema de la profesión de la medicina, viene determinado por dos elementos esenciales que se han ido estableciendo dentro de su proceder profesional, uno referente a su hipoteca a las multinacionales farmacéuticas, y, los protocolos que establecen éstas y, que ellos siguen sin el mínimo espíritu crítico, haciendo dejación de lo que es verdaderamente su profesión, y otro el que los cargos directivos hospitalarios y no hospitalarios están copados por profesionales que ejercen más la política que la medicina, y, por lo tanto, establecen las directrices a seguir por parte de la administración que está en el poder, incurriendo en haber participado, en algunos casos, de esta estrategia política a cambio de intereses crematísticos, y, en haber incumplido su código deontológico.

El problema de la profesión de la biología, básicamente es el miedo escénico que históricamente tiene esta profesión en el contexto de la sociedad actual, siendo la división uno de los elementos esenciales de la misma y, al igual, que en la medicina, el haber participado, en algunos casos, de esta estrategia política a cambio de intereses crematísticos.

Es por ello, que las profesiones sanitarias de la medicina principalmente, y la biología, tienen que hacer una clara autocrítica, e independizarse en el ejercicio de su profesión de los protocolos de las multinacionales farmacéuticas, y de las directrices políticas de la administración, dirigiendo la salud y la sanidad pública con criterios estrictamente profesionales, donde se supriman las direcciones de muchos centros sanitarios donde los criterios son propios de la política y no los que deberían ser propios de la profesión de la medicina. En el caso de la biología, es primordial el que se abandone ese complejo y miedo escénico que tiene a la profesión sanitaria de la medicina, y, en consecuencia, a la sociedad, y se reafirme como profesión sanitaria esencial, sobre todo en el área de la salud pública.

Con ello la profesión sanitaria de la medicina, recuperaría el prestigio que siempre ha tenido a nivel social y la de la biología sería reconocida por parte de la sociedad como profesión que tiene mucho que decir en el contexto de la salud pública. El trabajo en equipo de ambas profesiones, con análisis autocrítico, abandonando los criterios mercantilistas de las multinacionales farmacéuticas y los criterios establecidos por los políticos, redundaría tanto en una mejora clara para la sociedad, como en un reconocimiento social de ambas profesiones, y, lo que es realmente más positivo, estando, de manera, ambas al servicio de la sociedad.

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Manu
Manu
6 meses

Se puede decir más alto pero no más claro. Totalmente de acuerdo con las reflexiones de Jon Ander Etxebarria.

Josu
Josu
5 meses

Buenas reflexiones, aunque no hay que dar tantas vueltas al asunto…Los que ya sabemos lo que pasa, no necesitamos más explicaciones, como toda esa retórica de Jon A.Etxebarria , que le lleva, despuès de tres años, a ese grado de confusiøn que, contįnuamente, manifiesta…tiene claros Conflictos de Intereses, que solo èl conoce e, ignora que está al servicio de los locos “oficialistas”…

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